Néstor Sanmiguel Diest, el sastre de Aranda de Duero que se convirtió en pintor
El Museo Reina Sofía dedica una retrospectiva de 130 obras a un artista que escogió crear en los márgenes de los circuitos convencionales compatibilizándolo con su trabajo como patronista en una fábrica textil de Burgos
Hasta el día en que cumplió los 50, Néstor Sanmiguel Diest (Zaragoza, 73 años) trabajó como patronista en una fábrica textil de Burgos, oficio que compatibilizaba con una intensa dedicación al arte. Empezaban los 2000 y decidió dedicar toda su energía y talento a su actividad artística. Casi desconocido hasta entonces salvo por su participación en colectivos como A Ua Crag, se instaló en Aranda de Duero (Burgos) y consiguió la atención de galerías como Trayecto o Maisterravalbuena. Una exposición en el Musac en 2005 le sirvió de billete exprés para romper su anonimato y despertar el interés en Europa. Y ahora toma el relevo el Museo Reina Sofía, en su sede del Palacio de Velázquez del Retiro, en la labor de dar a conocer una obra tan original como compleja. Bajo el título de La peripecia del autómata (un guiño al libro homónimo escrito por José Bergamín en el exilio) se exponen 130 piezas que se podrán ver todo el verano, hasta el 19 de septiembre. La muestra, patrocinada por la Comunidad de Madrid, tendrá una versión complementaria en el museo de arte contemporáneo Artium, de Vitoria. Todo el proyecto ha sido comisariado por la directora del centro vasco, Beatriz Herráez. Aunque no hay un orden cronológico convencional, la exposición ofrece piezas fechadas en los inicios de la carrera del autor, a finales de los años 80, cuando todavía trabajaba como patronista, hasta la actualidad.
Alto, fuerte y con una barba que le rebasa el cuello de la camisa hasta esparcirse por el pecho, Néstor Sanmiguel Diest no oculta la satisfacción que le produce ver reunidas una gran parte de sus criaturas artísticas. Durante el recorrido previo a la presentación de la muestra este jueves, Beatriz Herráez lo ha definido como un artista de artistas, dueño de una obra llena de referencias literarias, musicales y pictóricas. En dos de ellas reproduce escritos de Julio Cortázar (Rayuela, Libro de Manuel) y un poco más adelante se puede ver una de sus últimas piezas, inspirada en Las Horas, de Virginia Woolf.
Manuel Borja Villel, director del Reina Sofía, explica que Sanmiguel Diest es un artista singular, dueño de una obra en la que la imagen se confunde con los textos. “Es el resultado de una construcción bien meditada, perfectamente estructurada y medida hasta en sus últimos detalles. Mezcla los recursos aprendidos en su oficio de patronista con el dadaísmo. Recuerda a Francis Picabia y a Tristan Tzara; pero también a Tàpies o a Miró. Es un artista genial”.
Ante los 73 paneles que conforman la obra titulada Emociones barrocas (1987-2005), el artista habla de la influencia que su trabajo en la fábrica de ropa ha podido tener en su obra artística. Con mucho humor explica que su labor como patronista consistía en hacer posibles diseños que muchas veces eran impracticables. Cuenta que se hacían prendas para hombre, mujer o niños y que los diseñadores eran muchos. “Te traían un dibujo horripilante de una prenda cualquiera y mi misión era coger el ordenador y mover puntitos hasta que aquello tuviera posibilidades de vida”.
Las habilidades creativas de Sanmiguel en su oficio eran tales que, según apunta Beatriz Herráez, pasó a encargarse de patrones de ropa destinados a disimular los defectos físicos de los clientes, una especialidad para la que había que estar muy bien preparado.
¿Qué le debe a su trabajo en la fábrica? “El conocimiento del oficio”, responde. “Ahí aprendí cómo apuntalar una historia que tú tienes en la cabeza y que se puede representar con el apoyo de pintura, alfileres y papel pegamento. Lo dejé porque llegó un momento en el que me harté. Pintaba por la noche, quitándome horas de dormir. En cuanto pude, todo mi esfuerzo fue para mis cuadros”.
El trabajo en la fábrica también le vinculó con la política, muy presente en sus piezas de los años ochenta, cuando fue responsable de Comisiones Obreras en Aranda de Duero y militó durante muchos años en el EMK-Movimiento Comunista de Euskadi.
Durante la presentación ha confesado que después de tantos años de duro trabajo ya no esperaba ningún reconocimiento como la exposición del Reina. “La galería de arte me rescató del olvido y de la desesperación. Por fin puedo dar a conocer mis devaneos mentales. Si lo he conseguido, me alegro mucho. Lo que no es digno de mí, acaba en el fuego, pero lo que tienen delante, ha merecido mi aprobación”.
¿Qué les diría a quienes han optado por no frecuentar los circuitos convencionales pero tienen que vivir de su trabajo? “Les diría que persistan porque siempre se llega a algo. Si son buenos, lo suelen conseguir. Y si no, pues mala suerte. ¡Qué le vamos a hacer!”.
Babelia
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