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Cristina Fallarás: “¿Peor trauma que mi desahucio? Sufrir abusos sexuales de pequeña”

La escritora y activista publica novela semanas después de ver cómo Instagram cerraba la cuenta en la que plasmaba relatos de agresiones sufridas a diario por mujeres

La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.
La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.Andrea Comas
Tom C. Avendaño

Cristina Fallarás (Zaragoza, 56 años) ha pedido que la entrevista se haga en su casa, donde la rodean sus incontables libros, donde la gata Gaturra se amodorra en un rayo de sol sobre el sofá, donde la escritora, periodista, tertuliana televisiva torrencial y combativa feminista desde hace ya un par de olas se siente segura. Donde no hay público. Son ya décadas ante cámaras y micrófonos cuestionando el orden establecido, y son ya demasiados encontronazos con personajes que se dan por cuestionados. De los seis años que lleva en Madrid, de hecho, esta es su segunda vivienda: en la anterior, en Chamberí, alguien le rajó una cruz en su mismísima puerta. “La [hija] pequeña estaba dentro”, denuncia ahora.

Este es un buen detalle para entender a Fallarás pero uno muy malo para conocerla. A esta autora, buena lectora de libros y de rostros, se llega antes por su obra, la docena de libros que reflejan su vida y sus inquietudes sociales: el que cuenta cuando fue desahuciada de su casa en Barcelona en plena crisis económica y personal (A la puta calle, 2013); el de la desmemoria histórica española contada a través de la historia de sus abuelos, uno franquista y otro republicano (Honrarás a tu padre y a tu madre, 2018); los que describen su visión de un feminismo plural (Ahora contamos nosotras, 2019; El Evangelio según María Magdalena, 2021). Y, ahora, El final de todo esto, el de los mecanismos de defensa del patriarcado, recién publicado por Ediciones B. También está su gran obra no editorial: #Cuéntalo, hashtag que ella promovió en Twitter en abril de 2018 cuando la primera sentencia de La Manada no reconoció que hubiera violación en aquel caso. La idea era que las mujeres contaran los abusos y agresiones que habían callado hasta entonces: cientos de miles de ellas lo hicieron.

Fallarás no está ya en Twitter. Trasladó esa labor a su cuenta de Instagram, donde postea los textos que las mujeres le mandan por mensaje privado. El 1 de marzo, esa cuenta amaneció inexplicablemente cerrada por Instagram. Ha tardado semanas en recuperarla.

Pregunta. ¿Qué pasó ahí?

Respuesta. No tengo ni idea. Almudena Carracedo [directora del documental No Estás Sola: La lucha contra La Manada, estrenado en Netflix el mismo 1 de marzo] me dijo: “¿Tú crees que el que salga la película, que hace tanta referencia a #Cuéntalo, puede haber despertado algo [un repunte en las denuncias de usuarios]?”. Aterrizó en Netflix ante millones de usuarios el mismo día que me cerraron la cuenta.

P. ¿Cómo reaccionó usted?

R. He tenido un cargo de conciencia horroroso. Horroroso. De quitarme el sueño. Cuesta mucho narrarse. Y tú imagínate una mujer ama de casa, pastelera, enfermera, que se mira, que mira la violencia que sufrió con alguien cercano, que se la admite a sí misma, que la pone en palabras, que se la manda una desconocida que soy yo, que la ve publicada y comentada. Un proceso dolorosísimo y yo he invitado a mujeres a pasar por él. Pesaba sobre mi conciencia que la hubieran cerrado. Me escribieron un montón de ellas: “¿Qué hago ahora, dónde está lo que yo he contado?”. Me sentí muy responsable.

P. Fue notable cómo se viralizó la noticia del cierre. ¿Se siente usted un personaje querido?

R. Soy una activista de verdad. No hablo en nombre de nadie: cedo mi espacio para que hablen otras. Creo que eso se sabe apreciar. [Pausa larga] No sé si soy muy querida, soy un personaje muy odiado. Mucho, mucho, mucho.

P. Por eso estamos en su casa.

R. Si estoy en un bar, hay quien se acerca a darme un beso, no lo dudes. Pero siempre hay quien me insulta, quien me hace un gesto feo. O un camarero que me dice: “A ti no te sirvo”. Si voy por Chamberí o por el barrio de Salamanca o por El Viso, me insultan. Me insultan feo. Más mujeres que hombres.

P. ¿Qué es insultar feo?

R. “¡Zorra, hija de puta, te vamos a matar, conocemos a tus hijos!”. Estar tomando un café y que venga alguien a decirme: “No te metas al baño porque te rajo”. Y ver al camarero que te sonríe como diciendo: “A mí no me cuentes nada porque yo estoy con él”. Feo es feo.

La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.
La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.Andrea Comas

P. Usted ya no está en Twitter.

R. No debería haber ninguna mujer en Twitter, deberían salir todas en bloque. No se puede, no se debe, compartir un espacio donde lo común es la violencia contra las mujeres.

