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Crítica | Escape Room 2: mujeres por salir
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Escape Room 2: mueres por salir’, desigual penalidad por etapas

Adam Robitel, director del sello Blumhouse, entendió que ese ocio adolescente podía funcionar también en pantalla y en la primera parte cumplía expectativas con discreción; en la continuación ya no funciona igual

Imagen de 'Escape Room 2: mueres por salir'. En el vídeo, el tráiler de la película.
Javier Ocaña

Desde hace una década las escape rooms se han convertido en uno de los lugares preferidos para la celebración de cumpleaños entre la adolescencia de las grandes ciudades. Su fusión entre aventura física y desafío mental, con evidentes dosis de claustrofobia, triunfa en la misma medida en que el cine de terror provoca el gozo mientras se sufre. De hecho, su creador, en el año 2007, fue el japonés Takao Kato, veterano guionista y director de series y películas de anime, conformando así esa peculiar mezcla de agobio, explosividad, subidón de adrenalina, ejercicio especulativo y puro griterío.

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Adam Robitel, director del sello Blumhouse, entendió que el modelo de ocio podía funcionar también en pantalla y Escape Room (2019), pese a sus limitaciones argumentales, cumplía expectativas con discreción gracias a la vinculación entre el terror, la aventura, la acción y la comedia referencial en torno a la cultura popular. Su película era un saqueo constante de otros títulos, pero había ciertas ideas visuales y, con los videojuegos como referencia, traducía con astucia ese modelo de penalidad por etapas.

En Escape Room 2: mueres por salir repite fórmula al recoger el final abierto de la primera entrega y a sus dos únicos supervivientes. Sin embargo, en esta secuela los distintos segmentos resultan demasiado desiguales, quizá por el riesgo de abrir en varios de ellos su acción al exterior, con lo que el desasosiego físico parece menor. La primera habitación en su consustancial estructura de avance continuo —si es que se sobrevive—, situada en un vagón del metro, pone el listón a buen nivel, pero a partir de ahí el declive es casi constante. Y, como base, acarrea otro contratiempo: una de las claves de las escape rooms reside en la posibilidad de que el jugador —aquí, espectador— adivine también la salida mediante las pistas ofrecidas; algo casi imposible por la inusitada rapidez que Robitel imprime en su nueva película, tan súbita que apenas da tiempo a pensar nada entre su ensordecedor ruido.

ESCAPE ROOM 2: MUERES POR SALIR

Dirección: Adam Robitel.

Intérpretes: Indya Moore, Isabelle Fuhrman, Taylor Russell, Holland Roden.

Género: terror. EE UU, 2021.

Duración: 88 minutos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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