Marwán ve la luz tras su año más terrible: “He crecido como artista a lo bestia”
El músico, que celebra con un disco sus 20 años de carrera, cuenta el accidente que sufrió en Nueva York y cómo ha cambiado su trayectoria. “He soltado la guitarra y soy mejor artista”, asegura
Marzo de 2022. Sábado 19, Día del Padre. Marwán está en Nueva York disfrutando de un viaje junto a su progenitor. Han pasado un día perfecto, practicando el arte del turismo en una jornada no demasiado fresca y comiendo en un buen restaurante. El músico lleva en su agenda visitar una tienda de guitarras que le han recomendado emplazada en la calle Rivington, en Manhattan. Igual se permite un capricho que puede estrenar en su próxima gira. Pero justo al salir del comercio, su mundo se detiene: una bicicleta que circula en dirección prohibida se lo lleva por delante. Su cuerpo impacta con el asfalto y siente un dolor muy fuerte en el brazo derecho. Unos minutos después, se quita la cazadora y comprueba que su codo está destrozado. Un pensamiento lo abruma de inmediato: “Nunca más voy a poder tocar la guitarra”.
Un año después, marzo de 2023, Marwán Abu-Tahoun Recio (Madrid, 44 años) se encuentra contando la historia en el salón de su estiloso piso reformado en el centro de la capital. Se ha sentado en un sofá y ha colocado un par de cojines debajo de la extremidad dañada. Más tarde, cuando se pone de pie al posar para las imágenes que ilustran este artículo, se disculpa ante el fotógrafo por lo estático de su brazo.
“El que me atropelló se acercó, se interesó por mi estado y luego se fue. La gente que estaba allí me dijo que lo denunciase, pero no reaccioné. En ese momento estaba con una nebulosa en la mente. Estaba ido…”. Tuvo seis fracturas, cinco de codo y una en el brazo. Acudió a un hospital neoyorquino para una primera cura y cogió el primer avión para España, donde lo operaron (“en la sanidad pública, el 12 de Octubre”). Seis horas de intervención. Los médicos le han reconstruido el codo a base de colocar placas y prótesis. Salió del quirófano con el brazo totalmente rígido. Debía trabajar duro para romper las adherencias. Después de nueve meses de rehabilitación, la conclusión es que no podrá nunca llegar a la situación anterior al accidente. Ha perdido un 30% de movilidad.
Han pasado 12 meses desde la operación y todavía se le carga el brazo cuando hace alguna actividad. Como tocar la guitarra. “Ha sido el año más terrible de mi vida”, cuenta. Y explica: “El brazo dañado es el derecho y soy diestro. En los primeros días, me puse un objetivo: poder valerme por mí mismo para lavarme o cepillarme los dientes. Si no podía hacer eso, tenía un problema. Después de la rehabilitación lo he conseguido. Puedo hacer más o menos todo… con una postura de aquella manera”. La vida continúa y Marwán, un experto en erguirse ante la adversidad, ha logrado revertir la situación. “Ahora ya no voy a tocar la guitarra en los conciertos. La he soltado y soy mejor artista. Me puedo expresar mucho mejor. Cojo el micrófono, salto, corro, voy de lado a lado, vacilo con la gente. Antes estaba con la guitarra y el micrófono, todo excesivamente estático. Es curioso, porque he sufrido y sigo sufriendo con esto, pero he crecido como artista a lo bestia”.
Este será el nuevo Marwán, el de después del accidente, que celebra este 2023 sus 20 años de carrera. Lo hace regrabando sus temas en formato dúo: con Izal, Ismael Serrano, Funambulista, Luis Ramiro, Nach… Los primeros adelantos del disco ya se puede escuchar: con Mikel Izal (Mi paracaídas) y con Miguel Poveda (La ecuación). En los próximos meses irán goteando otras canciones, hasta completar el disco allá por octubre. Inmediatamente, se pondrá de gira.
