El teatro europeo de vanguardia renace en Venecia
La compañía española Agrupación Señor Serrano, ganadora del León de Plata en 2015, regresa a la bienal junto a figuras como Krzysztof Warlikowski, Thomas Ostermeier, Kornél Mundruczó y Kae Tempest
La compañía española Agrupación Señor Serrano recibió en 2015 el León de Plata de la Bienal de Teatro de Venecia, que cada año se concede a creadores que destacan por su innovación y experimentación en el campo de las artes escénicas. Solo otra española, Angélica Liddell, había ganado antes, en 2013, este prestigioso premio que dispara de inmediato la proyección de quien lo recibe. Luego llegó la pandemia y el parón total de los circuitos internacionales, que todavía siguen a medio gas. Pero de nuevo la llave que abre la puerta del futuro parece estar en Venecia: los Serrano han regresado esta semana a la ciudad de los canales para participar en la nueva edición de la bienal, que empezó el pasado viernes y parece destinada a despertar al teatro europeo de su largo letargo en paralelo a la otra gran cita que se celebra estos días, el festival de Aviñón, inaugurado el lunes.
Después de un año con todos los teatros del continente cerrados excepto los españoles y los creadores entregados una actividad virtual frenética, con retransmisiones continuas de espectáculos, debates, cursos o talleres por internet, Venecia reaparece como el marco ideal para recordar al mundo la potencia de la experiencia teatral presencial, engrandecida por la belleza de la ciudad y de los escenarios donde se desarrollan las funciones. Desde el histórico teatro Goldoni hasta las grandes naves del Arsenale, antiguo astillero militar, recuperadas como espacios de exhibición de las sucesivas bienales de arte, artes escénicas, música y arquitectura (esta última ocupa ahora varios pabellones). Tampoco faltan reclamos en el cartel: junto a la Agrupación Señor Serrano aparecen nombres como el del polaco Krzysztof Warlikowski, que el viernes recogió el León de Oro en reconocimiento a su trayectoria; el alemán Thomas Ostermeier, el húngaro Kornél Mundruczó y la gran figura británica de spoken word Kae Tempest, que recibirá el León de Plata el viernes.
El martes, pocas horas antes de representar su obra The Mountain en una de esas impresionantes naves del Arsenale, en la que todavía quedan restos de la maquinaria del viejo astillero, los dos directores de la Agrupación Señor Serrano, Àlex Serrano y Pau Palacios, se mostraban felices por regresar al festival que hace seis años marcó “un antes y un después” en su trayectoria y que, de otra forma, ahora lo está haciendo otra vez. “Es importante que los grandes festivales desplieguen todos sus recursos para estimular la actividad. La bienal es un catalizador del ánimo y el hecho de que se esté desarrollando en todo su apogeo es esperanzador para el sector”, comentaba Palacios. A su lado asentía Serrano: “Por primera vez desde hace muchos meses sentimos que se están reactivando los circuitos internacionales. Hay que tener en cuenta que los teatros en Europa han estado cerrados hasta hace pocas semanas y se respira todavía mucha timidez, pero también muchas ganas. Vienen programadores, las compañías presentan nuevos montajes y el público aplaude con una felicidad especial”.
Los aplausos, en efecto, sonaron especiales tras la representación de su obra el martes. Igual que cuando ganó el León de Plata, la compañía volvió a enamorar al público con su personalísimo lenguaje escénico, que combina textos, proyecciones, vídeo en directo, maquetas y música. Lo han ido desarrollando en montajes como Brickman Brando Bubble Boom (2012), A House in Asia (2014), Birdie (2016) y Kingdom (2018). En The Mountain, estrenada el verano pasado en el Grec de Barcelona, despliegan todos esos elementos (además de un dron) para ensamblar visualmente varias líneas argumentales aparentemente inconexas pero que acaban encajando como un puzle conceptual que explora el significado del término “verdad”: la muerte del montañero George Mallory en el Everest en 1924 sin que hasta el momento se haya averiguado si llegó a alcanzar la cima, la confusión que causó en 1938 en EE UU la retransmisión radiofónica La guerra de los mundos narrada por Orson Welles y disertaciones de Vladímir Putin sobre fake news, confianza y poder.
