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Juan Jiménez, de los Pekenikes: “Ser telonero de los Beatles no te hace mejor o peor”

El saxofonista dialoga con su hijo Daniel, que ha novelado el plagio que sufrió y que hundió la vida familiar

Daniel Jimenez, autor de 'El plagio' y su padre, Juan Jiménez.
Daniel Jimenez, autor de 'El plagio' y su padre, Juan Jiménez.INMA FLORES (EL PAIS)
Berna González Harbour

Daniel Jiménez, uno de los protagonistas de esta historia, no se daba cuenta de que hablaba de su padre en pasado hasta que un colega le preguntó: ¿está muerto? Y Juan Jiménez no lo estaba, pero la depresión y el hundimiento se habían apropiado de él de tal manera a partir del gran robo que sufrió que parecía que lo estuviera. Jiménez padre fue miembro del mítico grupo Los Pekenikes durante 40 años, entre otras ocupaciones que incluyeron idear un concurso televisivo en el que empeñó su dinero y su creatividad y que tres directivos de RTVE se llevaron consigo a una televisión privada en los noventa. Enmarañado en causas judiciales y arruinado, se hundió. Y su hijo lo escribe hoy en El plagio (Pepitas), una historia de latrocinio en un universo televisivo sin escrúpulos, pero también una gran historia de amor. A su padre, a su madre y a una hermana que, por el camino, dijo adiós a la vida.

Pregunta. Le impactó que aquel compañero le preguntara si su padre había muerto. ¿Con este libro siente que le ha vuelto a dar vida?

Daniel. Sí, fue una catarsis extraña. De repente me dije, coño, estoy hablando en pasado, no puede ser, no puedo hablar así. Fue un momento epifánico y decidí: tengo que hacer algo para revertir esta situación, apoyar y enaltecer la figura de mi padre.

Juan. Entiendo que mis hijos estuvieran cansados de mi pesimismo en la relación con los demás, de la desconfianza que me generó. Pero si me siento culpable de algo es de ser tan ingenuo, de creer que lo que sucedía en la música, en un mundo en que lo primero es el arte y las relaciones humanas, aquí no lo fue. Fue un golpe duro.

Padre e hijo transitan por el dolor y el alivio de contarlo en una conversación cálida cargada de nostalgia.

P. ¿Vuelve a escuchar sus discos de los Pekenikes?

Juan. Sí, por supuesto. No tanto porque me haga revivir el pasado como porque me lleva a situaciones de inspiración en las que crees más en ti y te dices: si ayer pude, hoy también puedo (ríe).

Daniel. Yo también. Es la banda sonora de mi libro, mientras escribía me ponía los discos uno tras otro en Spotify de principio a fin y encontré que, más allá de los grandes éxitos, a partir de los setenta hicieron algo mucho más moderno, ecléctico. He alucinado.

P. Fueron teloneros de los Beatles.

Daniel. Aquello fue un concierto para gente del franquismo, ellos mismos lo han contado, estaba copado por la élite y lo que querían era cantar para la gente de fuera. Había 10 o 15 grupos antes que ellos, los Beatles llegaron, cantaron 20 minutos y se fueron.

Juan. Aquello fue antes de que yo estuviera. Pero en todo caso, ser telonero de los Beatles no te hace mejor o peor.

P. ¿Qué canción le sigue sonando en la cabeza de las que compuso?

R. Las canciones son como los hijos, imposible elegir. Disfruté y sigo disfrutando de Tabasco. Tengo recuerdos preciosos, ampliar el repertorio de los Pekenikes fue un placer. Empecé a los seis años con la música y no he hecho otra cosa, ahora mismo tengo un proyecto educativo musical de ocio y sigo dedicando mi tiempo y mi corazón a esto.

P. Usted no ha seguido el camino de su padre.

Daniel. La música es algo que hacer a diario. Y yo quería jugar al fútbol, no hacer música.

P. ¿Y a diario es escritor?

Daniel. Lo he conseguido 30 años después. He sido inconstante pero ahora es buen momento para sentirse escritor. Llevo tiempo alejado de la hostelería, más o menos manteniéndome con lo que produce el libro y la literatura.

P. ¿Hostelería? O sea, que ya no es camarero.

Daniel. (Ríe) Exacto. De momento, voy a vivir este pequeño sueño de que no solo me siento escritor, sino que el mundo de alguna forma se ha confabulado para que lo parezca.

Se refiere el autor a que varias productoras se han interesado por El plagio y la decisión depende sobre todo de su padre y la desconfianza lógica que le ha generado el sector.

P. ¿Aún aspiran a ganar la batalla judicial?

Juan. Aspiro a que se sepa que hay personas que no deben estar en un sector en el que ha predominado el amor y el respeto. Pero me fío poco de la justicia.

P. ¿Y literariamente puede cerrar algo que judicialmente no se llegó a cerrar?

Daniel. Era mi idea, sacarlo a la luz para cerrarlo. Pero me temo que hemos abierto el melón en lugar de cerrarlo. Si sirve para que se sepa la verdad, ganar dinero, que se haga justicia y recuperar la dignidad, bienvenido.

El fin de su hermana e hija flota en toda la conversación y las vinculaciones con el caso no son ajenas a los sentimientos en los dos.

P. ¿Algo que aprender del suicidio?

Daniel. Yo no sé si he hecho bien el duelo, mi terapeuta me dice que esto no se supera nunca, que hay que vivir con ello. Tampoco sé si pude hacer algo más… supongo que si hubiéramos hablado más claramente… si hubiéramos estado más… A la gente hay que decirle que si tiene un problema, que lo diga cuanto antes y busque ayuda.

Juan. Yo sí lo vinculo. Mi mujer y yo no podemos hablar de ello. Es tan terrible que lo mejor es solo pensar en que ella ha estado con nosotros y solo podemos recordar que era una persona enamorada del mundo. Era un amor.

Que la familia ha sobrevivido a todo con el mismo amor es la buena, la inmensa noticia. Que El plagio es una gran obra es la otra. Pura literatura en la que todo es verdad.


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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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