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‘Hamnet’ resucita en la ciudad natal de Shakespeare

La novela de Maggie O’Farrell llega al teatro en una versión de la Royal Shakespeare Company, con la que culmina el reconocimiento de personajes invisibilizados en su biografía, como su mujer y su hijo

Tom Varey (William Shakespeare), Madeleine Mantock (Anne Hathaway) y Peter Wight (Will Kempe), en una escena de la adaptación de 'Hamnet' por la Royal Shakespeare Company.Foto: MANUEL HARLAN (RSC)
Álex Vicente

En la ciudad natal del dramaturgo más conocido de la historia occidental, todo es shakesperiano hasta rozar el hartazgo: los pubs, los inns, los hoteles, los restaurantes y las tiendas de souvenirs lucen el nombre del bardo con insistencia, delineando una especie de parque temático al que empiezan a llegar los turistas en un día de primavera todavía tímido. En la pequeña patria del autor, la Royal Shakespeare Company, fundada en Stratford-upon-Avon en 1879 para preservar el legado de sus obras, acaba de estrenar Hamnet, adaptación teatral de la exitosa novela de Maggie O’Farrell, que ha vendido 1,5 millones de copias desde que se publicó durante la pandemia de 2020.

La sede de la compañía, situada a pocos pasos de la casa natal del escritor, es el lugar idóneo para resucitar a personajes como Shakespare, su mujer Anne Hathaway —rebautizada por O’Farrell como Agnes tras toparse con ese nombre en el testamento de su padre— o sus gemelos, Judith y Hamnet. El fallecimiento de este último a los 11 años, en plena epidemia de peste bubónica, pudo inspirar su celebérrima obra sobre el príncipe de Dinamarca, escrita solo un lustro después de su muerte e impregnada de las cuestiones existenciales que suelen derivar de ella. “Con Hamnet intenté explorar la conexión entre la muerte de su hijo y la escritura de la obra que lleva su nombre (con una letra de diferencia), y preguntarme de dónde viene el arte y por qué lo necesitamos”, afirma O’Farrell, que acaba de publicar El retrato de casada (editado, igual que Hamnet, por Libros del Asteroide), por correo electrónico desde su casa en Edimburgo.

La escritora Maggie O'Farrell presenta su nuevo libro, 'El retrato de casada', durante una visita a Madrid, en marzo pasado.
La escritora Maggie O'Farrell presenta su nuevo libro, 'El retrato de casada', durante una visita a Madrid, en marzo pasado.Atilano García (SOPA Images / LightRocket / getty)

No fue su única misión. O’Farrell también quiso descifrar el enigma que sigue encarnando la mujer de Shakespeare. “Un vacío en forma de esposa, que los idólatras del bardo rellenaron después con sus propias especulaciones”, como escribió Germaine Greer en su ensayo dedicado a Hathaway en 2007. Sometida a todos los estereotipos misóginos, Anne/Agnes ha sido tratada de campesina analfabeta que se aprovechó de Shakespeare, de curandera, vidente y posiblemente bruja, pese a que no exista ninguna prueba de todo ello, según O’Farrell. Si los mayores expertos usaron su imaginación para dibujar sus rasgos, ella también podía: la autora decidió imaginar una biografía alternativa para un personaje ignorado y vilipendiado, convirtiéndola en una especie de icono prefeminista en luto por su hijo. Estrenada cuando se cumplen 400 años de la muerte de Hathaway, esta adaptación teatral resulta fiel a la mirada de O’Farrell y coloca a la esposa de Shakespeare en el centro de la obra, de la misma manera que los visitantes que se adentran en la casa-museo del escritor, en el centro de Stratford, preguntan cada vez más por Anne y menos por William a las guías vestidas de lugareñas con atuendo isabelino que les ayudan a recorrer el lugar.

