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La España que retratan los Goya 2022: memoria histórica, conflictos laborales, inmigración y adolescentes del siglo XXI

Las películas de esta edición de los galardones sirven, como no pasaba hace años, para entender un país “con todas sus aristas, aunque esperanzador”

Un momento de 'Quién lo impide', de Jonás Trueba.
Gregorio Belinchón

En numerosas ocasiones, las películas candidatas a los premios Goya sirven para dibujar un retrato de España. No siempre pasa, no siempre es certero. Sin embargo, en esta edición, un espectador sin ningún conocimiento de España podrá aprender sobre relaciones laborales y de poder, memoria histórica o las diferentes posiciones para encarar el fin del terrorismo en el País Vasco. También acerca de las complicadas ligazones creadas por la emigración o la inmigración, el choque de clases, la labor humanitaria, el reciente pasado quinqui o los adolescentes del siglo XXI según ellos mismos. En este 2022, el dibujo es completo, “la sociedad retratada es poliédrica”, cuenta Clara Roquet, directora de Libertad (seis nominaciones) y favorita en su caso a dirección novel. “Y contada por voces muy distintas”. Fernando León, cuya El buen patrón ha logrado este año 20 candidaturas, lo que supone un récord en la historia de los Goya, explica: “Es que este año es curioso, porque incluso hay filmes rigurosos sobre la memoria histórica, como Maixabel, con el que alguien puede entender cómo ha marcado el terrorismo vasco a la sociedad actual”. Para el cineasta madrileño, “las películas tienen que ser un mosaico con el que el espectador se haga la idea; un solo filme no puede valer para ello; el conjunto, por sus numerosas caras, sí”.

¿Qué sociedad aparece retratada? “Pues una en la que caben la reconciliación y el perdón”, responde León. En tres de las películas, Maixabel (14 candidaturas), Madres paralelas (ocho nominaciones) y Mediterráneo (siete selecciones), de Marcel Barrena, se habla de ello. “El cine es el registro de nuestro tiempo”, insiste el director. En el caso del documental Quién lo impide, de Jonás Trueba, este testimonio es aún más directo, ya que el realizador dio en varias ocasiones la cámara a sus retratados. “Han sido varios años de filmación, y desde el inicio les avisé: ‘Este es el momento para que os planteéis qué imagen queréis dar de vosotros en pantalla”, explica el cineasta. En su caso, sus chicos de barrio de Madrid valen como ejemplo de adolescentes de cualquier ciudad.

Tono Folquera es el productor de Mediterráneo y de Libertad, y lleva años apoyando numerosos documentales. “Una cosecha como esta, que nos retrata, hacía tiempo que no se veía”, apunta. “Ahora bien, son tan buenas películas como incómodas, porque enseñan a su vez alguna arista de España”. Y explica: “En el cine se ve una España más avanzada en lo social de la que realmente existe. Aunque es cierto que creo que irá en esa senda. Aparece un país solidario, que incluso se lanza a apoyar a ONG o que lucha por la reconciliación más allá de los asesinatos terroristas”. Folguera suma otro título, Chavalas, a este recorrido: “Muestra el barrio desde dentro, desde las chicas que viven ahí”. El productor advierte sobre esa ligera diferencia entre la España de 2022 y las películas candidatas en esta edición: “Puede que quienes hacemos cine pertenezcamos a una España que reflexiona más, se compromete y quiere cambiar las cosas. En esta edición de los premios aparece una España esperanzadora”. Abierta a hablar de la memoria histórica y de los abandonados, aunque no olvidados, en las fosas comunes, como Madres paralelas, de Pedro Almodóvar.

Un momento de 'Mediterráneo', de Marcel Barrena.
Un momento de 'Mediterráneo', de Marcel Barrena.

Ahora bien, ¿a España le importan los Goya? Cuando era presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho contaba que había más peticiones de entradas para la ceremonia de la entrega de los premios Goya que para la final de la Champions de fútbol. Y mostraba mensajes de teléfono y correos electrónicos que confirmaban el interés de muchísima gente por ir. Otra cosa han sido unas audiencias televisivas que, como todas las retransmisiones de premios, van de mal en peor. El año pasado la vieron 2.482.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 15,6% y más de 7.549.000 de audiencia acumulada. El mismo Antonio Banderas, responsable de aquella gala, y Mariano Barroso, presidente de la Academia, subrayaban el hecho de que los Goya son a la vez un show televisivo y una entrega de trofeos a profesionales: el primero no existiría sin la segunda.

“La verá poca gente, pero se enteran, aunque puede que no les interese, opción muy respetable [risas]. Al día siguiente bien que me la comentan”, cuenta Icíar Bollaín, candidata este año en dirección y guion original gracias a Maixabel. “Las galas empezaron de manera modesta, y han conseguido su objetivo: que se visibilicen algunas de las pelis del año”, insiste la realizadora. “A cambio, es una imagen distorsionada, porque hay muchos trabajadores y muy poco glamour en el cine español, los técnicos no pasan por las alfombras”. O como comenta Jonás Trueba: “Doy muchos talleres en los institutos, y lo primero que te preguntan tiene que ver con los Goya. Me preocupa que esa gala sea para muchísima gente su única referencia del cine español”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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