“La idea del mestizaje es la guarida de la Bolivia que no quiere admitir su lado indígena”
El escritor Gabriel Mamani Magne causa un terremoto en el panorama literario del país con una historia sobre migración, adolescencia y desarraigo con la que ganó el último Premio Nacional de Novela
En la periferia de São Paulo, donde la ciudad más rica de Brasil se pierde entre comedores asiáticos y mercadillos calcados del altiplano andino, las comunidades migrantes de coreanos y bolivianos libran una feroz batalla por el monopolio de la falsificación de ropa de marca. Como sobrevivir es matar o morir, en el taller de la familia Pacsi surge un plan. Tayson, el primogénito, el primero del clan con pasaporte brasileño, puede disimular el linaje lo suficiente como para espiar a la competencia y pasar desapercibido. El negocio repunta. Su padre pide un préstamo para comprar un coche. Tayson, al borde de la adolescencia, se convierte en el héroe del barrio. Pero el final feliz del anhelo migrante comienza a derrumbarse el día en que lo descubren.
“Por más que queremos, no podemos esconder lo que somos”, sentencia el patriarca de los Pacsi en una premonición que augura el raudo retorno a casa. Seúl, São Paulo, la historia con la que Gabriel Mamani Magne (La Paz, 33 años) ganó el último Premio Nacional de Novela en Bolivia y causó un terremoto en el panorama literario del país, comienza ahí. Los Pacsi vuelven a la casa familiar con el fracaso del retorno silenciado bajo los mitos de su éxito fuera del país. De vuelta en La Paz, mientras su padre añora el regreso a Brasil, Tayson debe enfrentarse a su inevitable bolivianidad frente a códigos sociales que no conoce, una lengua que no maneja y símbolos patrios que no le importan. Desde la primera persona del pariente que guía al recién llegado, Mamani Magne construye un relato sobre el cruce de dos cordilleras, la adolescencia y el desarraigo, en un país donde la identidad ha sido construida históricamente desde el racismo.
“Es la Bolivia que se ha querido silenciar”, dice el escritor y profesor de Literatura boliviana en la Universidad Católica de La Paz en entrevista con este periódico. “Mis personajes no son pobres, no cumplen el estereotipo del aymara miserable. Representan a la Bolivia emergente, que se ha enriquecido. Lo que cuento en el libro es lo popular, gente que vive al día, migrantes, comerciantes. Todo eso es muy boliviano. Quise naturalizarlo para decir que un quechua o un aymara tienen una vida como la de cualquier persona”.
Los primos Pacsi afrontan el último año de la secundaria entre el servicio militar obligatorio que profesa un odio histórico a Chile por la pérdida de la salida al mar y la implosión del pop coreano y la sexualidad en sus teléfonos de juventud clasemediera. Tayson, uno de los más de 300.000 bolivianos afincados en Brasil por razones laborales, se encuentra con su lado boliviano de regreso en el país de sus padres. El narrador, que le sigue el paso mientras se encuentra con la patria, se encuentra con su aymarismo, otra manera de ser extranjero en el país que no admite del todo la pluriculturalidad en su idea de lo nacional. Lejos de la celebración del mestizaje o el derrotero trágico que siempre marcó el ser indígena en la literatura boliviana, Mamani Magne logra una mirada dulce e irónica resumida en una familia que llora, ríe y se emborracha al ritmo de la cumbia en una sala resguardada por un monolito preincaico y las muchas pulgadas de su televisor de plasma.
“Yo desconfío mucho de la palabra mestizo en Bolivia”, afirma el escritor. “Especialmente desde el discurso de las élites que han instrumentalizado el concepto para decir que no existen diferencias raciales que vulneran derechos en el país. La idea del mestizaje es la guarida de la Bolivia que no quiere admitir su lado indígena. Es un refugio para decir ‘no soy tan indio”, sostiene el autor, que ganó el Premio Nacional de Novela en 2019, en medio de la crisis política que terminó en el exilio del expresidente Evo Morales y la muerte de al menos 23 personas por la represión militar.
Mientras una oleada conservadora tomaba el poder y dejaba en evidencia la fractura racista del país, Mamani Magne le puso la lupa a la eterna crisis de identidad boliviana. La crítica nacional fue unánime. Incluso aquella que le buscó una pata floja —como la ausencia de una voz femenina fuerte— celebró la novela como un relato esencial para su tiempo. “Algo que me picó es que se hablaba de que mostré ‘otra Bolivia”, admite el autor. “¿Cuál otra Bolivia? Cuando la mayoría del país vive como estos personajes, la otra Bolivia es la que se ha narrado siempre. Me parece un intento de mostrar el libro como exótico, cuando los exóticos son ellos”.
Ganador del máximo galardón literario del país andino en 2019 —el último año que fue convocado— Mamani Magne peregrinó durante casi un año para recibir la totalidad del premio del concurso. Entre el fallo y la premiación, el Gobierno interino de Jeanine Áñez suprimió el ministerio de Cultura y, tras la vuelta del partido de Morales al poder en las elecciones de octubre de 2020, los esfuerzos económicos se centraron en la pandemia de la covid-19. “También hay que entender que la maquinaria editorial en Bolivia es muy endeble”, dice el autor, que en la última década se ha forjado como una de las voces más elásticas de la literatura nacional ganando prácticamente todos los certámenes literarios del país: el Premio Franz Tamayo de cuento, en 2018, el Premio Eduardo Abaroa en la categoría de periodismo cultural, en 2015, y el de Literatura Infantil, en 2012.
A dos años de su publicación, Seúl, São Paulo (Editorial 3600), se sigue comentando en círculos literarios en Bolivia, “a pesar de que no tuvo la distribución necesaria”, en palabras del autor. A partir de la semana pasada se puede comprar por internet en todo el mundo. “Yo pregunto: ¿cómo hago para que me lean? Algo maquina, algo te jala. Y esas personas vienen del mismo círculo, me animaría a decir que de la misma élite”, reflexiona Mamani Magne. “Creo que eso es muy difícil de superar. Pero bueno, la tecnología, internet, sí que ayuda a democratizar”.
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