‘Doctor Strange en el multiverso de la locura’: amor y maternidad en el universo Marvel
Se nota la eficaz labor en el tono y en la puesta en escena de Sam Raimi, director de los buenos, y la reflexión sobre aspectos de la condición humana
“Tendrás que hacer algo más que matarme para matarme”. Esta frase de Doctor Strange en el multiverso de la locura, pronunciada por su propio protagonista en una secuencia de batalla de la nueva entrega del universo cinematográfico de Marvel, evidencia hasta qué punto es necesario escapar de las coordenadas habituales de la lógica narrativa, y hasta qué lugar se está extendiendo ese universo expandido, articulado ya como multiverso, tras variados apuntes en las últimas películas de la franquicia.
El rizo está ya tan rizado que es posible que los no especialistas ni fanáticos tengan que quedarse uno o varios escalones por debajo en la comprensión de ciertos detalles argumentales (este crítico, el primero), conectados con las tramas de varias producciones anteriores, tanto de cine como de televisión. Pero quizá lo esencial, más allá de los cameos, los inacabables guiños y las conexiones entre unas y otras historias, sea que esta segunda entrega con el doctor Extraño como guía, tras la producción homónima del año 2016, puede llegar a disfrutarse como juguete de diversión independiente, gracias fundamentalmente a dos vertientes creativas bien distintas. Primera, la eficaz labor en el tono y en la puesta en escena de Sam Raimi, director de los buenos, de vuelta a Marvel después de componer la primera trilogía de Spider-man entre 2002 y 2007. Y segunda, la presencia de dos grandes temas de interés que subyacen de la sempiterna parafernalia de acción y aventura de los superhéroes; aspectos que nada tienen que ver en principio con la fantasía y el espectáculo, y sí con elementos básicos de la condición humana: el amor y la maternidad.
Una espectacular secuencia de batalla entre Strange y un pulpo gigante de un solo ojo por las calles de la gran ciudad abre las endorfinas de los espectadores en el primer acto (pocas cosas más banales y, también, más divertidas, si están bien compuestas), aprovechando la fracción más lúdica y dionisiaca de la película, después de que la presencia de un nuevo personaje, América Chávez, chica latina con dos madres, con poderes para moverse por el multiverso (y lesbiana, al menos en los cómics, aunque en esta primera entrega no se desarrolle), ejerza una vez más de estímulo para la diversidad sexual, vital y racial, algo ya habitual en Marvel.
Encontrarse con uno mismo en otro universo, pero con otro yo, desde el reverso tenebroso de Strange hasta su variante zombi, se convierte en algo de andar por casa en la extensión espacial y temporal de la saga, pero seguramente haya algo más importante en la película que ese aparente capricho: la complejidad de caracteres, la relatividad de los comportamientos, el hecho de que no se sepa muy bien quién es héroe y quién es villano. Una característica que explota directamente en el rol de Bruja Escarlata, de evidente fragilidad mental, aunque aunando fortaleza y tristeza, con el anhelo desmedido de la maternidad en su más lúgubre interior, que inventa una realidad paralela y sin traumas junto a sus hijos (inventados).
Distinta en muchos aspectos a la primera producción sobre Extraño, la dirigida por Scott Derrickson en 2016, menos ambiciosa y más lisérgica, la película tiene una parte en el núcleo central algo desvaída y pomposa, pero finalmente resurge gracias al fuelle de Raimi para componer imágenes con fuerza visual, al carisma interminable de Benedict Cumberbatch, y a algo aún más complejo que el concepto del multiverso: el concepto del amor, centrado en la relación entre Stephen Strange y Christine Palmer (Rachel McAdams), que nunca se sabe si vienen o si van, y en la preciosa y terrible sensación de querer a alguien más allá de cualquier tiempo y lugar.
DOCTOR STRANGE EN EL MULTIVERSO DE LA LOCURA
Dirección: Sam Raimi.
Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Elizabeth Olsen, Xochitl Gómez, Rachel McAdams.
Género: aventuras. EE UU, 2022.
Duración: 126 minutos.
Estreno: 6 de mayo.
Babelia
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