Recuerdan también los directores de la compañía que cuando recibieron el León de Plata, aparte de la alegría del momento, no fueron conscientes del todo de lo que significaba haber ganado el premio. Aunque una anécdota que les ocurrió entonces en el aeropuerto de Venecia de vuelta a España les dio la primera pista: “No queríamos que la escultura viajara en la bodega del avión y la metí en mi equipaje de mano, pero como es metálica la detectaron en los controles de entrada. Una empleada me advirtió que tenía que facturar ‘el objeto’ o dejarlo allí, pero cuando le enseñé lo que era le cambió la cara: lo tocó, lo admiró y dejó que lo llevara conmigo”, resume Serrano. La confirmación de que aquello era realmente algo muy bueno llegó enseguida: cada vez más programadores se interesaban por sus trabajos e importantes instituciones y festivales teatrales europeos se implicaron en la coproducción de sus nuevos espectáculos. Algo que, sorprendentemente, les ocurre mucho menos en España. En sus 15 años de trayectoria no han pisado todavía las tablas del Centro Dramático Nacional ni tampoco las del Teatro Nacional de Cataluña, donde la compañía tiene su sede.
No fue The Mountain el único espectáculo que se pudo ver el martes en la Bienal. En un escenario cercano del Arsenale se representó Altro Stato, una singular versión de La vida es sueño a cargo de la Fondazione Lenz, una compañía italiana que trabaja desde 2014 con personas con diversas discapacidades. Los versos de Calderón sonaron más impactantes que nunca en boca de Barbara Voghera, extraordinaria actriz con síndrome de Down cuya interpretación, cercana al expresionismo pero a la vez muy poética, iluminó con nuevos sentidos los famosos monólogos de Segismundo sobre la libertad, la identidad y la realidad.
Otro plato fuerte el martes fue la propuesta del húngaro Kornél Mundruczó, cuyos montajes siempre radicales, incómodos, duros, violentos y tremendamente realistas han revolucionado la escena europea en los últimos años. Quizá más conocido por el gran público por su faceta como cineasta, especialmente desde el estreno el año pasado en Netflix de su última película, la demoledora Fragmentos de una mujer, Mundruczó presentó en Venecia Hard To Be a God (Es difícil ser un dios), que exprime sin ahorrar detalles el drama de cuatro mujeres secuestradas por traficantes de personas. La próxima temporada el húngaro visitará por primera vez España con otro espectáculo, Imitation of Life (Imitación a la vida), que se verá en noviembre en el teatro Valle-Inclán de Madrid y en abril de 2022 en el Lliure de Barcelona.
Este jueves es el turno de Thomas Ostermeier, director de la Schaubühne de Berlín, que presentará su adaptación escénica de la novela Quién mató a mi padre, del francés Édouard Louis, interpretada por el propio escritor. El montaje se estrenó en los breves días del pasado septiembre en que los teatros estuvieron abiertos en París y ahora retoma su andadura. Y el viernes, la entrega del León de Plata a Kae Tempest, que además el sábado ofrecerá su recital poético The Book Of Traps And Lessons. La bienal se cerrará el domingo con el espectáculo Sunday, de la compañía húngara Hodworks.
Escriben en su presentación Stefano Ricci y Gianni Forte, los recién estrenados directores de la bienal, que han diseñado esta edición sobre la idea de “un nuevo Renacimiento cultural para volver a colocar el arte teatral en el lugar que se merece, en nosotros, en la eterna magnificencia de lo divino”. Y también como un acontecimiento que ayude a redescubrir de otra manera Venecia, “esa isla que no existe, barrida por una pandemia que lo ha borrado todo”. Estos días la ciudad se aferra a la esperanza de un horizonte alternativo al turismo, quizá por la vía de la cultura y el arte, pero las calles y los hoteles están empezando a llenarse de nuevo. En las últimas semanas varios cruceros han extendido su sombra de gigante sobre la plaza de San Marcos.
Babelia
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