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Pedro Pascal: “En los ochenta, los villanos en el cine proyectaban una imagen xenófoba. Ahora el hombre blanco por fin puede ser el malo”

Cuando se acercaba a los 40 se resignó a tener papeles esporádicos que le permitieran pagar el alquiler. Pero interpretar a Oberyn Martell en ‘Juego de tronos’ le cambió la vida y le abrió las puertas de ‘Narcos’. Desde entonces no para. Ahora es el malvado de la superproducción ‘Wonder Woman 1984’

“Ya tomé todas mis drogas muy temprano. En la mediana edad la resaca no es una opción”, confiesa el actor chileno.
“Ya tomé todas mis drogas muy temprano. En la mediana edad la resaca no es una opción”, confiesa el actor chileno.
Los Ángeles -

La primera gran oportunidad de su carrera se le presentó en 2011, cuando participó en el episodio piloto de Wonder Woman para la NBC, pero la cadena descartó la serie y Pedro Pascal volvió a su ocupación principal: hacer castings para interpretar al delincuente de la semana en la Ley y orden de turno. “Aquella cancelación fue una decepción, claro, yo quería trabajar. Me daba igual que fuese en algo bueno o malo, yo solo quería trabajar”, recuerda hoy desde su casa de Los Ángeles durante una conversación virtual con ICON. Ahora Pascal encarna al villano de Wonder Woman 1984, una de las superproducciones destinadas a devolver el público a las salas de cine.

¿Cómo no va a creer en el destino? El niño que se rompió el brazo dos veces jugando a ser Indiana Jones ha acabado convirtiéndose en el héroe favorito de los chavales (el cazarrecompensas en The mandalorian), de sus padres (el agente Peña en Narcos) y, bueno, el de todo el mundo (Oberyn Martell, La Víbora Roja, en Juego de tronos). Cuando Pedro era pequeño, los buenos siempre eran blancos y los malos rusos, árabes o latinos. El villano de Wonder Woman 1984, sin embargo, es un multimillonario blanco interpretado por un chileno.

“La película está ambientada en los Estados Unidos de los ochenta, que estuvieron marcados por la avaricia capitalista. Era un concepto contaminado de maldad. Despojado de humanidad, pero aun así absolutamente atractivo y seductor. Había que hacer salivar a la gente que soñaba con ser rica y exitosa. Es cierto que en aquella época los villanos en el cine proyectaban una imagen xenófoba. Ahora el hombre blanco por fin puede ser el malo”, explica Pascal.

Vestido con jersey de lana Prada, Pedro Pascal lidia tranquilamente con una popularidad tardía e inesperada. Si todo esto pasa, bromea, siempre puede volver a trabajar de camarero, profesión a la que ya le tuvo que coger el truco en el pasado.
Vestido con jersey de lana Prada, Pedro Pascal lidia tranquilamente con una popularidad tardía e inesperada. Si todo esto pasa, bromea, siempre puede volver a trabajar de camarero, profesión a la que ya le tuvo que coger el truco en el pasado.Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker

Algunos ya comparan a su personaje, Maxwell Lord, con Donald Trump porque de aquellos barros estos lodos: la glorificación de los magnates sin escrúpulos en los EE UU de Reagan convirtió a los tipos como Trump en modelos aspiracionales y estrellas glamurosas. “Trump no fue el núcleo de inspiración para mi personaje, en la pizarra de nuestra diseñadora de vestuario estaban Gordon Gekko [Michael Douglas en Wall Street], el Patrick Bateman de American Psycho y otros capullos con trajes caros de los ochenta. Todos aquellos millonarios que escondían desesperación, ambición desbocada y masculinidad aterrorizada”, aclara. Si Pedro Pascal suena como un socialista infiltrado en Hollywood es porque eso es exactamente lo que es.

“Cuando Reagan fue elegido, mucha gente de mi entorno se sintió frustrada porque las peores formas del capitalismo estaban ganando. En mi casa, con unos padres refugiados y socialistas, el conservadurismo no estaba demonizado pero sí iba en contra de lo que era importante para mi familia”, afirma. El padre de Pascal, José Balmaceda, era un médico partidario de Allende que le salvó la vida a un cura herido por la milicia de Pinochet.