P. #Cuéntalo no se podría haber montado en otro sitio.

R. Absolutamente no. Twitter es un lugar de construcción de memorias colectivas. Pero ahora solamente es el lugar de la construcción de la memoria colectiva del odio.

P. ¿Qué ha cambiado entre 2018 y 2024?

R. El sistema de las redes sociales ha aprendido a invalidarnos. Si yo lanzara un #Cuéntalo ahora serían tantos los haters, los bots, que entrarían a decir un #Cuéntalo falso que no sería válido. Por eso en Instagram lo que hago es identificar y filtrar.

P. #Cuéntalo podría ser el leitmotiv de su vida como escritora y como periodista. Crear relatos de las cosas de las que no se habla.

R. No estamos narradas, las mujeres. Nos habían narrado los hombres, desde la Celestina a la Regenta, desde Julieta a Madame Bovary. ¿Quiénes somos? ¿En quiénes nos miramos para reconocernos? El relato es útil porque permite el salto de lo testimonial a lo común. En 2012, publiqué A la puta calle y Últimos días en el puesto del este, dos maneras de narrar lo que iba a ser mi desahucio. No había sucedido todavía pero mi empobrecimiento era tan bestia que yo necesitaba contar cómo la sociedad puede castigarte y arruinarte.

P. ¿Lo considera su gran trauma?

R. El mayor trauma de mi vida fueron los abusos sexuales que sufrí en la infancia y la adolescencia [es la primera vez que Fallarás saca este tema delante de un periodista y, tras unos minutos de debate en que ella no se muestra reacia a dar más detalles, se decide parar ahí]. A raíz de eso me pasó el resto, desahucio incluido. Los abusos te destrozan la vida. Económicamente también, y de eso se habla poco. Cuando ocurren a edades tempranas, pongamos en la adolescencia y en la infancia, te generan un trauma y ese trauma te genera disociación: es habitual el consumo de alcohol y de drogas, las autolesiones, la anorexia, la bulimia... Los abusos te generan hipersexualización y mayor propensión a repetir agresiones a lo largo de tu vida. Cuando fui jefa de una sección del diario El Mundo, un político me mandó una foto de su polla: eso destrozó mi carrera como periodista política porque la siguiente vez que tuve que ir al Parlamento de Cataluña, entré en shock. Perjuicio económico.

La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.
La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.Andrea Comas

P. ¿Cómo se ramificó el dolor de aquellos abusos?

R. Consumí cantidades de alcohol que no creerías y un diverso abanico de estupefacientes. Afortunadamente, y gracias a la voz de las mujeres, a leerlas, no solo dejé de beber sino que dejé de agredirme. Cuando te agreden, reconoces la agresión como una forma de comunicación: te agredes tú y permites que te agreda el resto. Esto te modifica económicamente.

P. ¿Económicamente de qué manera?

R. Te violan jefes. Y, en mi caso, algún entrevistado: un cantante, un escritor. Un actor. Recibes agresiones de todo tipo. Fotos de pollas, palabras feas… Eso se convierte en tu carrera. La primera vez que entré a la redacción de El Mundo en Madrid, un hombre, que era jefe de redacción, lo primero que hizo cuando me vio pasar fue ¡plas!, golpe en el culo. “¡Hombre, una tía buena por fin!”. Y eso modifica tu situación económica. Si te sometes, mal, porque trabajas desde la culpa y desde un lugar muy feo donde no puedes realizarte. Y si respondes, peor, porque te vas a la mierda, a la calle. El desahucio fue fruto de muchas cosas, pero sobre todo de una respuesta mía, de mi cuerpo, de mi cabeza y de mi rabia, a las agresiones sexuales de mi vida.

P. ¿Ponerse en el punto de mira en el que se pone y recibir las agresiones sociales y verbales que recibe no es otra forma de autodestruirse?

R. Estás poniendo el foco en mí, compañero, ponlo en los agresores. Eso es un acto muy machista. Yo soy la agredida, yo no tengo ni responsabilidad ni culpa. A mis hijos los amenazaron de muerte, les mandaban fotos en las que estaba yo descuartizada, pusieron su dirección en las redes... Algunos de sus compañeros de colegio manejaban fotos mías desnuda, que no era yo pero que pasaba por serlo. Ahí sí dije: “Ojo, ojo”. Pero yo no tengo ninguna responsabilidad, solo faltaba. No podríamos hacer activismo si fuera así.

P. ¿Duerme bien?

R. Duermo de maravilla. Cuando dejas los tóxicos…

P. ¿Personas o sustancias?

R. En todos los sentidos. Fíjate, después de tres maridos me caso ahora con una mujer.

P. ¿Disculpe?

R. No publiques que me caso con una mujer. Venga sí, puedes decirlo: me caso con una mujer, claro que sí. Después de tres maridos. ¡Feliz de la vida! Me di cuenta de que, de forma natural, quería avanzar con mujeres porque es con quienes me siento ligada, con quienes tengo muchas cosas en común y, sobre todo, con quien no tengo que discutir todo el rato cosas que considero básicas. Eso hizo que surgiera… pues una relación con una mujer.

