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Consuelo de Saint-Exupéry: la mujer maltratada por el gran héroe de la literatura francesa

Una nueva traducción al español recupera las memorias de quien inspiró el personaje de la rosa de ‘El principito’

La artista Consuelo de Saint-Exupéry realiza un busto de su marido, el escritor Antoine de Saint-Exupéry, el 9 de septiembre de 1952.
La artista Consuelo de Saint-Exupéry realiza un busto de su marido, el escritor Antoine de Saint-Exupéry, el 9 de septiembre de 1952.Keystone-France (Getty Images)
Nora G. Fornés

“Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas”, le dice el principito al aviador del famoso cuento de Antoine de Saint-Exupéry. En apariencia inofensiva, esta afirmación cobra un sentido menos entrañable al leer Memorias de la rosa, el libro en el que la mujer del autor de El principito, la artista salvadoreña Consuelo de Saint-Exupéry (Consuelo Suncín Sandoval de soltera), narra la tumultuosa relación que mantuvo con su marido. En ella se inspiró el célebre piloto para crear al personaje de la rosa orgullosa que atormenta al pequeño príncipe del planeta B 612 y Consuelo fue consciente de ello. Pero estas memorias, recién reeditadas en español por la editorial Espinas, desvelan la tortura emocional a la que la sometió su marido.

Desde su primer encuentro en Buenos Aires en 1930 y hasta la muerte del piloto en una misión de la Segunda Guerra Mundial en 1944, Antoine la ignora a propósito para castigarla, la chantajea —en numerosas ocasiones le dice que se morirá si lo deja—, la humilla delante de sus amigos y familia, la manipula para que se sienta culpable de sus propias infidelidades con actrices y autoras, la controla, la aísla de las amistades que ella teje y la intimida. Se podría cantar bingo con todas las situaciones del libro en las que se presentan signos de lo que hoy consideran los psicólogos una relación tóxica, en la que la mujer maltratada no es capaz de salir de su situación de abuso.

¿Por qué es tan desconocida la faceta de maltratador del autor francés? Para Alicia de la Fuente, la editora de este libro y fundadora de la editorial Espinas, dedicada a resucitar textos de autoras olvidadas por el canon, está muy claro: “No interesa que se sepan las cosas que ella cuenta porque Saint-Exupéry es un héroe nacional en Francia y casi un mártir que murió combatiendo en la Segunda Guerra Mundial. Es peliagudo desmitificar al genio”. Disponible en 498 lenguas, El principito es el libro más traducido en el planeta después de los textos religiosos y Saint-Exupéry el autor francés más vendido, aun 80 años después de su publicación.

Antoine y Consuelo de Saint-Exupéry en París en 1936.
Antoine y Consuelo de Saint-Exupéry en París en 1936.Keystone-France (Getty Images)

Consuelo escribió estas memorias en Nueva York durante la guerra y después de la muerte de su esposo, pero al acabarlas las encerró en un baúl que se llevó consigo a Francia y que no volvió a abrir. A su muerte, en 1979, pasaron a las manos de su secretario, José Martínez-Fructuoso, que heredó toda su obra. Este no las sacó a la luz hasta el centenario del nacimiento del aviador, en el año 2000. “He dudado mucho antes de tomar la decisión de revelar su existencia”, escribió. Le cedió el texto a Alain Vircondelet, biógrafo de Saint-Exupéry, que coincide con De la Fuente: el heredero no se atrevió hasta entonces a publicarlo “por miedo a romper o, más bien, desmitificar al héroe”, explicó Vircondelet en una entrevista para France Culture en 2021.

La fundadora de Espinas opina que, en el fondo, Consuelo sí que deseaba que salieran a la luz en algún momento: “Un manuscrito que no se destruye y que además se deja en herencia es una declaración de intenciones. Ella no se atrevió a publicarlo en vida. Creo que sabía que no se la iba a creer o que iba a pesar más la memoria y la reputación del autor”. Cuando las memorias se publicaron en Francia en 2000 no tuvieron una gran repercusión, pero en 2021 Gallimard publicó la correspondencia entre los dos considerados enfants terribles del panorama cultural de los años treinta, y puso en evidencia el abuso emocional de “Tonio” hacia Consuelo.