El sacerdote fue después torturado y acabó confesando el nombre de su salvador. Cuando la policía fue a buscar a Balmaceda al hospital donde trabajaba, este cogió a su mujer y al recién nacido Pedro y saltaron el muro de la embajada venezolana en Santiago de Chile para pedir asilo político. Por eso Pedro acabó creciendo en San Antonio (Texas), en un hogar socialista pero en la tierra de Reagan. Un chileno sin recuerdos de Chile al que en el instituto llamaban Peter.

Con 20 años, Pascal estuvo en Madrid trabajando de gogó y guarda buen recuerdo. Aquí lleva un jersey Prada.
Con 20 años, Pascal estuvo en Madrid trabajando de gogó y guarda buen recuerdo. Aquí lleva un jersey Prada.Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker
El actor nacido en Chile pero criado en Estados Unidos viste jersey y traje Paul Smith.
El actor nacido en Chile pero criado en Estados Unidos viste jersey y traje Paul Smith.Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker

Pascal nunca ha dejado atrás la mentalidad de inmigrante. Incluso su padre, que llegó a abrir una consulta en California, vivió siempre con el terror a que en cualquier momento todo pudiera desvanecerse. “No importa quién seas, cuánto estés trabajando o cuánto te paguen. En el fondo siempre piensas que cada trabajo es el último”, confiesa el actor. Quizá por eso no se atrevió a mudarse del cuchitril en el que vivía en Red Hook (Brooklyn) a una casa más adecuada para una estrella de Hollywood hasta que terminó los rodajes de Kingsman 2 y Narcos. Tampoco es que hubiera pasado más de una semana entera en su casa desde que, en 2014, Juego de tronos lo convirtiese en el tipo con el que más gente querría irse de cañas.

Pascal supo enseguida que Oberyn Martell, la rockstar de Poniente que siempre parecía dispuesto a pelear o a fornicar con la misma chulería, iba a cambiarle la vida. “Había hecho un montón de castings para obras de amigos, para anuncios de fábricas de fotocopiadoras o para películas independientes muy serias que no iba a ver nadie, mientras veía cómo muchos personajes que yo había estado a punto de interpretar le cambiaban la vida a otros actores. Y gracias a mi experiencia y madurez, reconocí el potencial de Oberyn. Entendí quién era y quién podría ser”, presume.

El actor se enteró de la audición cuando uno de sus alumnos de interpretación le contó que había hecho la prueba pero que le habían descartado por su juventud. Pedro espabiló y debió pensar: “¿Qué haría Oberyn?”, así que grabó un vídeo en su teléfono y se lo envió a su buena amiga la actriz Sarah Paulson. Ella se lo pasó a su buena amiga la actriz Amanda Peet y esta a su marido, David Benioff, uno de los creadores de Juego de tronos. El resto es historia de la televisión y de los dolores de cabeza: cuando informó al productor de Narcos de que estaba disponible para interpretar al policía perseguidor de Pablo Escobar, este le acusó de estar haciendo un spoiler de Juego de tronos: si Pascal tenía la agenda libre es que Oberyn iba a perder su pelea contra La Montaña. No se podía imaginar, claro, de qué forma.

‘La Víbora Roja’ de ‘Juego de tronos’, con camisa y pantalón Dzojchen. Los zapatos son Louboutin.
‘La Víbora Roja’ de ‘Juego de tronos’, con camisa y pantalón Dzojchen. Los zapatos son Louboutin.Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker
Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker

Parte de esa energía eléctrica, vividora y hedonista de Oberyn le viene a Pascal del verano (el de 1996) que pasó en Madrid, donde además de estudiar trabajó de gogó en una discoteca. Aquella estancia fue transformadora porque el actor se dio cuenta de que llevaba toda su vida teniendo que adaptar su identidad con cada nueva mudanza, pero en Madrid se sintió en casa sin esfuerzo. “Tenía 20 años y me gustó tanto que casi me mudé. Mi idioma principal es el inglés, tengo acento americano y puedo pasar por blanco. Pero en mi casa se daban muchas diferencias culturales respecto al mundo exterior y recuerdo que a los 20 años, cuando vine a Madrid, me sentí muy cómodo en mi propia piel de un modo que no había sentido nunca en ningún otro lugar. Supongo que no era consciente de que me había pasado la infancia y la adolescencia aprendiendo nuevas formas de adaptarme, de conectar, de aprender y de ir tirando. Por el contrario, vivir en Madrid me resultó orgánico y fácil. Hice amigos enseguida y me sentí arropado”, recuerda.

Cuando se acrecaba a los 40 Pascal ya estaba resignado a ser un actor con los suficientes trabajos esporádicos como para pagar el alquiler. Según él, su nariz aguileña era una nariz de malo para los estándares de Hollywood. Lejos de ofenderse o frustrarse por este encasillamiento, estaba deseando que lo hicieran, si eso se traducía en un nuevo cheque. “Es muy extraño desarrollar una fantasía de niño, tener la oportunidad de convertirla en un hobby, después en unos estudios y finalmente transformar todo eso en una carrera. Esa es la apuesta. Pero mi sueño de convertirme en Leonardo DiCaprio murió. Murió docenas y docenas de veces. Así que para seguir adelante debía aceptar que, como mucho, iba a ser un actor con trabajo. Eso ya era un triunfo”, asegura. “Además, acepté que no estaba cualificado para nada más, no tenía más habilidades: había puesto todo mi tiempo, mi energía y mi concentración en ser actor y el resto en vivir la vida y pasármelo bien”.

Esa ausencia de vanidad pervive hoy, incluso cuando lleva cinco años sin parar de participar en proyectos a gran escala. Después de Juego de tronos ha rodado ocho películas, de las cuales siete son superproducciones de acción. La ola de la fama le llegó cuando ya no la esperaba pero cuando estaba preparado de sobra para cabalgarla. Aun así, cada día de trabajo es una sorpresa y reconoce que lo que más le asombra de Hollywood es la pura resistencia física que tiene la gente. “A veces un proyecto puede parecerse a construir una ciudad, con todas las horas, todo el trabajo y toda la energía que requiere. Algunas personas tienen mejor estamina y pueden sacar cosas adelante habiendo dormido poco. Eso es una contradicción interesante: todas las personas involucradas creativamente en una película tienen una sensibilidad especial y a la vez han desarrollado una piel muy dura y energía para atravesar la experiencia física de rodarla”, se admira.

Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker
Pascal posa en exclusiva para Icon con jersey y abrigo de cuero Dolce & Gabbana.
Pascal posa en exclusiva para Icon con jersey y abrigo de cuero Dolce & Gabbana.Foto: Danielle DeGrasse-Alston / Realización: Warren Alfie Baker

Entonces Pascal cambia al español (el idioma que usa para confesar intimidades) y explica, en pocas palabras, que está mayor para esta mierda. “Yo pensaba que tenía toda la energía del mundo y ahora, a mis 40, veo que... ¡wow! Hay momentos en los que no sé si seré capaz de alcanzar el objetivo, porque mi energía no está al nivel necesario. Pero siempre lo saco adelante”, garantiza. Quizá por eso la gente se droga tanto en Hollywood. Pascal responde entre carcajadas y de nuevo en castellano.

“Yo ya tomé todas mis drogas muy temprano. Es algo que ya está demasiado en el pasado, y en la mediana edad como que la resaca no es una opción. No, no, no”, asegura. ¿Y si la otra resaca, la de la ola de la fama, le pasa por encima? “Yo era un buen camarero. No al principio, porque me despidieron muchas veces, pero acabé cogiéndole el truco”, bromea. Si lo de Hollywood no sale bien siempre podrá volver a poner copas. Pero de momento Pedro Pascal es la personificación de que el sueño americano, aunque a veces tarde un poco más de la cuenta en materializarse, existe de verdad. Incluso Ronald Reagan estaría orgulloso.

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