La candidatura del Paisaje del Olivar de Andalucía como Patrimonio Mundial sortea las alegaciones de los agricultores
El expediente está a punto de llegar a la Unesco tras el visto bueno del Ministerio de Cultura
Con más de 180 millones de árboles expandidos a lo largo de 1,63 millones de hectáreas, el bosque humanizado del olivar andaluz configura un paisaje único que, más allá de su excepcional belleza paisajística, proporciona vida y cultura y, de alguna manera, ha marcado la personalidad de este territorio desde tiempos remotos. Hace ocho años, cinco provincias, Jaén, Córdoba, Granada, Sevilla y Málaga, iniciaron la carrera para declarar el Paisaje del Olivar de Andalucía como Patrimonio Mundial de la Unesco.
Pero ahora, cuando el expediente enfilaba hacia el Comité de Patrimonio Mundial para su evaluación en 2024 ante la Unesco, la candidatura se ha encontrado con algo inesperado: las alegaciones presentadas por tres organizaciones agrarias, Asaja, COAG y Cooperativas Agroalimentarias, que entienden que tanto el derecho de propiedad como la libertad de empresa se ven seriamente afectados por esta catalogación.
“Creo que vamos a poder sortear el escollo que preocupa sobre la [obligatoriedad de] inclusión de las fincas en el Catálogo General de Patrimonio Histórico de Andalucía y la inscripción en el registro de la propiedad”, dice Ángel Vera, diputado provincial de Cultura en Jaén, sin ocultar una cierta perplejidad por el cuestionamiento que esas asociaciones han hecho del expediente, pero se muestra optimista sobre su resolución final. El documento, que ya ha sido remitido al Ministerio de Cultura, ha generado grandes expectativas en el sector oleícola por el revulsivo económico y social que supondría la declaración.
La Diputación jiennense, principal impulsora de esta candidatura, ha convocado una reunión el próximo jueves, 2 de febrero, en la que anunciará el visto bueno de Cultura y de la Junta de Andalucía para que el expediente siga adelante sin la obligatoriedad de inscribir las fincas en el Catálogo de Patrimonio Histórico Andaluz. Para ello van a defender, como fórmula alternativa, que las 139.000 hectáreas de olivar (que se habían incluido en el expediente por su singularidad) se encuentran en territorios que ya cuentan con otras figuras de protección. Es el caso, por ejemplo, de los olivos que se extienden en el entorno de las torres fortificadas de época musulmana de Santa Catalina, en Orcera (Jaén), que tiene la catalogación del espacio protegido de Cazorla, Segura y Las Villas.
Las alegaciones planteadas por las tres organizaciones agrarias establecen como línea roja el derecho de propiedad y que no existan limitaciones a la capacidad productiva del olivar protegido, al tiempo que temen que la reconversión del olivar se vea afectada por esta catalogación. “Hay que contar con la opinión de los propietarios de las fincas”, indica el responsable del sector olivar de la COAG en Andalucía, Juan Luis Ávila. Pero desde la Diputación de Jaén se indica que la elaboración de este expediente “siempre ha estado dirigida a adaptarse al máximo a las recomendaciones y orientaciones de la Unesco, sin añadir más limitaciones que las necesarias para la candidatura”.
El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha apelado al diálogo y ha defendido que se busque un “equilibrio” entre el derecho de propiedad de los dueños de las fincas olivareras y la protección del Paisaje del Olivar Andaluz. La Administración andaluza forma parte de la comisión institucional de Paisajes del Olivar, en la que están representadas cinco diputaciones de la región, las universidades andaluzas, las organizaciones agrarias y las fundaciones Savia y Juan Ramón Guillén.
No todos los dueños de las fincas comparten las alegaciones presentadas. “Sería una gran decepción si no se logra la declaración, que tanto impacto económico y social tendría para Andalucía. Tenemos algo único en el mundo que hay que defender, pero antes de poner trabas habría que pensar si queremos o no un futuro mejor”, asegura José Antonio Jiménez, oleicultor y primer empresario que adaptó su almazara con fines turísticos. La Oleícola San Francisco, en Begíjar (Jaén), es visitada anualmente por más de 8.000 personas de 60 países, que llegan atraídas por el furor que está suponiendo el oleoturismo.
Almazaras, haciendas, caserías, cortijos o molinos de aceite han ido forjando una singular arquitectura rural íntimamente ligada al paisaje natural y a un sistema de explotación agrícola que se ha heredado durante siglos. La historia de Andalucía se encuentra inexorablemente ligada a este árbol, emblema también de la cultura mediterránea. “Viejos olivos sedientos / bajo el claro sol del día, / olivares polvorientos / del campo de Andalucía”, como los describió Antonio Machado durante su estancia como profesor en Baeza.
El expediente que la Diputación de Jaén ha presentado a Cultura conforma un itinerario de algo más de 200 kilómetros, que supone el elemento articulador y de mayor visibilidad de un paisaje singular, con incursiones en las comarcas de La Loma, Sierra de Segura, Sierra Mágina o Sierra Sur, en Jaén; la Subbética cordobesa, las campiñas media y alta del Guadalquivir y las sierras de Estepa.
Francisco Casero, presidente de la Fundación Savia, otra de las abanderadas del expediente del Paisaje del Olivar, ha advertido del “error histórico” que supondría frenar la candidatura. “Si eso fuera así, no tardarían otros en aprovecharse de la situación”, manifiesta Casero, que cree que Italia y Grecia podrían lanzar una candidatura similar a la que ahora va a elevar España ante la Unesco.
Según informó en su día el Consejo de Patrimonio Histórico Español, el monasterio de San Jerónimo de Yuste, en Cáceres, y el Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, en Palencia, son las candidaturas que España va a presentar para la obtención del sello del Patrimonio Cultural Europeo en marzo de 2023. Mientras, el comité de la Unesco tiene previsto evaluar la candidatura de Menorca Talayótica en junio y la del Paisaje del Olivar Andaluz en el verano de 2024.
Habrá que esperar para que la belleza de las infinitas hileras de olivos alcance un reconocimiento oficial, el mismo que tuvo en 1823, cuando los Cien Mil Hijos de San Luis —el ejército francés llegado para acabar con el liberalismo español y en defensa del absolutismo de Fernando VII— cruzó el desfiladero de Despeñaperros camino de Cádiz, y rindió armas al quedar asombrado ante el espectacular mar de olivos que se abría ante ellos.
Babelia
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