Tres de arena, una de cal
La compañía titular española presenta un cuidado homenaje a Mario Maya y una primera parte fallida de absurdas coreografías recientes
Tras sortear los intempestivos paros de los técnicos del Ballet Nacional de España (BNE), con un día de retraso se estrenó en Madrid el programa concebido por Rubén Olmo para Jerez en marzo de 2020. Poca mejora a la vista. Ya la segunda parte, el homenaje a Mario Maya (Granada, 23 de octubre de 1937–Sevilla, 27 de septiembre de 2008) era un buen programa en sí mismo, redondo, cuidado, con empaque, donde se siente hasta el gusto de los bailarines por interpretarlo, pero los perniciosos egos, con su cierto despotismo, hacen alargar el programa inútilmente.
Mario Maya fue un importante bailarín-bailaor de la tradición andaluza y raigambre del ballet flamenco, tal como lo vemos cristalizado hoy, y en algún sentido, en franca descomposición evolutiva. La categoría “bailarín-bailaor” es por la que debe ser denominado Maya (y no sólo como bailaor, un empeño de falsa ortodoxia, muy en boga con las absurdas reivindicaciones regionalistas que asedian a la danza española). Ángel Álvarez Caballero, una autoridad, ya lo denominaba así, y en su momento esto fue materia de discusiones entre especialistas flamencólogos y el propio Maya opinó de manera muy sensata y abierta. Hay recuerdos muy vivos de este gran artista, desde conversaciones con polémicas estéticas hasta su baile en el teatro Romolo Valli (Reggio Emilia) en 1988, durante el Festival Bailar España, o el estreno madrileño de su Amargo (basado en poemas de Federico García Lorca), en el Teatro de La Comedia en 1985; su creación en 1987 de El amor brujo como punto de partida de la Compañía Andaluza de Danza que él fundó. Era un héroe del ballet teatral flamenco en la teoría y en la práctica.
Mientras toda la primera parte de Invocación discurre en un sopor bullicioso, con tres subproductos mediocres, intrascendentes y gratuitos, en la segunda, desde el primer número enlazado al segundo hasta el ‘Silbo de la llaga perfecta’ en el tercero, vemos emerger el genio y oficio coreográfico de un hombre talentoso que, como todos, también se equivocaba a veces. Las coreografías están remontadas con esmero y las que no son de Maya encajan perfectamente, empacan a una línea expositiva repleta de geometrías, cruces, destaques vigentes, y es en esta parte del programa también donde vemos a una nueva promoción de bailarines con gran futuro. Las coreografías de Maya se mantienen actuales, no han envejecido (algunas figuras tienen más de 30 años de concebidas). No deben dejarse de citar algunos detalles de estilo, como la asunción de los molinos con los puños cerrados (al parecer, una muy arcaica herencia india que recibe varios nombres), sus brazos paralelos, la aparente frialdad con poco floreo y el constante intercambio de ejes.
La estructura y demostración principal de este programa, en su totalidad, supone hasta qué punto el BNE carece hoy de guía, orientación y un proyecto respetable, funcionando como un aparato (financiado con el dinero público) para amplificación y mayor gloria de su director artístico. No es la primera vez que sucede ni que tan espurios propósitos sean tolerados por la anquilosada burocracia cultural que tutela las artes escénicas españolas. La plantilla baila a fondo, es voluntariosa, busca lucimiento y hay buena danza en hombres y mujeres, con excepciones inexplicables, como el caricaturesco Miguel Ángel Corbacho, que desconcierta a legos y enterados con su traqueteo mientras el sonido remeda citas de Sarasate; por su lado, ni Olmo domina el lenguaje bolero ni Corbacho es capaz de sostener un ecléctico solo con arte propio.
Volviendo a la recurrente metáfora que titula esta recensión, con una mezcla tan desproporcionada no cuaja argamasa útil, no se puede levantar nada con ciertas garantías de permanencia constructiva. ¿Qué hace a un coreógrafo un verdadero artista de la creación? ¡Miremos la estela de Mario Maya! ¿Qué elementos modulan la personalidad de una agrupación que debe proyectarse sobre un decálogo tan exigente como responsable? Vivimos en la danza española en un territorio de adulación inconsecuente, lo que es muy nocivo para la profesión y sobre todo para el futuro de los estilos y del repertorio.
Invocación
Invocación bolera (R. Olmo), Jauleña (R. Olmo), música: Manuel Busto. Eterna Iberia (A. Najarro), música: M. Moreno-Buendía. De lo flamenco. Homenaje a Mario Maya. Coreografías: Mario Maya, Milagros Menjíbar, Rafaela Carrasco, A. Rueda, Manolo Marín, Isabel Bayón; músicas: Diego Carrasco, Jesús Torres, Los del Río, Moraíto Chico y M. Maya.
Ballet Nacional de España. Director artístico: Rubén Olmo. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Manuel Busto.
Teatro de La Zarzuela, Madrid. Hasta el 22 de diciembre.
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