Almodóvar rodará en Nueva York su primer largometraje en inglés
El cineasta estrena en Cannes el mediometraje ‘Extraña forma de vida’, con Ethan Hawke y Pedro Pascal, un wéstern protagonizado por dos gais que subvierte el género: “Espero que a los americanos no les parezca muy atrevido”
La presencia de Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 73 años) en Cannes siempre provoca ebullición en el público local. Esta vez participa en una sesión especial con su mediometraje Extraña forma de vida, un wéstern que llegará a salas españolas el próximo 26 de mayo, con Ethan Hawke y Pedro Pascal como dos examantes que cruzan de nuevo sus pasos por pasión, y por muy distintas y ulteriores intenciones. El cineasta lo presenta en el certamen francés con una charla posterior con Hawke, que ha provocado largas colas y la desaparición en segundos en la taquilla virtual de las entradas para el evento. En vísperas del viaje habló con EL PAÍS de este proceso de creación, de su aversión infantil al género, que después se convirtió en pasión por el wéstern clásico, hasta el punto de que intentó rodar uno, a mitad de los años noventa, de la lección aprendida tras truncarse el proyecto de Manual para mujeres de la limpieza, con Cate Blanchett, y de su próximo filme: por fin rodará un largo en inglés (tras los dos mediometrajes) en Nueva York y con dos actrices anglosajonas.
Un verano de hace cinco años, Pedro Almodóvar encendió su ordenador y escribió un relato. Lo guardó junto a otros muchos. “Es mi proceso habitual de escritura, porque muchas veces lo hago por placer. Se me ocurre algo, escribo de 10 a 15 páginas y las dejo archivadas en el ordenador”, explica. “Una tarde escribí el diálogo de dos cowboys a la mañana siguiente de su reencuentro, tras pasarse toda una noche follando y bebiendo. Me gustaba mucho y lo puse a reposar”. Algunos de los relatos almacenados en el ordenador y en viejas carpetas azules se han agrupado en el libro El último sueño, que el cineasta publicó hace un mes. Pero el de los cowboys tuvo un viaje especial. “Lo escribí en parte, aunque no solo, como respuesta a Brokeback Mountain”. El filme de Ang Lee fue una de las ofertas de Hollywood que Almodóvar rechazó, porque comprendió que no le iban a dejar “desarrollar la acción” por donde él quería. “Hay un guiño a Brokeback Mountain cuando en aquella se planteaban qué iban a hacer dos hombres en un rancho, y aquí Pedro Pascal le responde a Heath Ledger [en un cruce imaginario de personajes]. Aquella vez fue la única en que Hollywood, en una producción grande, habla sobre ese mundo y el deseo mutuo de dos hombres... aunque era un Oeste moderno y en vez de vaqueros fueran pastores”.
El equipo de #ExtrañaFormadeVida juega a la petanca en Cannes. pic.twitter.com/NC4Goi4wWh
— Agustín Almodóvar (@AgustinAlmo) May 17, 2023
Para Almodóvar, que no haya más wésterns con personajes gais “habla de que hay algún tabú, porque es un género absolutamente masculino”. Y recuerda los pocos títulos con mujeres protagonistas, como Johnny Guitar. “Claro, es una película de Nicholas Ray, que siempre fue un director especial, que subvertía los géneros”, apunta. “Es como en los toros o el fútbol masculino, no hablamos de homosexualidad porque el tabú sobrevuela de forma parecida. En el wéstern nunca hemos hablado del deseo entre dos cowboys y me interesaba mucho su desarrollo dramático”, desgrana.
Ahora bien, el cineasta siempre lo vio como microteatro, hasta que un año después de redactarlo se cruzó con Anthony Vaccarello, el director creativo de Saint Laurent, y le propuso producirle algo: “Vaccarello venía de producir Lux Aeterna, de Gaspar Noé, e inmediatamente pensé en esos dos cowboys, en desarrollar cómo habían llegado a esa situación y cómo salían de ella”.
¿Hasta qué punto Almodóvar filmó este corto pensando en que posteriormente afrontaría Manual para mujeres de la limpieza, proyecto finalmente abandonado? “De hecho, los dos cortos, que por cierto me han abierto el apetito de seguir rodando en este formato —y me planteo un tercero para cerrar la trilogía—, tanto este como La voz humana, nacen por ahí, experimentar cómo me veía dirigiendo en inglés”, explica. Y entra al trapo: “Antes y durante el rodaje de Extraña forma de vida tuve mucho tiempo para reflexionar sobre Manual..., y me llevó a comprender que era un proyecto demasiado grande para mí. Sobre todo, por mis condiciones físicas. Había que hacer muchos viajes largos para localizar en Ciudad Juárez, Alburquerque, Oakland, en una bahía mexicana cerca de Acapulco... y mi espalda no da más de sí. Y otra razón, de la que me di cuenta en ese tiempo libre en el que esperaba a Cate Blanchett [productora y protagonista de Manual..., ella sigue adelante con el proyecto], es que cada elemento de los decorados se iba a fabricar nuevo: cada mesa, cada silla, cada libro... Yo soy muy pejiguero con el departamento de decoración, superviso cada detalle, y solo pensar en ello, uf. Llegué a preparar una calle de 100 metros de Oakland, y a elegir objetos que aparecían en una farmacia. Como es un drama de época, hay que fabricar todo, y entendí que me iba a volver loco, que no tendría el mismo control”.
