Victoriano del Río, investigador de la sangre brava y creador de un toro propio
Tras una larga rehabilitación, el veterano taurino ya está recuperado de un grave accidente doméstico
Una de las sorpresas de la gala en la que se presentaron los carteles de la Feria de San Isidro la protagonizó un ganadero de éxito, Victoriano del Río, que este mes de marzo cumple 83 años. Anunciaron su nombre para recibir un premio por el buen juego de sus toros en Madrid, y allá que subió al escenario con presteza y habló a los presentes con un ‘decíamos ayer…’
Fue la reaparición del ganadero después de un largo tiempo retirado de los ruedos. Hoy, en la tranquilidad de su despacho, recuerda con emoción aquel momento.
“Antes de que anunciaran mi nombre, andaba yo preocupado; si me caigo, me dije, pensarán que soy un cacharro viejo. Por eso, subí los escalones derecho, con los cinco sentidos. Lo hice como una persona mayor, pero decentemente”.
A ese hombre que agradeció el galardón feliz y con voz firme (“y el cuerpo derecho”, insiste) lo avalan grandes y reiterados triunfos en la plaza de Las Ventas —nada menos que 17 Puertas Grandes en los últimos 30 años—, y sus toros serán protagonistas, una temporada más, de las principales ferias. Es, además, un investigador autodidacta, creador de un toro propio, agricultor y constructor.
Pero Victoriano del Río sufrió hace algo más de dos años un serio contratiempo del que ha estado convaleciente hasta ahora.
“El encaste Domecq se puede llevar a la bravura o a la mansedumbre; todo depende de la selección del ganadero”
“Tuve un accidente en la bañera de mi domicilio”, cuenta. “Resbalé, caí con los pies para arriba, me golpeé la cabeza con el grifo, y estoy vivo de milagro. Me fastidié cinco vértebras, dos cervicales y tres lumbares, que me han obligado a dormir durante seis meses en un sillón”.
La rehabilitación ha sido dura y larga, y se vio obligado a ceder la gestión de la ganadería a sus hijos Pablo y Ricardo. “Pero sigo en activo”, apunta.
Nació en la localidad madrileña de Guadalix de la Sierra, donde sus padres tenían tierra de labor y ganadería mansa; quedó huérfano muy joven, y sin haber cumplido los veinte años se hizo cargo de los negocios familiares, e inició su carrera como ganadero de bravo para seguir la tradición que inició uno de sus tatarabuelos.
“Lo primero que compré fue una punta de vacas de Andrea Escudero —origen Albaserrada—, y lidiaba novilladas por los pueblos de Guadalajara”, cuenta Del Río. “Aquello era rentable, pero latoso y complicado”, comenta. “Incluso me vi en la obligación de torear un toro para demostrar a un teniente de alcalde que el animal no era manso” añade, “lo que fue una barbaridad, y decidí vender lo que tenía”.
Corría el año 1985 cuando Victoriano del Río compró un lote de Juan Pedro Domecq, otro de Luis Algarra, vacas y sementales de Jandilla y vacas de El Torreón, y en 2002 añadió una octava parte de la ganadería Toros de El Torero.
“De esa mezcla del encaste Domecq he creado un toro propio a base de dedicación y constancia”, afirma el ganadero. “He aprendido de la experiencia de la vida y de las enseñanzas de Borja Domecq [ganadero de Jandilla, fallecido en marzo de 2020 a causa del coronavirus], cuya ausencia me ha hecho mucho daño”, añade. “Él me dijo que el encaste Domecq se puede llevar a la bravura o a la mansedumbre, y que todo depende del criterio que el ganadero tenga a la hora de la selección”.
Presume Del Río de tener plena confianza en sus convicciones, lo que le lleva a concluir que el gran esfuerzo realizado es más pródigo en aciertos que en errores.
Pregunta. ¿Ha sido y es usted feliz como ganadero?
Respuesta. Mucho. A la ganadería he entregado mi vida, y creo que me ha recompensado con creces. Se dice que un hombre hace una ganadería, sus hijos la disfrutan y los nietos la venden. En mi caso, tengo la gran suerte de que aún la disfruto.
