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Universos paralelos
Columna
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Buffy Sainte-Marie: ser o no ser indígena

La identidad puede ser un campo de minas. No basta con hermanarse con un sector marginado

Buffy Sainte-Marie, durante un concierto en Ottawa, el 2 de abril de 2017.
Buffy Sainte-Marie, durante un concierto en Ottawa, el 2 de abril de 2017.George Pimentel (Getty Images)
Diego A. Manrique

The Fifth Estate es una de las glorias secretas de Canadá. En antena desde 1975, este programa de investigación de la CBC (Canadian Broadcasting Corporation) incluye asuntos embarazosos para el país, desde muertes misteriosas en las Fuerzas Armadas a los casos pedófilos en la Iglesia católica. Funciona como correctivo para una población que se complace en una visión benévola de si misma, sobre todo al compararse con sus turbulentos vecinos estadounidenses.

El último golpe de The Fifth Estate, emitido hace unas semanas, tiene como protagonista a una artista venerada en Canadá. Buffy Sainte-Marie brilló como cantautora en el movimiento folk de los años sesenta, por esa voz de llamativo vibrato y temas como Universal Soldier o Now That the Buffalo’s Gone. Con Illuminations (1969) fue pionera en la utilización de la electrónica; evidenció su flexibilidad como coautora de Up Where We Belong, tema de la película Oficial y caballero, que ganó el Oscar en 1983. Sus logros se celebraban aún más por el hecho de que se identificaba como nativa, perteneciente a la nación cree.

Sus biografías insistían en que había sido adoptada por una pareja blanca de Massachusetts, en Estados Unidos. Para sus familiares fue una sorpresa que se reclamara indígena, una potente baza promocional pero sin base en la realidad. Algo mosqueados, explicaron su versión en periódicos locales hasta que, en 1975, un bufete de abogados de Los Ángeles amenazó con demandar a su hermano si continuaba difundiendo que sus antecesores únicamente tenían raíces europeas. Específicamente, Sainte-Marie prometió destruir la reputación de la familia, alegando abusos sexuales sufridos cuando era menor de edad. Se impuso su narración.

Ya en el siglo XXI, el reconocimiento del papel icónico de Sainte-Marie por instituciones canadienses despertó sospechas. Expertos en asuntos indios detectaron incongruencias entre diferentes testimonios de la cantante: parecía una pretendian, alguien que se atribuye una representatividad discutible. ¿Importaba? Sí, había participado en cinco temporadas de Sesame Street, el programa infantil aquí conocido como Barrio Sésamo, con lo que —para toda generaciones de niños— se convirtió en la encarnación de los indios nativos.

The Fifth Estate fue más allá. En un ayuntamiento de Massachusetts, localizaron el certificado de nacimiento de Buffy Sainte-Marie, que según ella no existía. Era hija de Alfred y Winifred Santamaria y vino al mundo el 20 de febrero de 1941. En documentos posteriores, tampoco se mencionaba que sus padres biológicos no fueran los Santamaria. La respuesta de Sainte-Marie pecaba de vaguedad: desconocía su genealogía exacta, algo —asegura— habitual en una minoría maltratada. En realidad, todos los indios estaban y están registrados por la burocracia canadiense. También resulta dudoso que en Estados Unidos no se inscribiera a una niña procedente de otro país.

Lo triste del affaire: las falacias no eran necesarias. La potencia del arte de la cantante hubiera sido suficiente para su reconocimiento entre las tribus, lo que en Canadá llaman “las primeras naciones”. En el mundo de la música popular, hay tolerancia para las ficciones, asumidas con cierta ironía: un coetáneo de Sainte-Marie fue Bob Dylan, cuyos relatos sobre sus orígenes eran aún más fantasiosos. Felizmente para el futuro premio Nobel, esas trolas de juventud vagabunda se desmoronaron en sus primeros años de fama y ya han sido olvidadas.

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