“Esta correspondencia permite al gran público descubrir que Saint-Exupéry tenía una mujer, que era un personaje franco, frontal, exuberante, que asumía su poesía y su faceta excesiva. Antoine estaba muy enamorado de ella, tenía prontos muy violentos y momentos más dulces, pero sobre todo exhibía un narcisismo enorme. Las cartas muestran cómo Saint-Exupéry se escucha a sí mismo, cómo quiere ser amado antes que amar. Y a pesar de todas sus palabras de amor, nunca dejó de engañar a su mujer”, dijo Vircondelet en la misma entrevista para la radio francesa en 2021.

Memorias de la rosa es, admite De la Fuente, difícil e incluso desagradable de leer: “Muchas mujeres se enfadan de que Consuelo sea tan pasiva, tan permisiva con él, pero creo que es importante que genere ese rechazo en la lectura de hoy”. La monologuista Pamela Palenciano (No solo duelen los golpes) denuncia en el prólogo del libro que las mujeres hayan sido educadas para mirarse a través de los ojos de los demás. “Somos la otredad, porque salimos de las costillas de Adán. Nos entrenan en la espera porque nuestro lugar es la pasividad”, escribe. También De la Fuente hace referencia al impacto negativo del lugar de la mujer en los mitos fundacionales: “Desde el mito de Ulises, en el que el papel de Penélope es esperar eternamente mientras el gran héroe vive su epopeya, hasta los cuentos populares, las mujeres siempre han asumido el rol de la persona frágil a la que hay que salvar y que, además, sirve de premio al hombre”.

Portada de 'Memorias de la rosa', ilustrada por Jana Domínguez, que versiona la portada de 'El principito', pero esta vez pone en primer plano a la rosa.
Portada de 'Memorias de la rosa', ilustrada por Jana Domínguez, que versiona la portada de 'El principito', pero esta vez pone en primer plano a la rosa.Editorial Espinas

La cosificación e infantilización de Consuelo por los personajes masculinos en sus memorias es constante. En el primer capítulo, muestra cómo sus amigos intelectuales la llaman “niña” (a los 29 años y tras haber estado casada dos veces). Cuando conoce por primera vez a Saint-Exupéry, él la obliga a subirse con él en un avión contra su voluntad, dirige la nave hacia el mar diciéndole que o le besa o se estrellan y, al final, ella cede. Entonces exclama: “Me gusta porque es una niña y tiene miedo”. “Yo tenía que hacerme pequeña, tenía que vivir en sus bolsillos”, escribe Consuelo una vez ya están casados.

Paradójicamente, encarna muchas veces el papel de madre, y lo trata como si fuera su hijo o un “niño grande”. Le prepara la maleta cada vez que parte a una misión aérea, cuando se van a vivir juntos a una casa en Tagle (Argentina), ella es quien le fabrica un estudio. Cada noche, le pide cinco o seis páginas de Vuelo nocturno, que leen y editan juntos. El biógrafo de Saint-Exupéry enfatiza la importancia de Consuelo como artista. “Ella fue una de las grandes pintoras y escultoras de su tiempo. Conocía a Picasso, era amiga de Dalí, que le ayudó mucho en Nueva York, y de los surrealistas, como André Breton o Max Ernst”, contó en la misma entrevista de 2021. Nacida en 1901 en El Salvador, se casó con el diplomático guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, del que se quedó viuda en 1927, tres años antes de conocer al aviador.

A propósito de su influencia sobre la creación de Vuelo nocturno (al que, por cierto, le encontró ella el título, porque en principio iba a llamarse Noche pesada), Consuelo escribe: “Estaba tonta. Creía que yo también tenía derecho a la admiración por su obra, creía que era de los dos... ¡Qué error! Nada hay más personal para un artista que su obra: aunque le entregues tu juventud, tu dinero, tu amor, tu valor, ¡nada de ella te pertenece!”. Esta coautoría silenciada se ve respaldada cuando, después de un frío reencuentro en Nueva York, Antoine la instala en un apartamento distinto al suyo, le regala una máquina de escribir y le dice: “Eres una gran poeta, Consuelo. Si quisieras, llegarías a ser mejor escritora que tu marido…”.

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Sobre la firma

Nora G. Fornés
Redactora de la sección de Cultura y Televisión desde septiembre de 2022. Licenciada en Filología inglesa por la Universidad Sorbona y máster de enseñanza por la INSPE de París. Antes de incorporarse a EL PAÍS, trabajó como profesora de secundaria de inglés. Cursó el máster de Periodismo UAM-EL PAÍS en la promoción 2021-2023.

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