Victoriano del Río no estudió veterinaria, pero se define como un investigador autodidacta: “A mi manera”. Está familiarizado con conceptos como embriones, biogenética, epigenética, bancos de semen…, y cuenta que continñua con sus avances con vacas mansas para aumentar la producción de leche, con las pruebas aún fallidas en la clonación de toros y la inseminación artificial de vacas bravas.
Comenta que ya había investigado sobre la famosa oveja Dolly, se atrevió con algunos experimentos de clonación que fracasaron, y que en un encuentro ganadero en México conectó con una empresa americana que había iniciado caminos nuevos que le convencieron. Le envió células de su semental Alcalde, acordó con su amigo Fernando de la Mora, ganadero mexicano, que aportaría siete vacas que fueron inseminadas; cuatro de ellas quedaron preñadas, pero solo una cría vivió unas pocas horas.
“Esta experiencia se llevó a cabo en 2021, pero volveremos a intentarlo”, explica el ganadero.
Victoriano del Río tiene un gran banco de semen, y cada año insemina a 40/50 vacas, entre las que se alcanza entre un 30 y un 35% de aciertos.
“Mi toro no es tonto ni artista, y prueba de ello es que las figuras no lo quieren fuera de las grandes ferias”
“Este proceso tiene un problema”, explica, “y es que no todas las vacas están en su punto óptimo de celo en el momento de la inseminación; existe otro método más costoso, que consiste en la utilización de un toro de prueba con desviación de pene que monta a las vacas sin penetrarlas, pero nos indica cuál es el momento óptimo para inseminarlas. Con este sistema alcanzamos un 65 por ciento de hembras preñadas”.
P. De sus palabras se puede deducir que usted lidia toros nacidos de inseminación artificial…
R. Claro que sí, y ese es el objetivo. Mi ganadería cuenta con 30 sementales, pero el toro que vale viaja a una plaza de primera, sea cual sea su procedencia. De hecho, uno de los toros lidiados el pasado año en Madrid había nacido por inseminación artificial.
Asegura Del Río que nunca imaginó que su ganadería alcanzaría los triunfos que la han colocado entre las primeras del escalafón actual.
“Es verdad que nunca lo pensé, pero ahí están los resultados del trabajo realizado y de que la suerte que hemos tenido”, comenta.
“Mi toro no es tonto, ni artista”, prosigue. “Cuesta estar delante de él, y prueba de ello es que las figuras no los quieren más allá de Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao. Este toro exige una concentración mayor, y no admite descuidos. Cualquier torero sabe lo difícil que es estar en la cara de un toro bravo”.
P. Alguna vez se ha quejado usted del escaso reconocimiento del que goza el ganadero.
R. El ganadero no está valorado en función del esfuerzo mental y económico que supone su vocación. La fiesta de hoy está basada en el torero, que es quien lleva gente a la plaza, y olvida al toro, que es materia fundamental.
P. ¿Ha encontrado usted el toro perfecto?
R. Pues, mire, la perfección nuca se alcanza, pero hace unos días vi repetida por televisión la corrida celebrada el pasado 27 de mayo en Madrid, y comprobé que el segundo toro de Ángel Téllez, al que le cortó una oreja, se acercó mucho al concepto de bravura que yo busco.
P. Y usted, como cotizado criador de toro, ganará dinero con la ganadería…
R. En absoluto. Es verdad que no pierdo, pero la ganadería cuenta con 10 empleados fijos y 5 eventuales, y suelo lidiar 100 toros cada año. Tendría un patrimonio importante si dedicara las fincas y el esfuerzo a otro menester.
Victoriano del Río se levanta del sillón de trabajo, accede a hacerse una foto y muestra orgulloso la cabeza del toro Beato —aquel que propició el triunfo de Esplá en su despedida de Las Ventas—, que preside su despacho.
P. Pues parece que no le han quedado secuelas de la caída…
R. Afortunadamente, no. Ya le he dicho que estoy de nuevo en activo…
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