Kim Thúy, escritora: “Canadá es más comunista que Vietnam”
Su exitosa novela ‘Ru’ ha sido adaptada al cine por Charles-Olivier Michaud; como buena parte de su obra, trata de las consecuencias de la guerra y las peripecias de la migración
Kim Thúy aparece con un vestido de coloridas flores y una sonrisa que ilumina. Dice que hizo mal en comer churros a medianoche: le hicieron dormir mal. “Es que me pienso que tengo 18 años todavía”, bromea. La escritora, nacida en Saigón hace 55 años, formó parte de la boat people, los vietnamitas perdedores de la guerra que dejaron el país por mar huyendo de los vencedores comunistas. Sobrevivió a la travesía, llegó a un campo de refugiados en Malasia y después Canadá le abrió sus puertas. Se instaló en Quebec. Su obra novelística, a base de breves viñetas poéticas, trata del recuerdo de la guerra y también del proceso de integración como migrante en un país lejano y nuevo. Viene a Madrid a presentar la película basada en su exitosa novela Ru (Periférica), dirigida por Charles-Olivier Michaud, que se proyectó este jueves en la IX Muestra de Cine Francófono. Es muy maja.
Pregunta. Dice en sus libros que los vietnamitas son muy reservados, pero usted parece muy expresiva.
Respuesta. Es que soy canadiense, y concretamente de Quebec, donde la influencia francesa es más importante que la frialdad anglosajona. Pero creo que soy una especie de caricatura, porque quería ser exactamente como un quebequés y me pasé de la raya. Y luego está lo del barco.
P. ¿Qué pasó en el barco?
R. El barco se rompió cuando huimos a Malasia, yo solo tenía 10 años. Si hubiera permanecido 15 minutos más allí, no estaría hoy aquí contigo. Después de aquello, todo es un regalo, una vida extra, ser feliz se ha convertido en una responsabilidad para mí.
P. ¿Por qué huyó de Vietnam?
R. Nosotros éramos del sur, y, como sabes, ganó el norte. En los cambios de régimen suele haber persecución, porque los que llegan tienen que tomar el poder de los que estaban antes. Se cambia la gente, se cambia la ideología, y nosotros éramos del bando perdedor. Pensábamos que íbamos a morir si permanecíamos, pero también pensábamos que íbamos a morir en el mar.
P. No había mucha alternativa.
R. Era más bien elegir el lugar donde íbamos a morir. Pero al menos en el mar podíamos hacer un último intento. Nuestro padre nos dio píldoras de cianuro, por si naufragamos o éramos interceptados por piratas o nos conducían de nuevo a tierra.
P. Lo peor para usted no fue la guerra, sino el fin de la guerra.
R. Es que la paz no llega en un instante cuando acaba la guerra. La paz tiene que ser construida. Si cuando una guerra se acaba no se construye la paz, esta no llega. Por eso estoy muy orgullosa de Canadá, un país que ha optado por la paz. Porque la paz es una elección consciente.
P. En España tuvimos la Guerra Civil hace 80 años. Pero sigue siendo influyente en el presente. Es difícil de olvidar. Usted sigue escribiendo la guerra de Vietnam.
R. Dentro de Vietnam se sigue hablando de la guerra, pero solo desde el lado ganador. Allí no se llama guerra de Vietnam, sino guerra estadounidense. Por eso la memoria de la boat people no sale en ningún libro de historia. Y desaparecerá cuando esa generación muera. Yo escribo sobre ello, pero literariamente, necesitamos historiadores que trabajen, con fechas, con datos. Yo soy solo una testigo.
P. Cuando pensamos en la guerra de Vietnam solemos pensar en vietnamitas contra estadounidenses, pero también había vietnamitas en el bando perdedor.
R. Eso es un problema. Nosotros estábamos en el sitio equivocado, en el momento equivocado. Estábamos en el Sur, el Norte era apoyado por los chinos y, en otros momentos, por los soviéticos. Proveían de los materiales para la guerra, igual que hacían los estadounidenses en el Sur. De otra manera, los vietnamitas no hubieran podido luchar durante 20 años. O lo hubieran hecho con cuchillos y puños.
P. Tenemos ahora terribles conflictos, Ucrania, Gaza… ¿Por qué seguimos luchando de esa manera?
R. Repetimos la historia. No pensaba que las palabras boat people se repetirían otra vez, pero sigue habiendo gente que huye de la guerra. Quizás sea la naturaleza humana, tenemos ese lado oscuro, no porque queramos luchar, sino porque alguna gente quiere luchar y toma a la población como rehén.
P. ¿Qué hacemos?
R. A veces pienso que tenemos que enseñar a los niños desde pequeños nuestro lado oscuro. No solo la amabilidad y la empatía, sino que a veces podemos ser crueles, podemos sentir ira, podemos ser celosos, y eso nos puede llevar hacer cosas terribles. Entonces puedes aprender herramientas para evitarlo.
Una madre es solo una madre, da igual el bando en el que esté. Alguien que pierde a un ser querido siente siempre el mismo dolor, y no hay más política”
P. En algunos de sus libros usted cuenta las pequeñas historias en la guerra, las que afectan a la gente; así quizás se comprenda mejor el horror.
R. Te das cuenta de que una madre es solo una madre, da igual el bando en el que esté. Alguien que pierde a un ser querido siente siempre el mismo dolor, y no hay más política. Pero lo olvidamos por cuestiones políticas.
P. ¿Para qué sirve la política?
R. En mi cabeza debería servir para guiar un país. ¿Qué queremos como sociedad? ¿Queremos paz, cuidarnos, ser generosos? Fíjate, Canadá es más comunista que Vietnam ahora mismo. Porque comunismo supone que seamos iguales, que cuidemos de los otros. En Canadá pagamos impuestos, tenemos un sistema sanitario para todos, escuelas. En Vietnam solo accede quien tiene dinero, quien conoce a la gente adecuada.
P. Hay quien dice que el Estado de Bienestar es la mejor forma de comunismo. Otros lo odian precisamente por eso.
R. Claro, en Canadá cualquiera puede ir a la universidad. Hay una ley de bancarrota que permite aterrizar suavemente si fracasas y, lo que es muy importante, que te permite una segunda oportunidad. Eso anima a que la gente sea audaz, a que lo intente. Permite a la gente soñar.
Si coges a alguien que odie la inmigración y le puedes sentar con un inmigrante para que le cuente su historia, cambiará completamente de opinión”
P. El ultranacionalismo está creciendo contra la migración.
R. La inmigración se ha convertido en un instrumento político, para dividir a la población. Hablar de economía es muy difícil, es más fácil decir: “ten cuidado con los extraños”, que nos lo llevan diciendo desde niños. Antes se asustaba a la gente con el comunismo. Ahora ya no es una amenaza. Así que se coge a los inmigrantes. Pero en la vida real no es así.
P. ¿Cómo es en la vida real?
R. En la vida real, si coges a alguien que odie la inmigración y le puedes sentar con un inmigrante para que le cuente su historia, cambiará completamente de opinión. Y en la vida real tratamos con personas de carne y hueso. Deberíamos pensar en la inmigración como una inversión que da buen retorno, porque muchos países necesitan más personas. Y muchos países son de por sí países de emigrantes: en Quebec es tan reciente que cualquiera puede señalar el pueblo de Francia del que viene su familia.
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