‘Aftersun’: por qué internet rinde culto a la devastadora y luminosa joya ‘indie’ británica del año
Tras arrasar en los British Independent Awards y ganar el French Touch de Cannes, el delicado debut de Charlotte Wells llega a los cines como favorita en la conversación cinéfila alternativa
No lo vio venir ni lo pretendía, pero Charlotte Wells (Edimburgo, 35 años) ahora sabe que casi todo el mundo llora al acabar Aftersun. Se lo han confirmado periodistas, lo ha leído en reseñas y hasta ha escuchado gemir desconsoladamente a espectadores anónimos tras su asiento en algún pase de festival. “Te aseguro que mi intención no era hacer llorar a nadie ni quise poner el énfasis en eso, pero creo que es un indicador de cómo la película ha conectado a un nivel muy profundo con la gente, y eso, francamente, ha sido increíble”, asegura al otro lado de la pantalla en una conversación telemática.
Afincada en Nueva York desde hace unos años, la escocesa llega con una jornada apretada de promoción internacional. Tras cosechar 35 premios en festivales en lo que va de año —entre ellos el French Touch de Cannes, cuatro premios Gotham y arrasar en el palmarés de los British Independent Awards (BIFA), haciéndose con la estatuilla a mejor película, mejor dirección, guion, dirección debutante, fotografía, edición y supervisión musical—, su debut en un largo que cuenta unas vacaciones en los años noventa de un padre y su hija en un resort británico en Turquía llega a los cines españoles este 16 diciembre. Y lo hace apoyada en más de 60 millones de reproducciones en TikTok que son puras declaraciones de amor de los usuarios, clips virales de sus protagonistas y hasta un 100% de lectura positiva en su aterrizaje en Rotten Tomatoes, el termómetro emocional de la crítica en la Red.
El hype —ese anglicismo que captura a la perfección la mezcla de bombo, sensación de persecución y expectación— no podía estar más alto: la devoción indie por Aftersun, a estas alturas del año, ya roza el estatus de culto. “Soy consciente de lo que se comenta en la Red, yo también a veces me veo buscando cosas, pero no creo que sea algo bueno, sino más bien peligroso. Por un lado, es cierto que necesitas que la gente vaya al cine; por otro, es mejor que la gente vaya a la sala sin ningún contexto”, aclara su directora, abrumada de forma sincera por el revuelo.
Llenar el vacío de la pérdida
En esta tierna y devastadora película sobre la experiencia de la pérdida, Sophie, una mujer de 30 años que acaba de ser madre, rememora, a través de sus recuerdos y de las cintas de vídeo que grabó, la semana de vacaciones en Turquía que compartió con su padre (Calum) cuando él tenía su edad y ella, 11 años. Empleando esos VHS como piezas de un puzle emocional sin encajar, Sophie mira hacia atrás como si aquellos clips pudiesen ofrecer respuestas a un enigma que nunca despejará. “Cuando pierdes a alguien es como si pasaras a ser el único guardián de esos recuerdos compartidos. La relación se convierte en una experiencia totalmente unilateral y es ahí cuando genera una pérdida real. Eso es con lo que juega la película: qué significa cuando eres la única capaz de recordar, cuando te ves obligada a llenar esos vacíos que nunca pudiste llenar”.
Extrañados aunque unidos, padre e hija comparten una semana bajo el sol con la urgencia de esos momentos que saben a reencuentro y despedida al mismo tiempo. Sin la necesidad de explicar demasiado y con un inteligente uso narrativo de la banda sonora —como ese momento en el que bailan Under Pressure en una secuencia ensoñadora—, Wells ofrece elocuentes vacíos sobre el currículo vital de un padre sensible y retraído que arrastra un pasado que se intuye convulso. Un joven deprimido y gentil que parece haber vivido demasiado rápido, al que lo confunden con el hermano mayor de su hija y que ya no vive en la ciudad en la que reside Sophie con su madre. “Me parece bonito que compartamos el mismo cielo”, le cuenta su hija en uno de esos momentos de intimidad que, lejos de ser edulcorados o forzados, se presentan, como casi todo en la película, como instantes únicos y mágicos.
Sin moralismos
Interpretada con maestría por Frankie Corio, que fue elegida tras un casting a 800 niñas, esa Sophie avispada y resuelta, a punto de descubrir su sexualidad y que ansía experimentarlo todo, se ha convertido en la revelación de la temporada. A su discurso viral en los BIFA en los que gritó “¡Yo soy la estrella!” hay que sumar al interés que de por sí ya despierta Paul Mescal, que interpreta al padre. El irlandés es uno de los novios favoritos de internet desde que protagonizó la adaptación de Normal People de Sally Rooney y se conoció su relación con la artista Phoebe Bridges. “Me siento responsable por haber metido a Frankie en esta industria siendo tan joven. Pero creo que es realmente buena en lo que hace y nosotros intentamos ayudarla en todo. Definitivamente, Paul era el que estaba más preparado para lo que iba a llegar después. A veces, yo también me he podido sentir paralizada por esta atención”, apunta su directora, que juntó durante dos semanas en Turquía a los protagonistas para lograr esa complicidad sincera entre ambos.
Wells teje un vínculo delicado y sensorial que rueda de forma cercana, creando imágenes oníricamente bellas, y lo hace sin inmiscuirse en las decisiones de sus personajes. “Esta es una película sobre el duelo, pero también sobre la alegría. Y para mí era crucial no juzgar ninguna de las facetas de sus vidas”, aclara su directora. Quien mira es quien se enfrenta a sus propios prejuicios. “Sé que la gente espera ver la película de cierta manera, como si tuviese que pasar algo terrible o tuviese que haber una gran disculpa. Sin embargo, la clave también es mostrar cómo los niños pueden llegar a ser mucho más resilientes de lo que creemos”, añade.
El detalle de Torremolinos
“Cuando escribes una película y eres la única autora es inevitable que cada persona que aparezca sea una expresión distinta de tu vida”, cuenta Wells. Y con su intenso debut, es inevitable preguntarse por el poso autobiográfico que ha dejado en el filme. “Siempre me preguntan si la película lo es”, aclara la escocesa cuándo se le cuestiona por si esa frase clave sobre el extrañamiento que dice Calum a su hija en un momento de la película (“Existe este sentimiento, una vez abandonas el sitio donde creciste, de que ya no pertenecerás a ese lugar nunca más”) la ha experimentado ella misma respecto a su Edimburgo natal. “Tiendo a responder que la película no está exactamente inspirada en mí y mi padre del todo, y este es un buen ejemplo para entender que quien habla ahí no es él, soy yo”, aclara.
Y, antes de colgar, ofrece otra pista clave más. Ese complejo turístico hecho para británicos precarios ansiosos de sol que podría ser gemelo de los que abarrotan la costa española, en realidad sí lo es un poco. “Ese momento en el que una de las guías turísticas grita a la velocidad de la luz ‘¡Torremolinos!’ me pasó, exactamente igual, en España de vacaciones con mi padre cuando era una niña. Fue algo que siempre nos pareció muy gracioso. Necesitaba meter esa broma, aunque la película transcurra en Turquía. Sin duda, podría haber existido otra versión de esta película que ocurriese en Torremolinos”.
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