Muere a los 83 años el editor Rafael Martínez Alés tras una vida dedicada a impulsar los libros ante cualquier adversidad
Estuvo entre los fundadores de ‘Cuadernos para el Diálogo’, fue director del Instituto Nacional del Libro y director de Alianza Editorial
El editor Rafael Martínez Alés falleció este martes en Madrid a la edad de 83 años, después de una larga enfermedad. Estuvo entre los fundadores de la revista Cuadernos para el Diálogo, de innegable importancia en la Transición, y dirigió la editorial ligada a ella, Edicusa. También fue director general del Instituto Nacional del Libro y, por tanto, responsable de la Editora Nacional. Entre 1989, cuando fue comprada por Anaya, y 1999 fue el director editorial de Alianza.
Impulsada por Joaquín Ruiz-Giménez, la aventura de Cuadernos para el Diálogo finalizó en 1978, después de 15 años. La realizó en compañía de nombres como el director Pedro Altares (del que fue mucho más que un amigo), Juan Luis Cebrián, Gregorio Peces-Barba, Soledad Gallego-Díaz o Joaquín Estefanía. En aquella época fue uno de los promotores de Enlace, un proyecto colectivo iniciado en 1970 por una idea de Carlos Barral, que reunía a varias editoriales (entonces) independientes (entre ellas Anagrama, Lumen, Tusquets, Barral, Península, Cuadernos, etc.) con una colección de libros de bolsillo y una distribuidora común. “Rafael fue un hombre excelente, trabajador y dispuesto a dejar todo para impulsar los libros en una época en la que no era fácil”, dice la exdirectora de EL PAÍS Soledad Gallego-Díaz.
“Era un tiempo de ilusiones, a principios de los años 70, éramos una generación que pensaba que iba a cambiar el mundo... y se dieron muchos cambios”, recuerda Javier Gómez-Navarro que compartió la gerencia de Cuadernos con Martínez Alés y que luego, en los 90, fue ministro socialista de Comercio y Turismo. “Era un hombre de una generosidad absoluta y un encanto de persona”, continua el exministro, “por citar un defecto: le costaba establecer prioridades, y a veces invertía mucho tiempo en cosas sin tanta importancia”.
“No era una persona que desconectase del trabajo”, dice Elena Martínez Bavière, editora ejecutiva en Taurus y Debate, la única hija que siguió sus pasos en la industria. Como era la pequeña, cuenta, le acompañaba esos fines de semana en los que Rafael, editor de inmensa curiosidad, no desconectaba. Iba a visitar librerías, a reunirse con otros editores o a revisar la imprenta. De hecho, sabía perfectamente cómo funcionaba una imprenta. “Tenía una visión muy panorámica de la edición, la edición en español y no solo para España. Era un solucionador de problemas increíble. Y le interesaba mucho el libro como objeto, de ahí sus conocimientos de impresión”, señala Elena.
Divertido, valiente, independiente y generoso
“Fue un enamorado de los libros, no diría que un intelectual, pero sí un gran lector”, cuenta su hijo el abogado Javier Martínez Bavière, que también lo define como un hombre divertido, valiente, muy rápido, independiente y generoso. “Era muy ácido en su humor, y nunca dejó de decir lo que pensaba”, añade. Como muestra de ese humor pone un ejemplo: en su época de gerente de Cuadernos no era raro que algún número fuera secuestrado por el Régimen. En esos casos solo recibían sus ejemplares los suscriptores, de modo que los secuestros frecuentes hacían que el número de suscriptores, queriendo asegurarse su ejemplar, creciera. “Así que mi padre anotaba los gastos que generaba el secuestro como gastos de promoción”, cuenta su hijo. Su hermana Elena coincide en señalar aquel humor indestructible: “No recuerdo a mi padre enfadado... y era muy difícil enfadarse con él”.
En su labor al frente del Instituto Nacional del Libro promovió la innovación tecnológica en el sector editorial: creía, según recogen las crónicas de los años 80, que las nuevas tecnologías nunca llegarían a desplazar al libro impreso. Así ha sido hasta el momento, cuando el libro se mantiene donde otros formatos culturales, como el disco, han sufrido tremendos retrocesos. También en aquella época constataba cómo buena parte de la venta de libros se iba trasladando de las librerías a los grandes almacenes, incluso los libros “de calidad y especializados”, o afrontaba desde el sector editorial la entrada de España en la Comunidad Económica Europa. También en aquellos años se preocupa por la sobreproducción de títulos en España, con cada vez menores tiradas, que se daba entonces en la industria española (y que se sigue dando), según escribe en una tribuna en este periódico. Defiende las librerías y las bibliotecas, y lucha contra el pirateo reprográfico.
En su etapa de dirección editorial de Alianza acometió proyectos “ambiciosos y originales” con su “vigorosa personalidad y carácter extrovertido”, según recuerda la propia editorial en un comunicado. Por ejemplo, el gran Diccionario de literatura española e hispanoamericana en dos tomos, dirigido por Ricardo Gullón, la Historia del Arte en cuatro volúmenes, dirigida por Juan Antonio Ramírez, o la conmemoración del trigésimo aniversario de la editorial con la publicación de la Biblioteca 30 Aniversario; una recopilación de treinta títulos emblemáticos de la editorial encuadernados en un formato especial diseñado por Andrés Trapiello.
Un editor sin fronteras
En su última etapa profesional trabajó como experto y consultor editorial. Hubo un proyecto que le ocupó especialmente: la creación de la Biblioteca Nacional de la República Dominicana, de la mano del presidente, y escritor, Leonel Fernández. En 2016 recibió en la madrileña Residencia de Estudiantes un populoso homenaje en vida por su labor editorial. Según la crónica de Juan Cruz, el catedrático de Filosofía del Derecho Elías Díaz le describió como un “editor sin fronteras”, pero también como un “vecino sin fronteras”: resulta que Díaz y Martínez Alés eran vecinos y, al parecer, el editor tenía muy buena mano para resolver los “arreglos y desarreglos” que inevitablemente surgen en las comunidades. Se recordaron otras de sus hazañas editoriales, como la que le llevó a recuperar en España la figura de Albert Camus cuando se estaba desdibujando.
Tanto vivió a través de los libros que hasta su lucha antifranquista fue libresca. “Su pequeña aportación tuvo que ver con combatir la censura, lograr que se publicaran determinadas cosas o llevar bibliotecas a los barrios obreros, como El Pozo del Tío Raimundo o La Ventilla”, según recuerda Javier Martínez Bavière. Este compromiso con la difusión de la cultura entre todas las clases sociales también se vio reflejado en uno de los proyectos a los que más cariño tuvo, la colección Alianza 100, en Alianza Editorial, que, por cien pesetas, ofrecía libritos de grandes y variopintos autores de la literatura universal como James Joyce, Isaac Asimov, Juan Rulfo, Adolfo Bioy Casares, Patricia Highsmith, H.P. Lovecraft o Juan Benet. Recibió el Premio Nacional a la mejor Labor Editorial en 1995. Vendió millones de ejemplares. “Aquel fue un gran empeño del que estaba muy orgulloso”, concluye su hijo.
Casado con Joëlle Bavière, tuvo cinco hijos, el mayor de los cuales, Lucas, falleció siendo un niño.
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