Un coleccionista holandés pone en venta un folio de un códice a la biblioteca de Sevilla de donde desapareció
El dueño lo ofrece por 1.800 euros a la Institución Colombina, que depende de la catedral, en la que se encuentra el Pontifical de Juan de Villacreces, un volumen del siglo XIV que detalla con riqueza de ornamentación la liturgia de los oficios religiosos de los obispos
En algún momento del último cuarto del siglo XIX, unas manos nada pías arrancaron hojas de un códice de 1390, el Pontifical de Juan de Villacreces, un manuscrito en latín que describe la liturgia de los oficios religiosos que presidían los obispos. Probablemente, el motivo para mutilar esta joya, ricamente iluminada en policromía, fue conseguir dinero con algunos de sus pedazos. Uno de esos folios desgajados, con su bella letra gótica y sus adornos de motivos vegetales, ha regresado de esas tinieblas. Está en manos de un coleccionista holandés de 88 años, que prefiere el anonimato, y que lo ha ofrecido por unos 1.800 euros a la institución que atesora el pontifical, la Biblioteca Capitular Colombina, que depende del cabildo de la catedral de Sevilla.
El pontifical tiene ese nombre en honor a quien lo encargó el 10 de mayo de 1390, Juan de Villacreces, obispo de Calahorra y La Calzada (La Rioja) entre 1382 y 1394, y canciller de la reina Leonor de Navarra, informa la web de la Institución Colombina, cuyo nombre se debe a que parte de sus fondos proceden de la biblioteca particular de Hernando Colón (hijo del navegante genovés que llegó a América), donada a la catedral en el siglo XVI. Uno de sus volúmenes es este pontifical espléndidamente decorado en Aviñón, en la escuela del destacado miniaturista Jean de Toulouse. El que se realizara en Aviñón obedece a que esta era entonces sede de la curia pontificia por el cisma de la iglesia católica, acaecido entre 1378 y 1417, periodo en el que hasta tres obispos se disputaron la autoridad pontificia.
Comprado en París
“Yo adquirí el folio hace unas dos décadas en París, adonde iba a menudo, aunque no recuerdo bien dónde lo hice. No fue en una subasta, tal vez en una galería. En aquel momento ignoraba lo que había comprado, creía que era de origen holandés, como la mayoría de mis piezas”, explica el coleccionista a EL PAÍS. Él supo hace algún tiempo por una historiadora del arte de su país que en realidad el libro al que había pertenecido ese folio no era holandés, sino que estaba en la capital andaluza. Entonces, a través de terceras personas, contactó con la Biblioteca Colombina. “Quería vender el folio porque a mi edad ya no puedo guardarlo todo”, agrega.
“Se hizo una oferta, pero en la biblioteca nos dicen que no están interesados, y me sorprende, porque no han dado ninguna razón. Mi impresión es que no disponen de fondos para comprarlo”. El coleccionista, que descarta “ceder el folio sin más”, asegura que si en su país se diese un caso similar, “todo el mundo se lanzaría a comprarlo”. ¿Qué hará si finalmente no vende el folio a sus antiguos propietarios? “No lo he pensado aún, pero sería una pena. Es patrimonio cultural español y debería volver a su origen”.
La Institución Colombina, que solo ha accedido a responder por correo electrónico un cuestionario, asegura que tuvo conocimiento del paradero del folio “por la policía, al difundirse la oferta de venta”, y contesta con un sucinto “lo estamos valorando” a la cuestión principal, si van a comprarlo. De este asunto dicen que no han hablado con la Junta de Andalucía ni con el Ministerio de Cultura. La Biblioteca Capitular Colombina se remonta a fines del siglo XIII, cuando la catedral hispalense recibió la donación de la biblioteca privada del rey Alfonso X. A partir de entonces se enriqueció por sucesivas donaciones, entre ellas la de Hernando Colón. En la actualidad alberga unos 75.000 volúmenes, informa la institución.
“El códice original tenía 328 folios, de los que desapareció un número considerable en torno al año 1884, supuestamente para venderlos por problemas económicos de la institución”, dice Josefina Planas, catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Lleida, especialista en códices medievales.
Desde la biblioteca sevillana se añade que, en algún momento, el pontifical había pasado de las manos de Juan de Villacreces a las de Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, que vivió entre 1415 y 1473. Un dato que relaciona a ambos personajes es que Villacreces, primero, y Fonseca más adelante ocuparon la diócesis de Ávila. De Fonseca fue un oligarca de Toro (Zamora) que hizo carrera eclesiástica y se implicó en las luchas intestinas e intrigas del reino de Castilla. Un prelado “apegado al boato y al lujo”, como dice su entrada en el Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia. También tuvo gran relación con las letras y las artes, destacó como mecenas de Antonio de Nebrija, entre otros, y reunió una biblioteca con más de 300 volúmenes. Uno de ellos, el pontifical.
El que el códice luzca hoy en su antiguo esplendor obedece a que “fue restaurado a finales de los años ochenta del siglo XX en el entonces Instituto de Restauración y Conservación de Bienes Culturales, en Madrid”, apunta Planas. Esta profesora apela a que se hagan los esfuerzos precisos para que el folio arrancado hace casi siglo y medio vuelva a formar parte del lujoso manuscrito litúrgico, una obra que contiene, por ejemplo, cuatro ilustraciones a toda página y simbolizó la ostentación del poder eclesiástico y político de quien lo mandó hacer, el obispo Juan de Villacreces.
Babelia
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