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CAFÉ PEREC
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Noviembre es Pasolini

No acabará nunca la búsqueda de la verdad sobre la muerte del cineasta que reflexionó sobre la relativa objetividad de cualquier cámara que filmara un documento de la vida real

Pier Paolo Pasolini, en el set de rodaje de 'La Ricotta', en 1962, en Roma.
Pier Paolo Pasolini, en el set de rodaje de 'La Ricotta', en 1962, en Roma.Bettmann (Bettmann Archive)
Enrique Vila-Matas

Cuando un 2 de noviembre como hoy, del año 75, asesinaron a Pasolini en la playa de Ostia, no pensé que la noticia se prolongaría tanto en el tiempo, y lo mismo podría decir de otro asesinato de noviembre, el del presidente Kennedy, 12 años antes que el de Pasolini.

Don DeLillo, que escribiera la novela Libra sobre la muerte de Kennedy, ya comentó en su momento en The Paris Review que la búsqueda de la verdad sobre el asesinato de Kennedy era una historia que le perseguiría siempre, entre otras cosas porque no tenía final en el mundo real del que procedía: “Siguen apareciendo nuevas teorías, nuevos sospechosos y nuevos documentos. Nunca se va a acabar. Y tampoco hay razón para que acabe”.

Tampoco acabará nunca la búsqueda de la verdad sobre la muerte de Pasolini, que como cineasta reflexionó precisamente sobre la relativa objetividad de cualquier cámara que filmara un documento de la vida real: “Observemos el filme de 16 milímetros que un espectador, entre la multitud, rodó sobre la muerte de Kennedy. Se trata de un plano secuencia y es el clásico plano secuencia. El espectador-operador, en efecto, no eligió ángulos visuales: filmó simplemente desde donde se encontraba, encuadrando lo que su ojo [su objetivo] veía. Todo plano secuencia es, por tanto, una toma subjetiva”.

Para Pasolini estuvo claro desde el primer momento que en cualquier documento filmado que se encontrara sobre la muerte de Kennedy faltarían siempre todos los demás ángulos visuales, tanto el del propio Kennedy, como el de Jacqueline, tanto el del asesino, como el de sus cómplices, etc. Es más, suponiendo, sostenía Pasolini, que tuviésemos filmes rodados desde todos estos ángulos visuales, ¿de qué dispondríamos? De una serie de planos secuencia que reproducirían las acciones reales de aquel momento, vistas desde diferentes ángulos visuales, es decir, a través de una serie de tomas todas “subjetivas”. Por lo tanto, en la toma “subjetiva” el realismo de toda técnica audiovisual topa con sus límites.

Cada año, cuando llega noviembre, me acuerdo de Pasolini muerto el Día de los Muertos y compruebo la fascinación que continúa ejerciendo su obra. Pienso ahora en la siempre interesante Lili Reynaud Dewar (La Rochelle, 1975) y en la videoinstalación en cuatro pantallas compuesta de diversos “ángulos subjetivos” sobre las últimas 24 horas de Pasolini y con la que acaba de ganar en París el Prix Duchamp 2021.

La atracción que despierta Pasolini entre sus seguidores no parece decaer jamás, quizás porque sigue siendo un ejemplo vivo, paradójico, singular, de intelectual comprometido, de poeta de riesgo. Por Pasolini, por el estilo narrativo del autor de la memorable Mamma Roma, siento una muy subjetiva admiración sin fin, la misma que un día de noviembre de hace dos décadas —sin saber que el viaje se prolongaría tanto en mi memoria— me llevó por Vía del Mare y Via delle Idroscalo hasta la arena de Ostia, donde me esperaba un encuentro sin fin con esa verdad que parecen componer todos los ángulos subjetivos del mundo.

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