El meme: de basura digital a expresión cultural (e incluso artística) de este tiempo
Festivales, publicaciones y hasta la Biblioteca Nacional reivindican el formato como algo más que un producto digital efímero mientras aparecen creadores que apuestan por la autoría en una disciplina tradicionalmente anónima
Julio Iglesias, sonriente y bronceado, te señala con el dedo, con mirada picarona y te dice: “Y lo sabes”. Alguien, en algún lugar, por algún motivo, eligió esta imagen del cantante español y le añadió un texto sobreimpresionado. Luego, este artefacto se hizo viral en las redes y muchas otras personas utilizaron la misma imagen para plasmar diferentes ideas divertidas o delirantes. Quizás Iglesias sea ahora más conocido entre las jóvenes generaciones por sus memes que por sus discos… “Y lo sabes”.
Así, la imagen del artista se convirtió en un meme. Los memes suelen considerarse como una excrecencia de la actividad de las redes sociales, basura digital para consumo rápido, algo no demasiado respetable. Pero hay quien se toma estas imágenes mucho más en serio. “Queremos reivindicar el meme como una expresión cultural de la sociedad, como un reflejo de lo que somos, hasta como una expresión artística”, dice Juan Gómez Alemán, director de La Juan Gallery junto con Rosa Ureta, promotores del Festival de Cultura en Internet SoyMeme, que se celebra desde el fin de semana pasado hasta este sábado en Madrid: hay batallas y talleres de memes, mesas redondas y hasta un memetrón, un mecanismo que transforma personas en memes.
Los memes surgen de manera silvestre en las redes, en tiempo real, en reacción a la actualidad, con intención satírica, humorística o decididamente política. Tratan de la ola de calor, de Victoria Federica Marichalar y Borbón, de las elecciones andaluzas, de las relaciones de pareja o del caso de corrupción de turno: internet es la enorme maquinaria que convierte la realidad en memes. La mayoría caen pronto en el olvido, pero algunos elegidos (por las masas) pasan a formar parte del imaginario colectivo.
Si el de Julio Iglesias es como el Guernica de los memes, hay otros que también estarían grabados en una hipotética historia universal del formato. Por ejemplo, la imagen de la pareja heterosexual que camina por la calle mientras el chico se gira para mirar a otra viandante (se suele llamar Distracted boyfriend), que se utiliza para expresar el deseo de algo mejor que lo que tenemos, aunque eso no esté mal del todo (porque, muchas veces, la imagen de base ya implica el sentido del meme). Batman dándole un sonoro bofetón a Robin. La niña que mira a cámara con expresión malévola mientras arde una casa (conocido como Disaster girl). El perro grande y musculoso en contraposición al perrito debilucho (Swole Doge vs. Cheems), que representa las glorias de un pasado heroico frente a las tonterías contemporáneas. La expresión condescendiente de Gene Wilder interpretando a Willy Wonka en Charlie y la fábrica de chocolate...
Y un sinfín de ellos, como los que se pueden encontrar en la web especializada Know your meme, donde se cuelgan artículos, entrevistas o newsletters y se da cita una nutrida comunidad de aficionados, como si se tratara de una sesuda revista sobre una disciplina artística, la literatura o el cine. El meme es cosa seria.
Una institución tan respetable como la Biblioteca Nacional de España (BNE) también se toma muy en serio los memes y recoge algunos dentro de su estrategia de documentación de la web española. “Los ciudadanos no solemos entender los memes como una manifestación social”, dice Mar Pérez Morillo, directora de la División de Procesos y Servicios Digitales de la BNE, “porque solo con el paso del tiempo somos conscientes del valor de ciertos documentos y manifestaciones populares”. Los memes serían en este contexto algo similar a la ephemera que también recopila la Biblioteca, documentos de carácter menor entre los que se incluyen envoltorios de caramelos, carnés de baile del Romanticismo, paipáis, cromos, recordatorios de comunión… “Reflejan la cultura y la sociedad de nuestro país en una época determinada. La información que se publica en internet es muy efímera y no podemos valorar hoy lo que será de interés en el futuro”, dice Pérez Morillo. Así, parte de lo que recolectan en la web puede parecernos hoy insustancial, “pero en el futuro será un reflejo de lo que nos preocupaba, de cómo reaccionábamos ante los acontecimientos sociales y políticos. Son una muestra perfecta de nuestra sociedad y de cómo afronta la realidad”, añade.
Memes de autor
Los memes han sido tradicionalmente (si es que su corta historia permite utilizar este término) un ejemplo de creación colectiva: igual que las coplas populares, las leyendas, los chistes o los refranes, no se suele saber quién los ha creado, ni se tiene registro de quién los va modificando en sucesivas encarnaciones. Diferentes aplicaciones ponen al alcance de cualquiera el producir su propio meme empleando una biblioteca de imágenes públicas como base. Sin embargo, el concepto de autoría va llegando también a esta disciplina, como se aprecia en el festival SoyMeme, en el que se celebran diferentes actividades para el consumo en grupo de estos artefactos con los que solemos tratar en solitario. “Me parece muy importante poner nombre y cara a estos memeros que están produciendo las imágenes que consumimos todo el tiempo”, dice Gómez Alemán, “es una manera de reivindicarlos profesionalmente”.