¿Y no pensó también que, tras décadas de ser su propio jefe, su protagonista era su productora y, por tanto, su superiora? “No lo hablamos, la verdad, porque Cate no tenía tiempo para mucho. Si hubiera rodado el año pasado, me habría metido en la película y ya me habría apañado. Pero vivir esa espera de 12 meses me permitió escribir otra historia que me gustaba, filmar este corto y afrontar mis dudas. Hubo otro hecho. Yo ensayo mucho, y me di cuenta de que ni Pedro ni Ethan están tan acostumbrados a mi ritmo. Y eso que eran solo dos. En Manual... hay muchos más personajes, decorados y localizaciones, lo intuí imposible. Con gran dolor de mi corazón, por lo que me gustaba el guion, entendí que lo más honesto era bajarme del proyecto. Supongo que he quedado fatal con Cate”.
Abandoné ‘Manual para mujeres de la limpieza’ porque he entendido que se me da bien lo contemporáneo, que pueda hacer toda la dirección de arte, y películas intimistas con pocos personajes”
Vuelta a Extraña forma de vida, que rodó el verano pasado en Almería. “Yo no dejo de verlo como un corto, y me gusta que sea en Cannes, me parece un sitio inmejorable por el cariño que le dan al cine”, explica. Como en mucho de su cine, hay un equilibrio entre la pasión y la familia, entre cuál de los dos lazos puede más. “Es que los valores tradicionales, la familia, forman parte del corazón del wéstern. Y enriquecen la historia de estos dos tipos. Pensé en ellos como dos del grupo salvaje que acompañan a William Holden, que se enrollan una noche, se separan y se reencuentran 25 años después: uno es un sheriff, el otro un padre que viene a defender a su hijo. El deseo permanece, aunque ambos tienen intereses opuestos”. Almodóvar telefoneó directamente a Hawke y a Pascal, y aceptaron al momento. “Me parecían y me parecen perfectos para los personajes”.
De fondo, en Extraña forma de vida late la subversión de Almodóvar. Como titular y musicalizar un wéstern con un fado. No tanto el uso como referente pictórico de Georgia O’Keefe, uno de cuyos cuadros asoma incluso en la pared del rancho de la secuencia final. El director se explica: “Me fascina la obra tan variada de O’Keefe, esos montes, esas flores, esas cosas... Lo único anacrónico es el fado, y me permití el capricho. Pero es necesario para introducir rápidamente al espectador en la melancolía de la historia. En el resto he sido muy cuidadoso: usé cuadros de Maynard Dixon, el primer pintor centrado en indios y vaqueros para su obra en revistas con colores muy de cómic, y una pintura de Lillie Langtry, justo una estrella en la época de mi filme [segunda o tercera década del siglo XX]. Fíjate, no quería que me pillaran en un anacronismo, cuando siempre me ha dado igual”. Pascal usa en la película una chaqueta verde, que rápidamente Almodóvar justifica con una imagen de James Stewart en Horizontes lejanos, de Anthony Mann: es idéntica.
El wéstern, el género americano
Sobre el género recuerda que no jugó a indios y vaqueros: “El wéstern nunca me interesó mucho hasta que vine a Madrid. Hoy tengo muchos DVD, más ese clásico, el de Mann o el de John Sturges, que el wéstern europeo. De ahí salvo a Corbucci”. A mitad de los noventa, Almodóvar se planteó rodar un wéstern, y compró los derechos de El hombre que se enamoró de la luna, la novela de Tom Spanbauer (1991). “Yo me lo llevé a un tono tipo Tennessee Williams, aunque infinitamente más erótico, con indios y vaqueros gais. Escribí el guion, pero nadie se atrevió a producirlo”.
A mitad de los noventa compre los derechos de ´'El hombre que se enamoró de la luna’, pero nadie se atrevió a producir un wéstern tan gay y erótico”
El cineasta apunta otro detalle sobre el wéstern, el gran género estadounidense “con el que han construido su épica nacional, han estilizado y embellecido su pasado”. Y por eso él se ha inspirado en las películas, no en la realidad de la época. “A favor de Leone hay que decir que entre él y Morricone lo reinventaron. Yo me lo he llevado a mi terreno, espero que a los americanos no les parezca muy atrevido. Porque es el género más conservador, que habla de valores como la tierra, la honra cuando aún no hay leyes, y con él se justifica el uso y la posesión de armas. Ese cine sirvió de apoyo a la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense”.
El futuro profesional de Almodóvar está ya decidido. “Estoy preparando mi nuevo filme, pero a ritmo medio. Teníamos pensado rodar en octubre en Nueva York tres semanas de exteriores y los interiores en España y hay poquísimas horas de luz válidas. Ya tengo las localizaciones. Nos pasaremos a primavera por ese asunto, aunque mi problema es que las dos actrices protagonistas están ocupadísimas. Ninguna acaba antes de agosto, que si por mí fuera ya estábamos rodando”, desmenuza. Las intérpretes son anglosajonas y poco más desvela de una trama que, sí, se rodará en inglés. “Con lo Cate Blanchett he descubierto que tengo que ser humilde en mis trabajos. Lo que se me da bien es lo contemporáneo, que pueda hacer toda la dirección de arte, películas intimistas con pocos personajes y con trabajo directo con los actores como si fuera una obra de teatro”.
Babelia
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