Un cajón de sastre de mil años que guardaba la historia de los judíos
Una exposición reconstruye en Madrid el hallazgo de 160.000 documentos en una sinagoga de Egipto en 1896, entre ellos originales de Maimónides
En 1896, las gemelas Agnes Lewis y Margaret Gibson, expertas en antiguos manuscritos, decidieron organizar un viaje a Egipto y Palestina. Volvieron a su Cambridge natal cargadas con un fajo de papeles y pergaminos que habían comprado a unos marchantes. Como muchos estaban escritos en hebreo, se los mostraron al profesor de rabinismo Solomon Schechter, que descubrió sorprendido que uno de aquellos documentos era el original del Libro de Ben Sira o Eclesiástico, redactado hacia el 190 a. C. “Por favor”, escribió Schechter a Agnes Lewis, “no mencione el asunto a nadie. Iré a verla sobre las 11 de la noche para tratar con usted la cuestión de cómo hacerlo público”. Comenzaba así una apasionante aventura que puede seguirse desde el 15 de septiembre en la exposición La Edad de Oro de los judíos de Alandalús, en el madrileño Centro Sefarad-Israel (calle Mayor, 69).
Al inicio del siglo XI, la dinastía Omeya ―que gobernaba al-Ándalus desde hacía casi 250 años y que tenía Córdoba, Medina Azahara y Medina Azahira como grandes faros del poder, del saber y de la opulencia― fue arrasada por la llegada de los intransigentes almohades a la península Ibérica. Esta tribu bereber se caracterizaba por imponer, a sangre y fuego, la unicidad del dogma y una vida austera. Los judíos representarían así uno de sus principales chivos expiatorios: conversión o muerte. Por eso, miles de ellos huyeron aterrorizados a la parte peninsular controlada por los cristianos, a la Provenza francesa o a Italia. El filósofo Maimónides, una de las mentes más preclaras de la Edad Media europea, prefirió refugiarse en Egipto con numerosa documentación.
El matemático británico Charles Taylor escuchó atentamente a Schechter. El estudioso del rabinismo necesitaba dinero para ir a Egipto y recuperar más textos. Estaba convencido de que en la sinagoga de Ben Ezra, construida en el siglo XI en El Cairo, había más documentos. En la cultura judía, cuando un texto se degrada por el paso del tiempo, no se tira, sino que se guarda en una dependencia del templo llamada guenizá, “un cajón de sastre”, como la describen los paneles de la exposición. Pasado un tiempo, y después de desacralizarlos, se entierran. Pero en El Cairo, “debido a la idiosincrasia egipcia, afortunadamente nunca se destruyeron estos textos”, afirma José Martínez Delgado, catedrático de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada y comisario de la muestra. Las condiciones climáticas de la zona facilitaron su conservación.
Schechter halló así el mayor tesoro con el que jamás pudo soñar. La guenizá guardaba biblias, libros de oraciones, listas de la compra, capitulaciones matrimoniales, escrituras de divorcio, ejercicios escolares, cuentos árabes, libros de filosofía, de medicina, de contabilidad, instrucciones sobre cómo escribir correctamente o cómo recuperar a un ser querido secuestrado...
Como la sinagoga de Ben Ezra era el centro social de la comunidad judía de El Cairo, además de ofrecer actos de culto diarios y festivos, también desempeñaba un importante papel como lugar de enseñanza, de negocios y de administración de la beneficencia. Sus fieles rezaban en ella tres veces al día, pero también enviaban a sus hijos a estudiar la Biblia hebrea, se intercambiaban noticias en sus alrededores o recaudaban donativos para los pobres, los refugiados o los enfermos. Esta frenética actividad cotidiana provocó que durante siglos la documentación que se iba generando se acumulase en la guenizá, introducida sin ningún orden ni concierto por un agujero que se había abierto en una de sus paredes. Una especie de biblioteca de libros o papeles destrozados ―entre 160.000 y 200.000― que provenían del Magreb, al-Ándalus, Palestina, Siria, Irak y Persia y que relataba con todo detalle el día a día de los judíos en territorio musulmán.
Entre estos textos hay 60 originales escritos por el mismo Maimónides, autor de la conocida Guía de Perplejos, donde el cordobés concilia la filosofía aristotélica con la Biblia y anima al estudio de las ciencias humanas y la divinas para conseguir la plena unión con Dios. Pero como ser humano que era ―quiso morir y estuvo en cama dos años por el dolor producido por la muerte de su hermano en un naufragio― “hacía lo que el resto de personas”, explica Martínez, “por ejemplo, jugar con glosarios de palabras”. Uno de ellos, que hace referencia a verduras y frutas, lo escribió para intentar recordar las palabras que conocía en lengua romance, un idioma que aprendió en la Córdoba de su infancia.
La exposición permite adentrarse en la vida de una sociedad que aportó nombres de diplomáticos como Ibn Shaprut, poetas como Ibn Gabirol o Judá Haleví. A través de facsímiles, reproducciones virtuales, imágenes o recreaciones se emprende un viaje en el tiempo que abarca entre los siglos X y finales del XIX. La muestra ha sido organizada por el Centro Sefarad-Israel, la Universidad de Miami, la Red de Juderías de España, el World Jewish Congress y la Fundación Hispano-Judía. Cuenta con el apoyo de diversas universidades españolas y extranjeras, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Unión Europea.
El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos firmaron la expulsión de los judíos de sus reinos. Se produce así, casi 500 años después de la almohade, una segunda salida hacia el exilio. “Para los judíos españoles de la diáspora, Sefarad ha estado siempre presente en su gastronomía, su literatura, su música o su lengua, que mantendrán hasta el día de hoy, ya estén en los Balcanes, Marruecos, Turquía u Holanda, o adonde les haya llevado la vida”, sostiene José Martínez.
Para Marta Puig, directora de la Red de Juderías de España, “la cultura judía en la península Ibérica fue la más importante de toda Europa, aunque el impacto mundial de hechos como el Holocausto hayan difuminado esa idea. Tenemos que reconstruir nuestra historia y recuperar el legado y su huella, aunque en los libros de los colegios no se destaque tanto”, asevera junto a unos versos encontrados en la sinagoga de El Cairo y escritos por una poeta judía del siglo XI. Dicen así: “¿Se quedaría en Sefarad si recibiera medio reino de su señor?”.
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