¿En qué se parece esta película y este cuadro? Siete ejemplos de cómo se inspira el cine en el arte
El PAÍS elige seis pinturas de la pinacoteca madrileña y las compara con su ‘versión’ cinematográfica
Es una rayuela de pintura antigua y cine. Un juego. La contemplación de algunos cuadros del Museo del Prado trae muchas veces a la memoria una película, y viceversa: por su estilo, su título, su composición. Cada visitante puede hacer sus propias asociaciones. Pero resulta innegable, por ejemplo, que Caravaggio pesa en realizadores como Víctor Erice o Martin Scorsese (este último ha admitido su influencia en Malas calles, 1977). Los lienzos de los viejos maestros eran las películas de hace 500 años, el celuloide actual.
Entrando en ese juego, proponemos aquí una relación de cuadros y películas españolas, todas excepto una: Deseando amar, del director Wong Kar-wai, por su fotografía tenebrista y esa voz en off final que parece en sí misma un lienzo: “Él recuerda aquellos años como si mirara a través del cristal de una ventana cubierta de polvo. El pasado es algo que podemos recordar pero no tocar. Todo lo que se recuerda es borroso y vago”. Igual que muchos óleos antiguos. El tiempo también pinta.
‘Bodegón de caza, hortalizas y frutas’ (1602) / ‘La caza’ (1966)
En una alacena oscura, que presagia a Caravaggio, se sitúan con un verismo increíble perdices, pájaros, limones, zanahorias, rábanos y un cardo que parece recién cortado. Juan Sánchez Cotán fue monje cartujo, pero en este lienzo no cuenta nada místico, solo su increíble realismo para mostrar una naturaleza muerta con caza.
La muerte es la protagonista de la película La caza, de Carlos Saura, esencial en la filmografía española. Un ajuste de cuentas entre amigos que lucharon en el bando franquista en la Guerra Civil. Lo que iba a ser un día de caza se convierte en la oscura noche de las tinieblas —como el fondo de Cotán— conduciendo a una carnicería entre ellos.
‘La bacanal de los andrios’ (1523) / ‘Viridiana’ (1961)
Tiziano estaba considerado el mejor pintor de su tiempo. La bacanal de los andrios es una orgía donde dioses, hombres y niños se juntan para disfrutar de los placeres del vino. Hay influencias de Miguel Ángel, pero, sobre todo, es la celebración erótica de la vida.
Viridiana, de Luis Buñuel, es una obra única. A la cuarta versión del guion, los censores franquistas aprobaron el rodaje. Aunque apenas entendieran nada. La sugerencia de un ménage à trois, mendigos en un prodigioso aquelarre final, los desheredados y mansos de la tierra rebelándose y una cena dionisiaca.
‘Duelo a garrotazos’ (1820-1823) / ‘As bestas’ (2022)
Duelo a garrotazos es una de las 14 pinturas negras que decoraban la Quinta del Sordo en las afueras de Madrid y que Goya —que compró la casa— pintó sobre las paredes con óleo. Jamás ha tenido una explicación precisa. La violencia sobre la violencia. El odio al otro.
Alguien acuñó el término preciso para la película As bestas, de Rodrigo Sorogoyen: “Terrorismo rural”. Una aldea de Galicia. Una pareja francesa llega a esas tierras, aisladas, para cultivar un huerto y conectar con la naturaleza. Pero los vecinos quieren marcharse de allí con el dinero prometido por una empresa de aerogeneradores. El enfrentamiento entre los forasteros (que temen por sus vidas) y quienes se sienten dueños.
‘David con la cabeza de Goliat’ (1600) / ‘El sur’ (1983)
David con la cabeza de Goliat es la única pintura de Caravaggio en el Prado. Nadie sabe cómo llegó. Es extraña en todo. David ata el pelo del gigante Goliat, al que acaba de matar, para llevarse su cabeza. En la Biblia no aparece esa imagen. Representa la victoria de los judíos sobre los filisteos.
El sur, de Víctor Erice, es una obra maestra. El crítico de EL PAÍS Ángel Fernández-Santos escribió: “Su hermosura resulta indefinible”. “Un bello combate de la luz por iluminar a contracorriente unos fragmentos de vida”, dijo Carlos F. Heredero. Esa iluminación (extraordinaria la fotografía de Alcaine), los claroscuros, que entreveran la película, son herencia del caravaggismo. La historia de un padre represaliado por Franco y una hija que desea conocerle. Una secuencia esencial de la nueva película de Erice —Cerrar los ojos (2023)— transcurre en la cafetería del Prado.
‘Doña Juana la Loca’ (1877) / ‘Juana la Loca’ (2001)
Doña Juana la Loca es la mejor tela de Francisco Pradilla. Pintada a los 29 años. Es reaccionaria, en el sentido de que no aporta ninguna novedad (en Francia en esos años las vanguardias buscan nuevos caminos). Representa la pasión de Juana I de Castilla (1479-1555) por un amor no correspondido (Felipe el Hermoso), la locura, los celos y la necrofilia.
En la película de Vicente Aranda, la actriz Pilar López de Ayala interpreta, en el papel de Juana la Loca, una de las secuencias más extraordinarias del cine español. Llueve en el patio. Gira, sobre sí misma, con los brazos abiertos, se despoja del manto rojo, y grita:
—¡Mi madre ha muerto! ¡Mi marido me engaña! ¡Mi madre ha muerto! ¡Mi marido me engaña!
‘El rapto de Helena’ (1578-1579) / ‘Te doy mis ojos’ (2003)
En El rapto de Helena, Tintoretto no esconde la brutalidad de la escena. Ella llora y suplica frente a sus atacantes. La ropa está en parte arrancada y un pecho queda al aire. Semeja una violación. A su alrededor la pelea a muerte, por ella, entre turcos y cristianos.
La violencia machista, explicada desde el lado de la víctima y el agresor. El verbo “explicar” resulta muy distinto al de “justificar”. En Te doy mis ojos, Icíar Bollaín trata de entrar en ese laberinto a medianoche sin salida, que es la forma de pensar de un torturador.
‘Deseando amar’ (2000) / Caravaggio (1571-1610)
Existen muchas escenas caravaggistas en esta soberbia película de Wong Kar-wai, que narra amores extraconyugales y por fuerza contrariados en el Hong Kong de 1962. Aunque ninguna imagen como ver descender a la actriz Maggie Cheung por las escaleras en busca de comida mientras suena la música del compositor japonés Shigeru Umebayashi. Tenebrismo en movimiento.
Babelia
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