Dentro de los memes contemporáneos se dan diversas tendencias, que surgen de esas redes que funcionan a modo de fábricas de memes, como Twitter, Reddit, Instagram, o foros como Forocoches o 4Chan. Por ejemplo, se llama shitposting (post de mierda) a los clásicos memes de urgencia, elaborados sobre fondos populares, sin demasiada calidad y, por lo general, de forma anónima. Pero con el tiempo han aparecido otras tipologías, algunas de carácter íntimo, militante, reflexivo o costumbrista. La memera Culomala (traducción del inglés baddass, que se traduce como una mezcla de impresionante y macarra), participante del festival SoyMeme, crea materiales de este tipo. “Los utilizo a modo de diario íntimo, pero yendo de lo personal a lo universal, utilizando fondos bastante oscuros sacados, por ejemplo, de videojuegos”, explica la autora, que se identifica como Alejandra pero prefiere no dar su apellido, “mucha gente se ha sentido identificada con mis memes”. Entre los temas que trata están los autocuidados, la salud mental, el campo de las emociones, casi como una forma de activismo personal.
Listillas es el nombre de la cuenta de Marina Moratilla, cuyo trabajo discurre por otro camino, el de la recogida de ciertos clichés, algo ridículos, que se repiten en las conversaciones. “Yo creo que hago memes costumbristas, compongo una especie de refranero de los mileniales”, cuenta. Por ejemplo: “Lo peor no son los niños, son los padres” o “¿Machista yo?... si tengo madre y hermana”. Frases que evidencian un pensamiento fast food para mentes perezosas, aforismos de usar y tirar. Comenzó en 2018: “Al principio éramos cuatro, pero luego mucha gente se animó a hacer memes; parece que los que hemos quedado al final con cierta relevancia somos más o menos los que estábamos al principio”, relata. Otros memeros de renombre son las cuentas Policía del Afecto, Oro Jondo, Basura Virtual, Derribos y Deconstrucciones, Queensdeledit, Pro.del.kastineo o Afirmacion.es.
Hay creadores digitales que consiguen vivir de la profesión. Es el caso de Christian Flores, que no hace memes en forma de imágenes, pero sí vídeos virales que, no siendo lo mismo, se podrían considerar parte de la misma cultura digital. Suyo es el famoso vídeo Velaske, yo soi guapa?, en el que los personajes de Las meninas cantan un trap delirante. Flores consiguió con este proyecto la necesaria repercusión para trabajar ahora con clientes de peso como Netflix, Primavera Sound o el Ayuntamiento de Barcelona. Aun así, su profesión está llena de incertidumbre. “Dependo de un algoritmo, trabajo en dos redes, TikTok e Instagram, que mañana podrían desaparecer, o podría perder a mis seguidores”, cuenta, “hay que pagar el precio de internet: nunca sabes lo que va a pasar”. De lo que está seguro es de la importancia de la cultura cibernética. “La producción cultural se ha disparado como nunca en la historia, el meme es la divisa del humor en internet y tiene un potencial político muy jevi. Es un artefacto de comunicación muy complejo: cualquier meme está imbuido del espíritu de nuestro tiempo”.
Dios es un meme exitoso
Hay quien considera el primer meme una viñeta que se publicó en 1921 en la revista Judge, editada por la Universidad de Iowa: en ella se hace una broma sobre la diferencia entre las expectativas fantasiosas y la terca realidad que luego se impone. En aquel caso la broma era la siguiente: cómo crees que vas a salir cuando posas para una foto y cómo sales realmente. La idea sigue teniendo éxito en la memesfera a día de hoy: lo que esperas cuando encargas algo en la plataforma de venta en línea AliExpress y lo que te llega a casa.
Del propio término meme también se conoce la autoría: fue acuñado en 1976 por el célebre biólogo evolucionista Richard Dawkins en su libro El gen egoísta. Según la definición de Dawkins, el meme es la unidad mínima de información cultural, de igual modo que el gen lo es de información genética. Si somos biología y cultura, la primera se transmite mediante la genética y la segunda mediante la memética. “Al igual que los genes se propagan en un acervo génico al saltar de un cuerpo a otro mediante los espermatozoides o los óvulos, así los memes se propagan en el acervo de memes al saltar de un cerebro a otro mediante un proceso que, considerado en su sentido más amplio, puede llamarse de imitación”, escribe al autor.
El meme de internet tal y como ahora lo conocemos es también un meme en el sentido de Dawkins, pero no agota el término: también son memes las canciones, las ideas filosóficas, las modas en el vestir o “las formas de fabricar vasijas o de construir arcos”. El biólogo ha declarado que el término actual es un “secuestro de la idea original”, pero ese “secuestro” también es una demostración de cómo el formato evoluciona y muta en el tiempo. Un ejemplo notable de meme, en sentido amplio, que el propio Dawkins ofrece, es la idea de Dios, que ha conseguido replicarse en cerebros durante toda la historia de la humanidad, probablemente por su eficacia para dar sentido al mundo de los creyentes y aliviar sus sufrimientos existenciales. Dios es un meme exitoso.
¿Son los memes una cuestión generacional? Sí y no. “Todo el mundo, de todas las edades, consume memes, son muy transversales”, opina Juan Gómez Alemán, “pero no todo el mundo consume los mismos memes”. Por lo general, los que circulan entre la generación boomer les resultan a los más jóvenes de un humor tan blanco y obvio que no les hacen gracia. Al contrario, para los mayores los memes de los mileniales o los zeta son, directamente, incomprensibles por la falta de referentes compartidos. Veremos lo que piensan los habitantes de las décadas venideras cuando vean, probablemente, los despreciados memes de hoy colgados en los museos del mañana (aunque sean museos virtuales).
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.