Dos décadas ya de un artista construido sobre una base de trabajo duro. El padre de Marwán nació en un campo de refugiados palestino. Consiguió trasladarse a España, donde conoció en Madrid a una soriana llamada Nieves Recio. De ese amor nació Marwán en 1979, y se crio en el popular barrio madrileño de Aluche. “Los ochenta fueron duros en los barrios periféricos de la capital, con la heroína pegando duro y los primeros años del sida. Recuerdo que mis padres me advertían continuamente para que no tocara ninguna jeringuilla que encontrase en la calle. Y en el parque de Aluche había muchas”, explica. Sufrió episodios de racismo, por su nombre y su apariencia física, heredada de su padre. Cuenta uno terrible, que lo marcó: una paliza que le procuró un profesor. “Ya había aguantado racismo por parte de ese profesor en varias ocasiones. Yo acababa de cumplir 11 años. Tengo las imágenes a fuego en la memoria, porque me resultó supertraumático. Una compañera había hecho una tortuguita de arcilla y yo, al moverla, le rompí una pata. El profesor vino hecho un basilisco y gritando. Me empujó con violencia. Yo le dije: ‘¿Qué hace, gilipollas?’. Y empezó a pegarme y a arrastrarme por el suelo”. Marwán tenía un compañero marroquí. “Yo era muy inocente: él me contó lo que era el racismo”. Se burlaban de los dos llamándolos “moros”. El futuro músico no lo entendía: “Creía que había algo malo en mí”. Empezó a desarrollar una personalidad extrema: o era muy sensible o especialmente bruto.
Con 15 años le regalaron su primera guitarra y comenzó a desarrollar su creatividad. El primer concierto que vio en su vida fue uno de Barón Rojo en las fiestas de Aluche, y se estrenó con la guitarra con una canción de Metallica. Lo suyo era el heavy. Hasta que descubrió a Silvio Rodríguez, a Serrat, a Sabina, a Aute. Quería ser como ellos. Su carrera de cantautor de éxito había comenzado. El local Libertad 8, en Madrid, fue como su casa: allí comenzó a actuar y allí conoció a Ismael Serrano, Pedro Guerra, Jorge Drexler… cantautores de una generación anterior. Empezó a sumar una clientela joven que sintonizaba con sus canciones de hombre tambaleante ante los caprichosos designios del desamor. También con sus propuestas más sociales, con su compromiso con ideas progresistas y en defensa de los derechos de los palestinos. En estos 20 años, Marwán ha publicado cinco discos que, habiendo despachado muchas unidades, no se acercan a sus estratosféricos números como poeta.
“Me jode que la gente piense que soy un poeta que canta; soy un músico que escribe poemas. Llevo 20 años de carrera musical y mi primer libro de poemas salió hace 10 años. Escribo muchos poemas, pero mi identidad es de músico”, recalca. Sin embargo, ha despachado 200.000 ejemplares de sus cuatro libros, lo que lo convierte en uno de los mayores vendedores de poesía en español en la actualidad. Esta circunstancia le ha reportado críticas desde ámbitos literarios, que no digieren el éxito de alguien ajeno a su mundo. Para ellos compuso 5 gramos de resentimiento. “Esta canción es para todos los idiotas que dispararon su desprecio en mis cristales”, arranca el tema. Durante un tiempo, a la gente que lo atacaba en redes sociales le enviaba la canción. “Me respondían con más insultos, así que ya los bloqueaba”, dice con una sonrisa. “Cualquier carrera de éxito va a tener detractores. Todos hemos escrito poemas malos, pero también tengo poemas que son muy buenos. Y esos han hecho feliz a mucha gente”, se defiende.
Dice que ya tiene letras nuevas, algunas sobre desdichas amorosas, a pesar de que comparte su coqueta casa con su novia (médica) desde hace años. “El tener un acomodo material o sentimental no significa que no tengas tus demonios. En los momentos de felicidad también se componen buenas canciones, o se puede echar la vista atrás”, argumenta. Precisamente a lo que más teme en este sentido es al bloqueo artístico. La primera vez que fue a terapia, acudió por ese motivo. “Luego ya he ido por otras cosas. He hecho muchísima. Hay que conocer a nuestros fantasmas, saber de dónde vienen y tratar de domarlos. Es importante conocer lo más luminoso que tenemos y lo más oscuro, y también lo más escondido. El gran descubrimiento de la vida es encontrarte con la parte de la vida que tú consideras que es mala y no tiene por qué ser mala. Solo vamos a evolucionar como especie si hacemos terapia; si no, vamos a seguir siendo bárbaros”, remacha mientras se toca el brazo accidentado con la mano izquierda y lo deja reposando en los cojines.
Babelia
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