Mamotreto para un crítico
Fallece Jesús Cuadrado, referente de la crítica de cómics en España
No es difícil recordar la imagen de Jesús Cuadrado (Palencia, 1946-Madrid, 2022), sentado en la mesa de cualquier evento comiquero, vestido de negro, con el pelo canoso y alborotado, con semblante serio mientras, a su lado, unas muletas recordaban los estragos que le causó la polio de pequeño en su Palencia natal y le llevaron a Madrid.
Ahí sentado era siempre protagonista de conversaciones en las que podía pasar con facilidad del relato teatralizado de sus aventuras como director escénico en el Caribe a enconados debates sobre el cómic español donde su saber enciclopédico aseguraba la derrota a quien osara enfrentarle. En los 70 mantenía todavía su interés por la escena enfocado hacia el cine, pero la pasión por adentrarse en los tebeos que siempre le acompañaron comenzó a crecer hasta convertirse pronto en su primera actividad: se inició colaborando en la pionera revista Bang!, de la que se convirtió en cabeza de la redacción madrileña de la revista, abriéndole el camino a colaboraciones en revistas como Triunfo o Mundo Joven y la realización del documental los Tebeos (1974).
Enfocado a la crítica, su prosa barroca era una característica de su trabajo tan reconocible como lo contundente de sus opiniones, que le granjearon no pocas polémicas, pero que también le convirtieron en un referente en la capital, alrededor del que nacieron prácticamente todas las iniciativas de crítica y estudio del cómic. Con la librería Madrid Cómics como lugar de intersección y con la complicidad de Mario Ayuso, comenzaron a aparecer publicaciones como Tribulete (1983), que sería el primer paso de cabeceras posteriores como Urich (1986), toda una referencia de la crítica en España.
Su prosa barroca era una característica de su trabajo tan reconocible como lo contundente de sus opiniones, que le granjearon no pocas polémicas
Sin embargo, ya en esos años comienza a desarrollar una labor documentalista que se definía por una exhaustividad casi obsesiva. Publicaciones como Grafito (1984), que derivaron después en Los mamotretos de Grafito, recopilaban de forma sistemática toda la información sobre el noveno arte que se publicaba en España. Durante la década de los 80, la labor de Cuadrado se extendió también a las exposiciones, comisariando muestras tan recordadas como Museo Vivo. Dieciséis historietistas y su cámara (1987, Instituto de la Juventud del Ministerio de Cultura), donde volcaba su saber escenográfico junto a su evidente pasión por la historieta más atrevida y dispuesta a romper los cánones, que tendría su mejor reflejo en Una Historieta Democrática (1991, Dirección General de Bellas Artes y Archivos del Ministerio de Cultura), donde reunió a toda una generación de autores y autoras que marcaban el paso de una renovación formal y estética de nuestra historieta.
A la par, siguió colaborando en todo tipo de publicaciones y fanzines teóricos sobre historieta, como Krazy Cómics, Viñetas, El Maquinista, Imágenes, Idiota y diminuto o revistas de historieta como Cairo, El Víbora y Metal Hurlant, con críticas tan sinceras como directas que consolidaron su aura controvertida, pero los que le conocían sabían que se resumía con sencillez: generoso con sus amigos, implacable con sus enemigos, y que muchos otros sintetizaban con un clásico, lo amas o lo odias.
Sin embargo, poco a poco, su labor documentalista fue adquiriendo una importancia cada vez mayor, que le llevaría a publicar en 1997 el Diccionario de uso de la Historieta española, 1873-1996, un auténtico hito que tendría forma final en el año 2000 como Atlas español de la Cultura Popular. De la Historieta y su uso (Sinsentido y Fundación Sánchez Ruipérez), que lo enmarcaba ya dentro de un gigantesco y ambicioso proyecto que iba mucho más allá de los tebeos. Por mucho que la polémica acompañara a sus opiniones (recopiladas parcialmente en Psicopatología de la viñeta cotidiana. Catecismo neurótico para neoinfantes, editada por Glénat en 2000), su labor documentalista era respetada con unanimidad.
En el siglo XXI, Cuadrado demostró estar al día de las nuevas tecnologías y participó activamente en todo tipo de foros y publicaciones digitales, como Dreamers o La Cárcel de Papel, sin renunciar nunca al debate más embarrado, pero aportando siempre que fuera necesario información de su amplísimo archivo. También colaboró activamente durante los primeros años del siglo con la editorial Sins Entido, tanto dirigiendo colecciones como la teórica Sinpalabras como con iniciativas donde evidenciaba su querencia por ir más allá de los límites formales como Plagio de encantes (2001) o Tapa roja (2003). En los últimos años, seguía activo en redes sociales, sobre todo Facebook, donde intervenía con frecuencia y recuperaba su pasión por la declamación y la actuación con vídeos grabados (el último apenas hace unos días) en esa casa siempre estaba abierta para la conversación y el disfrute de la cultura popular y, sobre todo, de los tebeos. Con su desaparición, se pierde a un referente de la crítica de tebeos en España, pero sobre todo a un impulsor del documentalismo de un arte y una cultura que ha estado casi siempre condenada al olvido.
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