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España ya cuenta sus historias a los niños de todo el mundo

El crecimiento de la exportación de la literatura infantil nacional lleva al desembarco de más de 60 editoriales y agentes en Bolonia, la mayor feria internacional del sector

Tommaso Koch
Una viñeta del libro 'El monstruo de colores'.
Una viñeta del libro 'El monstruo de colores'.

Las emociones son un asunto complicado y todos los adultos lo saben. El protagonista de El monstruo de colores, en cambio, no acaba de entenderlo. Cuando se tumba en su hamaca, siente paz. Si se encuentra alegre, baila y juega. Pero a veces su felicidad se mezcla con la tristeza, o su rabia se contagia de miedo. Y la pobre criatura se confunde. Igual que cualquier niño. En Cataluña, donde Anna Llenas inventó esta fábula en 2012. En Galicia, País Vasco o el resto de España, donde se tradujo. Y en otros muchos rincones del planeta. Tanto que hasta 33 países han comprado al sello Flamboyant los derechos para publicar el libro en su propio idioma. Incluso se venden peluches del bicho risueño o enfurruñado. “Que una autora catalana llegara tan lejos dio seguridad a otros creadores y editoriales para lanzarse”, reflexiona Eva Jiménez, directora general de Flamboyant. Porque tal vez este sea uno de los mayores éxitos de exportación de la literatura infantil española. Pero no es el único: hace tiempo que España ya no solo compra relatos de otros. Cada vez más, escribe sus propias historias. Y las leen los pequeños de todo el mundo.

Más de 60 sellos y agentes nacionales se han trasladado estos días hasta Bolonia (Italia), donde se celebra la mayor feria internacional del libro infantil y juvenil —a la que este periódico ha sido invitado por la organización—. He aquí un primer indicio: pocos países cuentan con tamaño desembarco. Puede que las colosales casetas de Noruega, Alemania o el emirato de Sharjah, huésped de honor de este año, atrapen más el ojo. Tal vez el visitante se deje cautivar antes por caras familiares, como Astérix o Pippi Calzaslargas. Pero basta incluso una vuelta rápida por los pasillos para que se asome una miríada de presencias españolas. En las decenas de dibujos con firma inequívoca que pueblan las coloridas paredes de la feria. En los libros en gallego que ojea un visitante intrigado. En un encuentro del programa oficial que plantea un viaje ilustrado por el País Vasco. Y, en general, en todos los editores que han traído hasta aquí su catálogo de sueños y aventuras en castellano —y lenguas cooficiales—.

“Los álbumes ilustrados nacieron fuera de España. Hace 10 años casi todos se importaban. Pero poco a poco se han ido desarrollando mucho. Hoy muchos prefieren publicar con autores locales”, constata Luis Amavisca, editor de Nubeocho. En eso, prácticamente todos los entrevistados coinciden. Ni tampoco hay discrepancia en identificar a los gigantes originales de este mercado: Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Su presencia todavía resulta clave. Pero otros actores como España —o Italia y Corea del Sur, según apunta la directora de la feria de Bolonia, Elena Pasoli— empiezan a ganarse un lugar al sol. Y más en una feria que, este año, cuenta con una presencia asiática, estadounidense o latinoamericana reducida por la crisis sanitaria. De los 140 títulos de Nubeocho, tan solo unos 14 o 15 son importados. Flamboyant empezó comprando derechos extranjeros; hoy, en cambio, el 60% de su producción es cosecha propia. Y vende sus libros, de media, “a unos seis o siete países”, en estimaciones de Jiménez.

Portadas de 'Musgo', de David Cirici, editado por Edebé, en distintos idiomas.
Portadas de 'Musgo', de David Cirici, editado por Edebé, en distintos idiomas.

Los números de la Federación de Gremios de Editores confirman la tendencia, aunque en otros términos. Sus datos no recogen un desglose referido a la venta de derechos en el extranjero, pero sí el envío físico de ejemplares a otros países. Y ahí la facturación también ha crecido constantemente desde 2016, hasta 27,4 millones de euros en 2019. La literatura infantil y juvenil supuso, entonces, un 15% del total del mercado generado por las exportaciones. Por más que 2020 registrara un descenso (23,5 millones), debido a la pandemia, el crecimiento internacional de las historias para niños en español ya es una realidad.

“Antes se solía vender o comprar una traducción. Pero entre 2005 y 2007 las editoriales españolas empezaron a crear departamentos de venta de derechos”, apunta Geòrgia Picanyol, responsable de esa función en el grupo Edebé. “Ha habido un boom de sellos independientes, que arriesgan en los formatos y buscan nuevas ideas. Para un comprador extranjero, el mercado español ofrece muchas voces y visiones muy distintas”, agrega Clara Jubete Baseiria, coordinadora general de ¡Álbum!, una asociación que reúne a 25 editoriales nacionales. Entre sus obras, la coordinadora está detectando mucho interés por Migrantes, de la peruana Issa Watanabe, editado por el sello español Libros del Zorro Rojo. Su portada es una imagen que hoy ocupa constantemente los periódicos. Aunque aquí, en lugar de familias ucranias, se marchan tucanes, rinocerontes o conejos.

Y también vuelve a cobrar actualidad Musgo (Edebé), un perro al que la guerra separa de sus dos niños. David Cirici imaginó en 2013 que el can olfateara el desastre posterior a un bombardeo, en busca de un olor familiar. Enamoró a lectores, ganó premios. Fue uno de los mayores éxitos que Picanyol recuerde. “Trata un tema universal”, cree la editora. Por eso, quizás, lo quisieron tantos países. Al leer hoy la lista de ventas, destaca de inmediato uno: Rusia. En las casas donde esté Musgo, al menos, difícilmente va a criarse el Putin del futuro.

Portada de la edición alemana de 'El monstruo de colores'.
Portada de la edición alemana de 'El monstruo de colores'.
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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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