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Edith Aron: la mujer que más cerca estuvo de ser La Maga de ‘Rayuela’

Ante las especulaciones sobre si estaba basado en ella el personaje de la novela de Julio Cortázar, dijo: "Yo no soy La Maga. Yo soy mi propia persona”

Juan Cruz
Edith Aron, fotografiada en los años 2000 en Madrid.
Edith Aron, fotografiada en los años 2000 en Madrid.

A ella le resultó insoportable que Julio Cortázar, que usó algunas de sus maneras de ser para construir el personaje de La Maga en Rayuela, la tachara entre sus traductores al alemán. Ella no lo tachó entre sus amigos, pero a partir de entonces su recuerdo era el de un hombre ingrato. Edith Aron, que murió a los 96 años este 25 de mayo en Londres, donde vivía, había conocido en un barco a quien luego sería su amigo en París. Tocado ya por la fama que le dio ese libro, Contázar aceptó que Aron fuera su traductora. Hasta que los editores alemanes le sugirieron que rompiera ese compromiso para un nuevo libro de cuentos. Desde entonces ella quiso apartar a Cortazar de sus afectos, pero le resultó imposible apartarlo de su vida.

La hija de Edith Aron, la cantante de ópera y fotógrafa Joanna Bergin, confirmó la noticia de la muerte de su madre al periódico La Nación de Buenos Aires, que la publicó este último sábado. Aron nació en Sarre, Alemania, y vivió toda su juventud en Buenos Aires, hasta que emigró a Francia en ese barco en el que casualmente también iba Cortázar.

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Según la información publicada ahora, Edith Aron sufrió recientemente de neumonía y de un problema renal. Es posible que fuera afectada por el coronavirus, aunque no le hicieron prueba al respecto en el hospital de Londres donde falleció.

Aron, una mujer altísima, de ojos incisivos, penetrantes, siempre dijo a quien se lo preguntara que ella no era La Maga. Se lo dijo a este periódico en septiembre de 2004, cuando cumplió ochenta años, y lo comentó sucesivamente en todas las entrevistas que tuvo y en las que, sin excepción, le señalaban la probabilidad de su relación con el personaje más querido de la novela principal de Julio Cortázar. “Yo no soy La Maga. Yo soy mi propia persona”, decía.

El desdén de Cortázar le hizo un daño visible. Aún en 2004 a Edith Aron le resultaba difícil abrir Rayuela, aparecido en 1963, porque Cortázar le había puesto una dedicatoria (“decía que yo era una especie de fantasma que andaba por la Argentina”) que ella juzgó tan difícil de asumir que rompió esa página en concreto y mantuvo Rayuela con el lomo oculto en la estantería como para dejarlo de ver.

Cortázar le había puesto una dedicatoria (“decía que yo era una especie de fantasma que andaba por la Argentina”) que ella juzgó tan difícil de asumir que rompió esa página

La relación de Aron con Cortázar, a pesar de esos cortes de ánimo que ella llevó a un libro, 55 Rayuelas (Belacqua, Barcelona, 2007), no se rompió nunca. En 1979, seis años antes de la muerte temprana del escritor, y según contó ella misma a EL PAÍS, él fue a verla a Londres, estuvo en su casa, cerca de donde los Beatles hicieron el inolvidable paseo, jugó con Joanna y luego se marchó. Ella señaló, al recordar esa despedida, el gesto del escritor al irse por esa puerta pequeña. Mientras lo relataba, era posible imaginarlo, tan alto como ella, agachándose para dejar atrás a esta mujer que aún parecía ingenua y asombrada, pero poseída ahora por el recuerdo de un desdén insoportable. En esa última ocasión a Cortázar lo había visto “desorientado, creo que buscaba a Aurora otra vez”.

Aurora era Aurora Bernárdez, que toda su vida se pasó diciendo, como Edith Aron, que no era La Maga. Se disputaron a Cortázar, en todo caso, pues en la Navidad de 1951 el escritor aún no se había decidido hacia cual de las dos orientaría su afecto. Una ausencia de Aron lo juntó a Bernárdez, por muchos años. Los tres siguieron mostrándose amistad, de la que queda constancia escrita en la amplia correspondencia de Cortázar, que precisamente preparó para Alfaguara Aurora Bernárdez en el año 2000.

Esa esgrima durará mientras haya lectores que se asombren de la ingenuidad de La Maga, ese personaje sacado de un sueño dentro del que también vivió Edith Aron

En un congreso habido sobre Rayuela en la Universidad de Cádiz en 2004 (recuerda la profesora, estudiosa de Cortázar y amiga de Aurora, Mariángeles Fernández) se le escuchó a la primera esposa y albacea de Cortázar, al ser preguntada por si ella era La Maga de Rayuela: “No, no lo soy; yo soy más inteligente que ella”.

Esa esgrima durará mientras haya lectores que se asombren de la ingenuidad de La Maga, ese personaje sacado de un sueño dentro del que también vivió Edith Aron. Su maestro (“él sabía tanto, yo no sabía nada”) la había desdeñado, nada que le recordara a él podía ser dicho sin que se notara su rabia.

Una vez contó Edith Aron, hablando de su infancia: “Cuando íbamos a hacer las compras con mi madre, cogíamos la Obere Alleestrasse, que estaba rodeada de acacias. Ahí fue donde pregunté: ´Mami, en realidad, ¿qué significa en realidad?”. Ella no lo dijo nunca, pero a pesar de su rabia contra el autor de Rayuela, por ese libro pasea, asombraba, alguien que se le pareció mucho.

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