‘El sastre de la mafia’: nada por aquí, nada por allá
En la ópera prima como director de Graham Moore, todo me suena a teatral y a experimento con pretensiones
Informan de la complicidad y el amor desbordante con el que los asistentes al festival de Cannes han recibido a Tom Cruise y su ardoroso alegato a favor de las salas de cine, su razonada negativa a fabricar películas destinadas a las plataformas, el exclusivo consumo privado y casero (aunque también veo a numerosa gente y sin apariencia marciana que ven las películas en sus móviles) de un milagro permanente que agrupaba a los espectadores en salas oscuras, en lo que era su espacio natural y ancestral. Cuenta que él, camuflado con una gorra, sigue yendo al templo de los sueños, viendo estrenos (no aclara si también mastica palomitas), rodeado de desconocidos. Y por ello estrenará la semana que viene en las salas su último y lujoso capricho: Top Gun: Maverick. Seguro que el taquillaje no le va a fallar. Ojalá que esté acompañado de calidad. Mi memoria del primer Top Gun casi no existe o la asocio con algo tan vacuo como previsible. A Cruise le catapultó a un estrellato absoluto y duradero. Hay que valer para eso. Y conocer inmejorablemente el negocio, no tener dudas sobre lo que el gran público desea ver.
Y está claro cuál es el material con el que Hollywood pretende sobrevivir, o vivir como los dioses, en el presente y en un futuro que se prevé tan largo como tedioso. Sus infinitos medios y su marketing se vuelcan casi exclusivamente en la factoría Marvel y cine similar, tan aparatoso como hueco, sin necesidad de esas cositas tan prescindibles llamadas guiones, con el protagonismo exclusivo del ruido y los efectos especiales. Me cuentan que el estreno que ha acumulado más espectadores en España, e imagino que en los cines de cualquier parte, es Doctor Strange en el multiverso de la locura. Y como me dedico a esta profesión tan rara de escribir y hablar de las películas, me siento en la obligación de ser testigo de lo que ama el público. Ninguna sorpresa. Más de lo mismo. Brujas y monstruos que echan fuego por la boca. Mezcla de pesadilla y realidad. Tonterías con pretensiones de trascendencia. Y en medio de tanto frenesí, de un torrente de imágenes clónicas, de una música que no cesa y que puede dejarte sordo, descubro que puedo quedarme frito. Ese duermevela lo propicia la ancianidad, pero también el aburrimiento excesivo. Ignoro cuál es el desenlace de esta tontería con tanto éxito.
Y de ahí me traslado a una película con etiqueta de cine de autor. Al parecer viene avalada porque se exhibió en el último festival de Berlín. Si yo les contara la ingente cantidad de insufribles naderías que me he tragado durante 35 años haciendo la crónica de los festivales más distinguidos. Esta se titula El sastre de la mafia. El título es prometedor. También supone la ópera prima como director de Graham Moore, guionista de la notable Descifrando Enigma. El escenario inicial es una sastrería de Chicago, que regenta un enigmático sastre inglés. El escenario no cambia durante todo el metraje. Ese lugar es utilizado para los trapicheos gansteriles. Están enfrentados entre ellos, hay traiciones y el FBI ha instalado micrófonos en el lugar. Todo me suena a teatral y a experimento con pretensiones. Confieso mi ignorancia de lo primero y los experimentos casi siembre me aburren. Y al igual que con el anterior producto de Marvel, vuelvo a amodorrarme. Nada de lo que me cuentan me importa lo más mínimo. Aspiran a que la gente retorne a los cines. El problema es la oferta. Impera la mediocridad y los retales. Los paladares cinematográficos medianamente educados lo tienen crudo para disfrutar de la posibilista o pandémica cartelera.
El sastre de la mafia
Dirección: Graham Moore.
Intérpretes: Mark Rylance, Zoey Deutch, Dylan O'Brien, Johnny Flynn, Nikki Amuka-Bird.
Género: Drama.
Duración: 106 minutos.
Estreno: 20 de mayo.
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