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Raphael Minder: “Llegué a una España sin banderas y ahora las llevan los perros”

El corresponsal de ‘The New York Times’ dice adiós a un país “cálido y muy abierto” en el que ha visto muchos cambios

Raphael Minder, corresponsal de 'The  New York Times' en España, retratado en Madrid.
Raphael Minder, corresponsal de 'The New York Times' en España, retratado en Madrid.INMA FLORES
Berna González Harbour

Un periodista no suele convertirse en noticia, pero la historia de Raphael Minder, corresponsal de The New York Times en España desde hace doce años, no se ha librado de las emociones que se desataron a partir del procès. Escribir sobre ello le generó los momentos más complicados, pero su andadura ha sido básicamente feliz, muy feliz. Minder (Ginebra, 51 años) se muda de periódico y de universo, ya que en pocas semanas se asentará en Polonia como nuevo corresponsal de Financial Times.

Pregunta. ¿Qué le sorprendió al llegar?

Respuesta. Creía que no me esperaban muchas noticias, pero estalló la crisis financiera, España asumía la presidencia de la UE y lo primero que tuve que cubrir fue el rescate a Grecia. A partir de ahí he vivido una década excepcional.

P. ¿Y de la vida, de las costumbres?

R. Es un país superabierto. Yo venía de Hong Kong y de un entorno mucho más cerrado y complicado y me encontré con que aquí puedes hablar con cualquier persona. Para mí eso sigue siendo increíble. Los sondeos dicen que la gente desconfía de los periodistas, pero aquí me han enseñado hasta el DNI para que escribiera bien el nombre y sin pedirlo. La gente aquí es muy cálida.

P. ¿En qué ha cambiado España en este tiempo?

R. Llegué a una España sin banderas y ahora vivo en un barrio, Chamberí, donde muchos pasean un perro con un collar con la bandera de España. El nacionalismo y las tensiones desatadas a raíz del independentismo de Cataluña han sido un cambio notable. Cuando llegué había tensiones, claro, pero se centraban en cómo pagar la hipoteca o la destitución del juez Garzón y la frágil aceptación del legado de la Guerra Civil. En ese sentido España ha cambiado. Y en muchos. Uno de mis últimos artículos es sobre la llegada masiva de latinoamericanos de gran poder adquisitivo a Madrid, ahora es una ciudad más cosmopolita. Otra novedad es la crispación entre la izquierda y la derecha, mucho mayor que en 2010. No me acuerdo de que entonces se hablara rojos y fascistas y ahora es lo más normal del mundo.

P. ¿Y en qué le ha cambiado España a usted?

R. He aprendido a compaginar temáticas muy distintas y eso me ha permitido ser más completo. También me he vuelto menos formal y puntual, muy dispuesto a cenar a horarios que no se corresponden nada ¡a las 19.30 de mi madre en Ginebra!

P. Se va a Polonia. ¿Qué va a echar de menos?

R. A la gente. Cada aspecto de mi vida aquí me parece absolutamente privilegiado: el contacto con el camarero al tomar un café aquí es algo divino, muy especial, porque no solo te pregunta qué quieres sino que empiezas una conversación que acaba con recomendaciones… También hablar el mismo idioma.

P. ¿Aprenderá polaco?

R. Lo estoy intentando con una app y de momento es complicadísimo. La palabra “hombre” tiene ¡cuatro consonantes unidas!

P. ¿Esto le acerca más a su casa?

R. Toda mi familia viene de Europa del Este y no tengo ni una gota de sangre suiza. Mi padre nació en Budapest y mi madre era de origen ruso y georgiano, pero mi padre fue el típico inmigrante que se convirtió en más suizo que cualquier suizo: aprendió los cuatro idiomas de Suiza, fue capitán en el Ejército suizo, hizo todo lo que se podía hacer para integrarse. Una vez tuvimos una discusión sobre Suiza y le dije: “¿Por qué estás defendiendo Suiza como si fueras suizo?”. Y me respondió: “A un país que te da una segunda oportunidad en la vida, le debes todo”. Y se acabó la discusión. ¿Me acerca esto a mi origen? En cierto modo sí, porque tengo un poco de sangre polaca y ucrania y es la primera vez que me acerco a una parte del mundo que siempre ha formado parte del relato de mi familia. Mis abuelos siempre hablaban con mucha nostalgia de la antigua Rusia blanca, tenían recuerdos muy idealizados de aquello porque mi abuelo era pianista y tenía una herencia de la música clásica rusa muy fuerte. He crecido en este ambiente en que se hablaba mucho de lo austrohúngaro y la Rusia zarista.

P. ¿Y de dónde se siente?

R. Me siento ciudadano del mundo porque soy una mezcla. Creo que muchos somos una mezcla, aunque algunos no lo sepan. Yo soy suizo, es donde he nacido y luego he trabajado en siete países. Voy allí para ver a mi familia, no para estar en mi sociedad suiza. Y aunque soy nómada, mis raíces están en una profesión que amo y ejerzo desde hace 30 años. Muchos han cambiado su vida profesional, así que tengo más continuidad que otros. He crecido en una familia muy mezclada, padre protestante, madre rusa ortodoxa, confirmado en iglesia anglicana y tengo sangre judía así que me falta poco para representar casi todas las religiones sin sentirme incorporado en ninguna de ellas.

P. ¿Será distinto ser corresponsal para un medio británico?

R. No tanto, porque al final el trabajo del corresponsal es el mismo. Eso sí, vuelvo a un ambiente más inglés en el que hay que leer un poco entre líneas, porque cuando un inglés te dice que tu artículo es “interesting” puede significar que es lo peor que ha leído en el último mes o que sí lo es interesante [ríe].

P. ¿Lo más complicado ha sido el independentismo?

R. Sí, ha sido lo más complicado porque entré en esta temática bastante bien preparado. Una editorial inglesa me había propuesto escribir un libro sobre Cataluña y tenía un conocimiento bastante profundo, había hecho 200 entrevistas para el libro [The Struggle for Catalonia: Rebel Politics In Spain]. Pero rápidamente me di cuenta de que las emociones que acompañaban este tema me superaban. Para algunas personas era casi imposible hablar sin perder el control de sus emociones. He sufrido ataques personales a veces complicados. Y eso me ha dolido especialmente por parte de gente con la que había tenido muy buen trato y que de repente al molestarse por un artículo o por algo que habían escuchado y que ni siquiera habían leído ya no querían hablar conmigo, a veces de manera grosera.

P. ¿Siente que ahora hay menos emociones en el asunto?

R. Creo que hay un poco menos, pero sigue siendo un tema latente, un fuego con las cenizas aún muy vivas. El tema no está resuelto. El fuego tiene menos vivacidad, pero se puede reactivar.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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