La obra se representa hasta mediados de junio en el Swan Theatre, recién reformado y reabierto por primera vez desde el confinamiento, antes de desembarcar en otoño en el West End de Londres. Coproducida por la compañía teatral de Sam Mendes, la adaptación está firmada por Lolita Chakrabarti, responsable del exitoso musical basado en La vida de Pi que se representa ahora en Broadway, que desmontó la estructura desordenada del libro de O’Farrell y decidió reorganizar la historia cronológicamente. El resultado es una obra más sencilla y ligera que el original, o “más predecible y sentimental”, como escribió The New York Times tras su estreno. “Una narración no lineal puede funcionar en el libro, pero es problemática para un público de teatro. Los saltos temporales implicarían muchos cambios de escena y de vestuario”, justifica O’Farrell, que reconoce que su participación fue escueta. “Me mostraron dos borradores del libreto y propuse mis comentarios sobre ambos, principalmente sobre detalles históricos y, a veces, sobre los giros narrativos”. Al final, Chakrabarti no logra igualar el calado emocional de la novela en su adaptación, a excepción del tramo final, cuando la protagonista entiende las ausencias y los silencios de su marido: Shakespeare estaba ocupado creando una obra maestra que iba a inmortalizar a su difunto hijo.

La mayor valentía de este Hamnet teatral es haber convertido a su heroína en una mujer mestiza. Que la pareja protagonista sea interracial no solo refleja la realidad de la época, en la que los moors (o moriscos), como se designaba a las personas no blancas en la Inglaterra isabelina, podían verse en las calles de cualquier ciudad. También parece hacer un guiño a las propias obras de Shakespeare, en las que abunda su presencia: Otelo, Tito Andrónico o El mercader de Venecia, por ejemplo, hablaban de historias de amor entre personajes de razas distintas. Por otra parte, la Dama Oscura de sus sonetos podría no ser Mary Fitton, la aristócrata expulsada de la corte de la reina Isabel después de quedarse embarazada, sino Black Luce, una mujer negra propietaria de un burdel con vínculos con la escena teatral londinense, como recuerda Farah Karim-Cooper, profesora del King’s College y miembro de la dirección del Globe Theatre en Londres, en un ensayo recién publicado sobre Shakespeare y la negritud.

La próxima etapa será la adaptación al cine del libro, impulsada por Spielberg, dirigida por Chloé Zhao (’Nomadland’) y protagonizada por Paul Mescal en el papel de Shakespeare

Hace unos años, O’Farrell deambuló por el cementerio de la Holy Trinity Church, la iglesia pegada al río Avon donde reposan los cuerpos de Shakespeare y su esposa, buscando la tumba de sus hijos. No tuvo éxito, porque no existen. Fue entonces cuando decidió pedir permiso a la diócesis de Coventry para plantar dos árboles en honor a Judith y Hamnet. “Ahora la iglesia cuenta con dos bustos de William y Agnes mirando a esos dos serbales. Me hace feliz cuando lo veo”, dice la escritora. Al lado de cada árbol, O’Farrell añadió una cita de las obras de Shakespeare. La que está dedicada a Hamnet retoma la canción que Ofelia cantaba con insolencia a Gertrudis en la obra teatral que el niño habría inspirado: “Muerto es ya, señora, / muerto y no está aquí. / Una tosca piedra / a sus plantas vi / y al césped del prado / su frente cubrir”.

El libro de O’Farrell parece responder a una tendencia común en estos tiempos: reivindicar el papel que jugaron personajes clave del entorno de un gran genio —la hija de Marx, las mujeres de Picasso—, contradiciendo las tesis en boga durante las últimas décadas, que instaban a menospreciar la biografía del artista y a privilegiar el estudio de sus obras casi en abstracto. “Siempre me pareció que la muerte del autor era una teoría extraña”, responde la escritora. La próxima etapa será la adaptación cinematográfica del libro, impulsada por la productora de Steven Spielberg y dirigida por Chloé Zhao después de ganar el Oscar por Nomadland. Sus protagonistas, según se acaba de saber, serán Paul Mescal en el papel de Shakespeare y Jessie Buckley en el de su esposa. Queda Hamnet para rato.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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