P. Una buena relación, si va para matrimonio.

R. Una compañera del colegio del Sagrado Corazón [en Zaragoza]. ¡Qué divertido! No conviviremos en la misma casa, pese al matrimonio. Cada una tiene sus espacios, sus respetos, su intimidad. Llevo mucha tralla a mis espaldas: mi época punki, mi época yonki, mi época rockera, mi época intensa. Mi época marxista. Y ahora tengo mi época disfrutona. ¡Yo creía que se notaba en esta novela!

La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.
La periodista y escritora Cristina Fallarás, en su casa en Madrid.Andrea Comas

P. Hombre, sus protagonistas están muy enfadadas con el establishment.

R. Todas las mujeres estamos muy enfadadas, me da igual que lo admitan o no. Si no lo admiten les saldrá la rabia más adelante. Que los hombres no hayan reaccionado al #MeToo, al #Cuéntalo… Tendría que haber un movimiento tremendo de hombres contra la violencia machista por el daño que les hace a ellos verse cómo se ven ahora. Dicen: “Las mujeres, qué horror”. Yo pienso: “No, son los hombres, pobres”. Pero viene la cosa muy erizada y muy fea.

P. ¿El castigo al #MeToo?

R. Por ahora ha sido una bobada. La extrema derecha y las manadas, que son terribles, no son más que la puntita de la polla de lo que nos va a venir. En un puñado de años, hemos dado la vuelta a base de relatarnos y sin permiso. Vendrá una respuesta y será fuerte. Reciben a los miembros de La Manada como héroes en la cárcel. Antes a los violadores, ¿cómo se los recibían en las cárceles?

P. Se les violaba, ¿no?

R. Ahora son héroes. Es tremendo, una brutal muestra de cómo ha cambiado la percepción de la violación. Como forma de ocio, como venganza contra la mujer, como manera de reafirmarse. Ya no es una cosa de hacer a escondidas. Ese cambio no lo hemos estudiado suficiente.

P. ¿Lo haremos cuando las manadas lleguen a las instituciones?

R. Que llegarán. La primera vez que nos dijeron que Trump llegaría a presidente, nos partíamos el pecho de la risa. Acordaos de la primera vez que vimos a Milei, en la tele. Y ahí están. Esos payasos del mal, como de Stephen King, han llegado a presidente. ¿Por qué en Estados Unidos sí, y en Europa no? ¿Por qué en Argentina, sí y en España no? Ya vendrá, no lo dudo.

P. Leyéndola, escuchándola, me llevo la sensación a veces de que todo va mal, todo está mal.

R. Si todo, todo, fuera mal, no me dedicaría a escribir, me dedicaría a quemar. Yo soy muy burra. Cuando hubo que salir a la calle con violencia, cuando era joven y estaba ligada al Movimiento Libertario de Barcelona, hacía cosas como sellar con silicona las cerraduras de los grandes comercios para que no pudieran abrir. Cositas tontas que ahora serían muy gordas: la intervención en la calle y la acción directa y la desobediencia civil, movimientos que apoyo firmemente, ahora están mucho más constreñidos. No tengo la sensación de que todo esté mal, pero hay que relatar el mal. Hay que relatar la crisis.

P. ¿Qué crisis?

R. Todas las grandes revoluciones tienen que ver con la comunicación: la escritura, la imprenta y la actual. Frutos de la imprenta son la democracia, los medios de comunicación y la novela moderna, tres ejes que dan lugar a lo que somos. Sin la imprenta, la democracia es impensable y los medios de comunicación también. Y la novela moderna es una manera de lanzar al futuro un relato no ligado a los intereses presentes.

P. Ahora estamos en otra.

R. Con las redes, los medios de comunicación ya no tienen la hegemonía. Quienes no poseen el capital y los medios de producción son capaces de crear comunicaciones que influyen en ellos. Nosotras pusimos el feminismo en la agenda antes de que los medios crearan las secciones de feminismo: las hicieron por algo. Del Rey o de Franco en Cuelgamuros, de las violaciones de la Iglesia se empezó a hablar porque de repente estábamos una avalancha de gente en las redes señalando a los medios de comunicación: “Esto te lo has callado, pichón, llevamos 40 años de democracia y de esto no hemos hablado”. Que en 40 años de democracia no se hablara de las cosas en España dice mucho de los medios. Ahora estos otros canales los modifican y eso hace que la imprenta entre en crisis. Se ha roto la jerarquía. Es la misma ruptura que se dio cuando la imprenta rompió el poder de los monasterios y de los castillos.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.
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