El jazz se renueva y apuesta por lo actual
El Festival de Vitoria convoca en su edición de este año a algunos de los nombres que están modelando el presente y el futuro de esta música
Quizá con el rock se hace más, más a menudo y con más inquina, pero los intentos de dar al jazz por muerto y enterrado se remontan a varias décadas, y cada generación encuentra motivos para emprender una nueva ofensiva. Sin embargo, el jazz es mucho más escurridizo que otras músicas y, a golpe de fusiones, revisiones o pura libertad creativa —una de sus esencias—, sigue encontrando caminos que lo reivindican ante cada nuevo augurio funerario.
El Festival de Jazz de Vitoria, uno de los más emblemáticos e importantes a nivel internacional de nuestro país, está intentando llevar a su programación varios de los nombres que hoy están manteniendo la llama vida; músicos jóvenes que, desde diferentes puntos del planeta, son inequívocamente jazzistas del siglo XXI. Precisamente el festival de Vitoria tuvo durante décadas un escenario cuya programación se hacía llamar así, Jazz del Siglo XXI, aunque esto era poco más que una etiqueta comercial. El festival se caracterizaba por su conservadurismo musical y por una línea muy marcada en la que el riesgo o el jazz de factura contemporánea se encontraban con cuentagotas. La jubilación en 2018 de su director durante 40 años, Iñaki Añua, brindó la oportunidad a la nueva dirección de llevar al festival al siglo XXI por fin, apostando por algunas propuestas muy actuales ya en su edición de 2019.
Este año, tras dos ediciones diezmadas por el covid, Vitoria ha retomado con fuerza un programa en el que, aparte de algunos dinosaurios para contentar al público clásico del festival, encontramos a varios músicos punteros del momento. Para cerrar el círculo, en un siniestro guiño del destino, Añua falleció el día en que daba comienzo el festival, casi como cediendo el testigo definitivamente a la nueva dirección y cerrando una etapa que, con todos los peros que podamos ponerle, que no serían pocos, siempre será parte ineludible de la historia del jazz en nuestro país.
Lo cierto es que hace unos años sería impensable en este festival una noche como la que cerró el teclista Robert Glasper en la presente edición, con Kassa Overall uniéndose a Glasper para rapear al final de un concierto de música negra, densa y moderna, hecha a base de jazz, funk, rock y R&B. Como Glasper —aunque mucho menos popular—, Overall es uno de esos músicos que, partiendo del jazz, se ha dedicado a traspasar barreras estilísticas sirviéndose de todo tipo de músicas negras. 15 años después de su primera visita a nuestro país como baterista del grupo de la gran Geri Allen, Overall presentó su propia música en el Teatro Principal de Vitoria, con un concierto tan dinámico como desconcertante.
Sus álbumes son refinados y están empapados de hip hop y R&B, y su perfil en la escena neoyorquina está creciendo en diferentes facetas: como productor, como remezclador y, por supuesto, como baterista; pero en directo su banda es un potro desbocado que va del rap al jazz sideral, con mucha fuerza en determinadas ocasiones —especialmente gracias a la gran maquinaria rítmica del grupo—, pero también con cierto descontrol. Overall posee potencial para jugar un papel relevante en el futuro del jazz, y escuchándolo en Vitoria uno podía imaginar, salvando las distancias, lo que podía ser estar en un concierto de Sun Ra en los años 60: diversión, espiritualidad y un constante componente teatral que juega a su favor o en su contra, dependiendo de la disposición del espectador.
Otra de las apuestas del festival para llevar su programa al presente del jazz fue Theon Cross, uno de los principales referentes de la bulliciosa escena británica que está encandilando a multitud de oyentes provenientes de otras músicas. Cross —más conocido por ser miembro de Sons Of Kemet— es un instrumentista muy sólido, y su propuesta es muy atractiva, aunque en directo pierde fuelle a ratos. Su show es competente, disfrutable, e invita a ponerse a bailar, pero también resulta un poco monótono cuando lleva un rato en funcionamiento.
En realidad, la música de estos jóvenes creadores no tiene mucho de innovador en cuanto a concepto o contenido. Sí que tienen instrumentaciones particulares y sonidos contemporáneos, pero en todo caso suele ser una cuestión de forma, no de fondo. Tanto Overall, como Cross e incluso Glasper, igual que otros referentes actuales como Kamasi Washington, Jon Batiste, Nubya Garcia o Shabaka Hutchings, entre muchos otros, cuentan algo que ya se ha contado en el pasado y, en gran parte de casos, considerablemente mejor. Pero lo más importante de artistas como ellos no es la música que hacen, sino que son embajadores y altavoz de la misma y de su contexto ante las nuevas generaciones.
Lo mismo ocurre con otro joven que actuaba este año en el festival: el saxofonista James Brandon Lewis. En el mismo escenario del Teatro Principal en que se presentó en la edición de 2015, este año pudimos escuchar a un músico muchísimo más evolucionado. Entonces era una joven promesa envuelta en hipérboles, que en directo mostraba un gran sonido, pero muchísimas carencias y una evidente falta de discurso. Este año, al frente de un cuarteto extraordinario, escuchamos a un saxofonista maduro, con su precioso y rotundo sonido aún más pulido, en un concierto brillante con el que llevó la herencia de Coltrane al presente sin sonar revisionista ni rutinario.
Brandon Lewis obtuvo numerosos reconocimientos el año pasado, principalmente gracias a su magnífico álbum Jesup Wagon, y hoy es uno de los más destacados nombres de la escena internacional. Uno de esos músicos jóvenes que, en este caso sí, se encaminan hacia el futuro del jazz con música que posee tanta forma como contenido.
Brandon Lewis, como Glasper, Overall o Cross, son el jazz del siglo XXI porque tienen la capacidad y el lenguaje para llevar el género a lo que quiera que depare el futuro. Son grandes músicos, pero están en construcción, y asistir al proceso que les lleve del hoy al mañana es el gran valor de poder escucharlos en un festival de jazz como el de Vitoria.
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