‘EO’: el maltrato de un burro y el sometimiento artístico de lo espantoso
El veterano director polaco Jerzy Skolimowski usa la historia de un animal para ahondar en la peor cara de la sociedad actual
Una fría mañana de enero de 1889, Friedrich Nietzsche paseaba por las calles de Turín cuando observó a un cochero maltratando a su agotado caballo a base de latigazos. El filósofo se acercó, abrazó al animal y se echó a llorar. Su mente, desde ese preciso instante, colapsó. Dejó de hablar durante 10 años, hasta su muerte, y pasó ese tiempo en hospitales psiquiátricos sin poder recuperar la razón. Cuentan los testigos que sus últimas palabras, junto al caballo, fueron: “Madre, soy tonto”.
La inquietante historia del filósofo, base de una hermosa película de Béla Tarr, El caballo de Turín (2011), resuena a lo largo del metraje de la singular EO, dirigida por el veterano director polaco Jerzy Skolimowski: la historia de un burro maltratado por sus sucesivos dueños en una sociedad contemporánea con visos de distopía, al que también dan ganas de abrazar. Junto con la tragedia nietzschiana, otra película mítica ejerce de evidente punto de referencia para el octogenario Skolimowski: Al azar, Baltasar (1966), de Robert Bresson.
El estilo, la puesta en escena y la utilización de las músicas, los sonidos y hasta el punto de vista no pueden ser más distintos en los trabajos de Bresson y Skolimowski, y, sin embargo, parecen películas hermanas, sobre todo por su humanismo. Austero el francés, y rotundamente vehemente el polaco, ambos, eso sí, tienen en la elipsis su eje narrativo. Ahora bien, los planos subjetivos desde la mirada del burro, las casi continuas imágenes de los ojos llorosos del animal, la impetuosa banda sonora de Pawel Mykietyn, en muchos pasajes casi un diseño sonoro más que una partitura convencional, y la ardiente utilización del color, partiendo de un rojo sangre que encaja a la perfección con la historia, distinguen EO, título que alude al nombre del burro, de la obra de Bresson.
“Consciente de la verdad intuida, ahora el hombre ve en todas partes únicamente lo espantoso”, escribió Nietzsche en El nacimiento de la tragedia. Y como tragedia contemporánea hay que calificar EO, galardonada con el premio del jurado en el pasado festival de Cannes, que sería bueno no ver únicamente en términos animalistas, que también, pues al mismo tiempo que hay una radiografía social copada por los ultras, la violencia, el caos y el desasosiego, coexiste un ejercicio de libertad artística, casi abstracta, en parte del recorrido vital del animal.
Desde que la magnífica La barrera (1966) convirtiera a Skolimowski en una de las puntas de lanza de los nuevos cines del Este han pasado casi 60 años, y el cineasta sigue ahí, aun con grandes intervalos entre sus largometrajes en ciertas épocas. Y si en aquella obra primeriza sueño y realidad se daban la mano hasta abrazar algo a medio camino entre el teatro del absurdo y el surrealismo, ahora, con 84 años, presenta un alegato a favor de la ternura que únicamente baja la guardia (eso sí, de un modo bastante deplorable en una secuencia indigna de su valía y de la propia película) en un innecesario episodio, con cambio del punto de vista, protagonizado por una desatada Isabelle Huppert rompiendo platos.
“Únicamente el arte es capaz de retorcer los pensamientos de náusea sobre lo espantoso o lo absurdo de la existencia, convirtiéndolos en representaciones con las que se puede vivir”, dejó escrito Nietzsche. Representaciones de lo sublime, como sometimiento artístico de lo espantoso. Y en esa reflexión quedan unidos el llanto del filósofo, el Baltasar de Bresson y el EO de Skolimowski.
EO
Dirección: Jerzy Skolimowski.
Intérpretes: Sandra Drzymalska, Lorenzo Zurzolo, Isabelle Huppert, Tomasz Organek.
Género: drama. Polonia, 2022.
Duración: 86 minutos.
Estreno: 16 de diciembre.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.