Wendy Froud, la mujer que pobló de criaturas extrañas la televisión (y el cine) de los ochenta
La creadora de Yoda y del universo de ‘Cristal oscuro’ lleva desde los cinco años dando forma a muñecos de otros mundos que, asegura, van a volver a reinar en el audiovisual porque la tecnología no deja espacio a la imaginación
La creadora de los muñecos poderosamente vivos de Cristal oscuro, la madre de Yoda —sí, ella dio forma y articuló al sabio verde de Star Wars—, la inesperada mano derecha de Jim Henson en los ochenta, Wendy Froud (Detroit, 69 años), tenía una casa de muñecas cuando era niña. Era, evidentemente, una casa de muñecas corriente. Aburrida. Demasiado parecida a su propia casa. Es decir, demasiado real. Sus inquilinos eran una familia de padres y niños nada monstruosos. Los niños, recuerda, le resultaban útiles porque podía fingir que eran los niños que aparecían en Las crónicas de Narnia. Su madre le leía por las noches las historias fantásticas de C. S. Lewis, historias en las que aparecían centauros y todo tipo de extrañas criaturas. Y ella quería poder jugar a esas historias con sus muñecos, pero no tenía muñecos con aspecto de faunos. Así que los creó.
Tenía, recuerda, cinco años cuando fabricó su primer muñeco. Lo hizo con escobillas y celo y retales de tela. Sus padres eran artistas —ella una reconocida pintora, él, un también reconocido escultor—, así que les pareció de lo más normal que no se detuviese ante nada. Que quisiese crear aquello que en su mundo aún no existía. “Todos los amigos de mis padres eran artistas, y yo creía que lo que hacíamos era lo que hacía todo el mundo. Me di cuenta de que no era así la primera vez que fui a casa de un amigo del colegio y no vi un solo libro en las estanterías, y ni un solo cuadro en las paredes”, dice. “Me siento tan afortunada por la vida que tengo, que he tenido desde el principio. No he dejado de crear muñecos desde aquel día, cuando tenía cinco años. Mi marido también los hace, y nuestro único hijo también. Nos pasamos el día haciendo lo que más nos gusta”, añade.
Su marido es Brian Froud, un diseñador de la compañía de Jim Henson —el titiritero, director, escritor y productor televisivo, el creador de The Muppets, y la imparable en los ochenta ubicua factoría de muñecos de gomaespuma que poblaban todo tipo de producciones—. Ambos se conocieron en el rodaje —en realidad, la preproducción— de Cristal oscuro. “Yo acababa de llegar a Nueva York. Mi intención era la de hacer fortuna, aunque jamás imaginé que las cosas irían tan rápido”, dice Wendy. A los tres meses de estar allí, cuando ni siquiera había encontrado el trabajo de camarera que esperaba tener durante años, a pocos días de Navidad, montó una pequeña exposición en el loft de una amiga. Se dejó caer por allí el director artístico de los Muppets, Michael Frith. Quedó fascinado con los muñecos de Wendy. Le compró uno y se lo regaló a Henson por Navidad. “Me llamó en Año Nuevo y me dijo que tenía un trabajo para mí”. Así empezó todo.
Jen y Kira, los protagonistas de Cristal oscuro, fueron sus primeras creaciones para Jim Henson. De hecho, fue contratada expresamente para crearlos. “Jim quería que parecieran los clásicos héroe y heroína de cuento de hadas, pero que a la vez tuviesen aspecto de duendes. Era tan perfeccionista que aprendí a esculpir con una rapidez extraordinaria para ir variando el diseño hasta que di con lo que quería. Y resultó ser lo único que funcionaba. Ocurre una cosa curiosa con los muñecos, y es que no tienen el aspecto que tú querrías que tuvieran, sino el que deben tener. Es como si, de alguna forma, estuviesen vivos en algún otro mundo del que yo los saco. Me pasa todo el tiempo. Son ellos los que deciden cuándo están acabados. Imagino que ocurre lo mismo con las historias. Vienen de algún lugar, en el que esperan. Nosotros solo les damos la mano y los traemos a nuestro mundo”, dice.
En julio viajó hasta Avilés para hablar de sus creaciones en el festival Celsius, el encuentro dedicado a la fantasía, el terror y la ciencia ficción, en el que fue recibida como una estrella y, a la vez, casi una hechicera. Después de todo, es cierto. Sus muñecos parecen estar vivos. “No los dibujo antes. Brian es el que dibuja. Quizá por eso llevamos 43 años juntos”, asegura a este diario durante el certamen, y se ríe. Luce aún su icónica larga melena, y viste como lo hacía en los setenta, como una Stevie Nicks que hubiese pasado una buena temporada en Manhattan. Su mirada es aún la de alguien para quien cada día es algo apasionante. Un pequeño milagro. “Leo muchísimo, y tomo notas, y simplemente dejo que aparezcan. Hay alma en cada uno de ellos. Y supongo que están hechos de pedazos de lo que siento en cada momento, pero a la vez de algo que no puedo controlar”, explica. ¿Y qué relación tiene con ellos? ¿Hay alguno del que no haya podido desprenderse? “Oh, sí, hay muchos. Son parte de la familia”.
Cree que no es casualidad que tanto ella como su marido sean hijos únicos. Su propio hijo —que ya trabaja para Guillermo del Toro, y que empezó pronto su carrera: es el bebé que secuestra David Bowie en Dentro del laberinto— también lo es. “Supongo que tenemos una relación especial con los objetos porque pasamos mucho tiempo solos, y la imaginación es la que nos salvó. Hay algo relacionado con la imaginación y los muñecos que los hará siempre imprescindibles. No hay nada tan potente como la imaginación, y la deseamos, especialmente cuando somos niños, pero también de adultos. Es por eso que los muñecos están volviendo al cine. Toda esa nueva tecnología no resulta creíble”, dice. Y se refiere la madre de Yoda a que el mismísimo maestro ha vuelto a ser un títere porque “la gente no quería verle hacer cosas que nunca había hecho: no quería verle correr ni dar saltos, porque aquella cosa ya no era Yoda”.
Y pese a todo, la industria aún parece no querer darse cuenta. Por eso cree que Netflix canceló la serie de Cristal oscuro antes de tiempo. “Hoy en día todo tiene que funcionar a la primera. Nos dijeron que la serie había sido cancelada la misma noche en la que ganamos el Emmy. No habían permitido que aquello empezara a crecer otra vez. Y lo hubiera hecho, estoy segura. Para nosotros fue apasionante volver al universo de Cristal oscuro y poder ampliarlo. Habíamos esperado 40 años”, dice. Sonríe, turbada, cuando se le pregunta cómo se siente habiendo creado la clase de icono pop en que se convirtió instantáneamente Yoda. “Jamás pensamos que tendría ese impacto. Nos dio miedo que no resultase creíble. De repente ahí estaban todos esos hombres de carne y hueso dejándose guiar por un pequeño hombre verde. Aún hoy me parece increíble”, dice la hacedora de criaturas, que hoy, entre otras cosas, enseña a crearlas, pero no como las suyas. “Cada uno llevamos un montón de esas criaturas dentro. Solo hay que encontrarlas”, precisa.
Babelia
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