Los soldados romanos mataban el tiempo con juegos estratégicos de mesa
Hallado un tablero del siglo II a. C. empleado por un contingente militar acantonado en Lleida y que los arqueólogos califican de “excepcional”
La residencia del oficial de la guarnición romana se ubicaba en el interior del fuerte (castellum) que se erigía sobre la colina del Puig Castellar de Biosca (Segarra, Lleida), una elevación del terreno desde la que se controlaba el paso por el Segre que unía la costa mediterránea con el valle del Ebro. El área que al militar le habían encomendado resultaba tranquila, porque se situaba en la retaguardia —las guerras con los celtíberos no habían cesado―, aunque siempre era necesario mantenerse alerta. Así que los soldados allí destacados se limitaban a cumplir labores de vigilancia y pasar sus ratos de asueto haciendo lo que más les gustaba: jugar. En 2019, el equipo arqueológico de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que excava el yacimiento, enmarcado dentro del proyecto De la consolidación del poder militar romano a la fundación de ciudades, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Generalitat de Cataluña, se topó con “un excepcional hallazgo”: el tablero que los militares utilizaban para jugarse sus salarios. Ahora, el estudio Una tabula lusoria hallada en el castellum republicano de Puig Castellar de Biosca, rubricado por las arqueólogas Esther Rodrigo Requena y Núria Romaní, de la Universidad Autónoma de Barcelona, reconstruye las partidas de aquellos soldados llegados desde la península Itálica y que transportaron el juego hasta la Ibérica.
Este descubrimiento permite afirmar, dice el estudio, “que nos hallamos ante uno de los primeros ejemplos bien datados de un tablero en la península Ibérica y que nos proporciona pistas sobre la actividad de los soldados en sus momentos de ocio, y nos habla también de la existencia de componentes itálicos entre estos, ya que los juegos sobre tablero serían un pasatiempo desconocido para las poblaciones autóctonas hasta ese momento”, el siglo II a. C.
En la parte central de yacimiento, de 1,6 hectáreas, se ubicaba un edificio regular, de planta y arquitectura itálica, que medía 30,2 por 29,7 metros, y que era el lugar de residencia del oficial al mando (principia o praetorium). La edificación se alzaba en torno a un patio central de 97 metros cuadrados alrededor del cual se situaban 14 diferentes espacios con pavimentos de terrazo y pequeños trozos cerámicos. El conjunto incluía una cisterna para recogida del agua de lluvia. Todo el complejo quedaba protegido por una muralla de entre 1 y 1,2 metros de ancho, flanqueada por cinco torres sin foso. Los muros fueron construidos con piedra arenisca.
Adosadas al interior de la muralla se encontraban las habitaciones para la tropa, de las que se conservan algunas paredes. Las estancias ocupaban desde los 9,44 metros cuadrados a los 27,70. En la llamada habitación C7 ―de unos 25 metros cuadrados―, y junto a un lugar de combustión para calentarse, se encontró la tabula.
Se trata de una losa plana de piedra con forma poligonal de entre 48,5 y 26 centímetros ―originariamente era rectangular―, que apareció fracturada en dos partes. Está recubierta de incisiones para formar la cuadrícula de un damero. Según las arqueólogas, los soldados no practicaron las rayas directamente sobre la laja, sino que previamente le dieron una lechada blanca para hacer más fácil su trabajo.
En total, el tablero de juego cuenta con 176 casillas, de entre 2 y 2,7 centímetros. “La aparición de esta tabula en su posición original permite reconstruir perfectamente cómo serían los momentos de descanso de los soldados alojados en estas habitaciones. Junto al fuego, debían pasar las horas jugando, con el fin de matar el aburrimiento y los largos ratos de inactividad en un castellum de la retaguardia en el que probablemente no había demasiadas distracciones ni acción”, sostiene Esther Rodrigo.
El estudio explica también que a lo largo de Europa se han encontrado tabulae con dimensiones variadas y con un número de casillas también diferente. “Entre estas, destaca el hallazgo en 2006 de una tabula de madera de 17 por 18 casillas que formaba parte del rico ajuar de la tumba de un caudillo germano enrolado como foederatus [aliado] de las tropas romanas y que se ha fechado hacia el 375 d. C.”. Por su parte, en la península Ibérica se documentan también numerosos hallazgos en los campamentos de cronología imperial (siglo I d. C.) situados en el cuadrante noroeste.
¿Y cómo se jugaba? Núria Romaní lo detalla: “Sin duda alguna se trataría de una distracción destinada a adultos. Sabemos que los romanos eran muy aficionados a todo tipo de juegos, como los de azar, los de estrategia y, sobre todo, a cualquier juego donde se pudiera apostar”. En este caso, ambas expertas mencionan el ludus latrunculorum o juego de los mercenarios, que versaba sobre estrategia y táctica castrense.
“Sobre su reglamento, los intentos de reconstrucción a partir de las menciones documentales y la arqueología han sido numerosos sin que se hayan podido llegar a establecer con total certeza ni las reglas ni su desarrollo. Las especialistas se muestran de acuerdo en que dos jugadores confrontaban dos ejércitos y se erigía como ganador el que conseguía mantener un mayor número de piezas sin capturar. La estrategia consistiría en intentar acorralar, inmovilizar y aprehender las fichas del contrincante hasta conseguir su rendición”, se lee en el estudio.
Gracias a las cerámicas halladas en el yacimiento, las investigadoras han calculado que el tablero fue creado entre el 180 a. C. y el 120 a. C. “A la vista del material documentado, todo parece indicar que alrededor del 120 a. C. se abandonaría la fortificación. Esta datación tan concreta y precisa hace más valioso aún si cabe el hallazgo de la tabula lusoria”.
Las arqueólogas, dada la disposición de tablero sobre la última pavimentación de la estancia y cubierta por los niveles de derrumbe de la habitación, creen que estuvo en uso hasta los últimos momentos de ocupación de la fortificación militar. “Prácticamente, todos los casos documentados hasta la fecha son enclaves con una cronología que se sitúa ya en época imperial, en un momento avanzado del siglo I d. C. y, en algunos casos, llegando hasta los siglos III y V. Ninguno de estos hallazgos ha aparecido, al contrario que el de la Segarra, en un contexto estratigráfico definido que permita una datación exacta y para la mayor parte de los ejemplos localizados tampoco tenemos definido el contexto espacial preciso, con la única excepción de Petavonium”, el campamento de la Legión X Gemina (León) del siglo I d. C.
Por tanto, “esta tabula constituye el testimonio más antiguo de la práctica de juegos de mesa, y en concreto del juego del ludus latrunculorum, en un contexto romano hispánico, ya que el castellum de Puig Castellar de Biosca es, a fecha de hoy, uno de los primeros enclaves militares estables que podemos situar en Hispania en el momento inicial de la conquista romana tras la Segunda Guerra Púnica”.
Las especialistas se lamentan, no obstante, de no haber hallado las fichas, por lo que llegan a la conclusión de que “posiblemente en el momento en que se abandonó el campamento, los soldados debían de llevar en su equipaje los elementos fácilmente transportables, dejando atrás el tablero pesado e incómodo”.
Babelia
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