Cuando Zeus sedujo a Antíopa junto a la playa de Málaga
Rincón de la Victoria abre al público una villa romana de finales del siglo III con 11 mosaicos bien conservados, entre ellos el de la representación de la divinidad en plena seducción
Torre de Benagalbón, en Rincón de la Victoria (Málaga, 49.790 habitantes), es una localidad privilegiada en el siglo XXI. Tiene largas playas, un clima bondadoso y tierras fértiles para el cultivo. Residentes y turistas disfrutan la zona en la actualidad, pero ya lo hacían quienes vivían hace 1.700 años. Es el caso de la familia romana que, entre finales del siglo III y comienzos del IV, decidió alejarse 15 kilómetros de la antigua Malaca y construir en esta área su vivienda orientada al mar y dedicarse a la fabricación de garum (una salsa de pescado). Una villa que ha permanecido oculta bajo el suelo hasta que unos trabajos de recuperación han permitido que se pueda visitar. Abierta al público desde el 19 de diciembre, sorprenden tanto los 11 mosaicos que se extienden por el suelo como la integración del yacimiento bajo un bloque de viviendas, también con vistas al Mediterráneo.
Que esta villa haya llegado viva al año 2023 tiene mucho que ver con el tesón de un arqueólogo. En 2003, cuando Juan Bautista Salado iba al trabajo desde su casa en Rincón de la Victoria hasta su oficina en Málaga, desviaba su camino a diario para pasar junto a una parcela donde estaba prevista la construcción de un nuevo edificio. Tenía cierta obsesión. Acumulaba indicios que indicaban que aquel lugar escondía parte de la historia local y no quería que las máquinas la destruyeran. Día tras día conducía, miraba si había actividad y seguía hacia adelante. Hasta que un viernes vio que los trabajos habían comenzado. Se fijó en el perfil del suelo y encontró lo que suponía: restos de época romana. Llamó al entonces concejal de Urbanismo, Francisco Salado, su hermano, para pedir la paralización de la obra que arrasaría con la historia. Le hizo caso.
Los pasos posteriores no fueron fáciles. En la época del bum inmobiliario desenfrenado, detener la construcción de un bloque de viviendas parecía sacrilegio. La investigación sobre la importancia de la villa fue un argumento sólido para conseguirlo, pero elo que mejor resultó fue el diálogo. El Ayuntamiento de Rincón de la Victoria llegó a un acuerdo con la promotora: le permitía construir una planta más en altura y le compensaba con una parcela en otra parte del municipio “a cambio de cederle el bajo donde estaba el yacimiento y otro más en el edificio contiguo”, como señala el actual concejal de Urbanismo, Vivienda y Patrimonio Histórico, Miguel Ángel Jiménez. La arqueología se tapó, el inmueble se levantó y el consistorio buscó financiación. Hasta que en 2018 el Gobierno adjudicó casi 700.000 euros con cargo al 1,5% cultural (el porcentaje que cada contrato de obras públicas debe destinar al patrimonio histórico o la creatividad artística) y el municipio aportó otros 900.000. Gracias a esa inversión, hoy se puede visitar el espacio, bautizado como Villa Antíopa por el mosaico del dormitorio principal de la casa, que representa una escena erótica con Zeus seduciendo a la princesa tebana.
Villa marítima ejemplar
“Esto es un ejemplo de cómo, si se actúa bien, rápido y con consenso, se pueden casar perfectamente los intereses urbanísticos con los patrimoniales”, relata Juan Bautista Salado, emocionado, después de dos décadas de constancia para vigilar la obra. Hoy es director del Museo de Nerja, cuya fundación ha sido esencial en el proyecto, además de director técnico de la musealización del yacimiento. Su hermano es ahora el alcalde de Rincón de la Victoria, quien subraya la importancia de “abrir al mundo esta villa romana”. Ha sido necesaria una obra de ingeniería para que se pueda acceder a ella, con vigas de casi dos metros de alto y 25 metros de largo. Una cristalera permite una panorámica completa de los 1.200 metros cuadrados del espacio. Y una pasarela recorre todo el perímetro para descubrir sus secretos constructivos, su actividad económica y su vida cotidiana con el apoyo de paneles informativos, vídeos y la realidad aumentada. Hay incluso un odorama para oler los ingredientes del garum. La salsa apesta.
“Es la villa marítima mejor conservada de Andalucía”, sostiene el arqueólogo y director del Museo de Antequera, Manuel Romero, que ha participado como asesor técnico en la puesta en valor del recinto, al que elogia por la solución elegida entre municipio y promotor. Reconoce que la vivienda tiene dimensiones más modestas que las grandes edificaciones del interior de la Bética romana, como las que hay en el entorno de Antequera, pero a cambio destaca la buena conservación de los mosaicos. De hecho, el suelo interior está completamente cubierto con dibujos de formas geométricas, algunas realizadas con más maña que otras. El dormitorio, donde se ubica el único con figuras humanas, es el más detallado, pero hay teselas que cubren el pasillo —de 31 metros de largo— o incluso un porche exterior por el que ahora se camina. Algunas figuras están mal terminadas, demostración de que no todas las cuadrillas trabajaban con la misma calidad.
Lo que también denotan los miles de pequeños trozos de pizarra, esquistos y calizas de los mosaicos es la riqueza del propietario. Y que no fue eterna. En el siglo V, el espacio fue cayendo en desuso y al final el edificio terminó ejerciendo de corral. En el VI, ya abandonado, los expoliadores arrasaron con mampostería, ladrillos y esculturas ornamentales. Solo se ha salvado una pequeña figura de Baco, que ahora se puede ver en unas vitrinas junto a casi 150 otras piezas de la villa como tejas, agujas para coser las redes de pesca, un anzuelo o vidrios. También hay materiales anteriores de época fenicia y posteriores de tiempos nazaríes. El yacimiento forma parte de un área declarada Bien de Interés Cultural en 2008 que incluye restos fenicios del siglo VII antes de Cristo y unas termas romanas del siglo II ubicadas en las cercanías.
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