La vida secreta de los pumas y el primer vuelo de un cóndor: así se grabó el documental narrado por Obama en la Patagonia
René Araneda, documentalista chileno, explica el detrás de cámara de la mega producción de Netflix. “No es un programa científico, sino emocional”, sostiene
El documentalista de naturaleza René Araneda (40 años, Santiago de Chile) tenía claro que para la docuserie Nuestros Grandiosos Parques Naturales, disponible en Netflix, no quería caer en la imagen del puma alimentando a sus cachorros. Eso ya se ha visto; él mismo lo ha grabado para la BBC o Animal Planet. Para el episodio centrado en la Patagonia, el equipo de Araneda se propuso grabar al felino socializando. El reto era mayúsculo, considerando que hasta hace apenas un par de años la evidencia científica arrojaba que era una criatura solitaria. Pero los conocimientos adquiridos por el chileno en la media vida que lleva trabajando en la zona, y el refugio que supone el Parque Nacional Torres del Paine para el depredador, le permitió captar hasta ocho pumas de distintas camadas interactuando y compartiendo sus presas alrededor de una laguna.
Cuando los productores James Honeyborne (Blue Planet II) y Sophie Todd (Formula 1: Drive to Survive) citaron a Araneda en Reino Unido para invitarlo al proyecto, le explicaron que querían dedicar uno de los cinco episodios a la Patagonia por ser un ejemplo de reconstrucción, por las inmensas donaciones de áreas silvestres al Estado, y porque les interesaba mostrar la cantidad de tierra salvaje que hay en el extremo sur del mundo. “Uno piensa que existen muchos asentamientos humanos por la zona, pero no. La variedad de la Patagonia permitía contar historias nuevas, con una apariencia distinta, a un público internacional que desde hace un tiempo quiere saber más sobre el lugar”, comenta Araneda por Zoom.
“Lo que se ve en el programa debe ser un 2% del material, máximo un 5%”, calcula el documentalista. Su equipo grabó durante un año y medio en distintos rincones de las 12 millones de hectáreas que conforman los 17 parques nacionales de la Patagonia. Se dieron algunas licencias fuera de la zona para enseñar, por ejemplo, los diezmados bosques de araucarias en el Parque Nacional Conguillio o las técnicas de cacería de los lobos marinos sudamericanos a los pingüinos en las islas de Diego Ramírez, “el último pedazo de tierra al sur antes de la Antártica en todo el mundo”, para destacar toda el área marina de alrededor, también protegida.
En la reunión con los productores, donde le ofrecieron a Araneda ser uno de los cuatro cerebros editoriales del episodio, le comentaron que Barack Obama, co-productor ejecutivo de la docuserie, sería el narrador, aunque ese dato no lo podía compartir con nadie. Ni siquiera con sus compañeros de grabación. También le encargaron que capturara cómo el cóndor de los Andés, en peligro de extinción, aprendía a volar. Araneda aceptó consciente de que grabar ese proceso de aprendizaje era prácticamente imposible. No solo por la baja densidad del ave símbolo chilena, sino porque anidan en acantilados inaccesibles protegidos por la vegetación. Tardó 10 meses en encontrar uno. Aunque en estricto rigor no fue él quien dio con el nido.
Para llevar a cabo el programa, distintos equipos trabajaron durante tres años -dos de ellos de pandemia-, realizando decenas de expediciones en parques nacionales ubicados en los cinco continentes. Se apoyaron en científicos especializados en cada animal o insecto que querían enseñar. También en los vecinos de las zonas exploradas. Araneda había alertado a la comunidad de Aysén (a 2.000 kilómetros al sur de Santiago) para que lo contactaran si veían algo semejante a un nido. Un día recibió la llamada de un matrimonio. “Llegamos justo cuando el ave, de unos ocho meses, estaba más activo, saltando desde las cornisas”, recuerda. En el episodio se ve la prueba y error del polluelo, hasta el momento en que logra con éxito su primer vuelo.
Cada una de las secuencias eran enviadas luego a un experto en los protagonistas del relato y un guardaparques de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) para que hicieran sus observaciones.
El recorrido por la Patagonia fue un viaje personal para Araneda. La primera vez que visitó las Torres del Paine, por ejemplo, recuerda las fotografías que tomaba desde la playa al glaciar Grey. “Se sentía mucho más cerca que ahora”, lamenta. El derretimiento producto del cambio climático ha acelerado su retroceso y ahora hasta hay una roca con vegetación en medio del trozo de hielo. A pesar del tamaño de la crisis ambiental, no es un tema troncal en la docuserie. El programa ofrece pinceladas de la problemática, pero se enfoca en los avances de la flora y fauna logrados en las zonas protegidas.
“Dentro del espectro de los documentales sobre naturaleza existen formatos que son un poco más alarmistas con el problema. La misión de este es que los espectadores se enamoren de los animales, queden con una sensación positiva, quieran visitar los parques o se motiven a protegerlos. Yo diría que no es un programa científico, sino emocional”, explica el chileno que en 2012 se enamoró de una pequeña puma sin cola, la que protagonizó su serie Wild Expectation (2016). La felina se hizo famosa y desde entonces ha aparecido en todos sus documentales grabados en las Torres del Paine. En Nuestros Grandiosos Parques Naturales, por primera vez, se la puede ver, ya con el rostro envejecido, interactuando con otros pumas.
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