Las dos orillas del mundo de Emilia Pardo Bazán
La Biblioteca Nacional muestra en una exposición con casi 200 piezas todas las caras de la arrolladora personalidad de la escritora, de cuya muerte se cumple un siglo
¿Se puede ser católica y feminista radical, tradicionalista y fascinada por la ciencia; madre de tres hijos y defender que la maternidad es una opción y no una obligación para la mujer; conservadora y progresista, carlista y cosmopolita? Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921) fue todo eso y mucho más, sobre todo, uno de los nombres renovadores de la novela española en el siglo XIX, junto a Galdós y Clarín. “Su obra la sitúa entre los grandes novelistas europeos de ese siglo”, dice la historiadora Isabel Burdiel, que escribió una biografía monumental sobre ella en 2019 y ha comisariado la exposición que la Biblioteca Nacional dedica a la creadora de Los pazos de Ulloa en el centenario de su fallecimiento. Son más de 200 piezas, entre libros, manuscritos, cartas, fotografías, óleos, esculturas, objetos... para intentar no solo completar el rompecabezas de Pardo Bazán, sino también para acercarse a la apasionante época que vivió, básicamente la Restauración monárquica.
La exposición, titulada Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad, podrá visitarse del 9 de junio al 26 de septiembre. Este martes la inaugurarán la reina Letizia, la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo; el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Del material inédito, la comisaria destaca algunas cartas o el manuscrito de su última e inconclusa novela, del género policiaco y titulada Selva.
El recorrido está dividido en cinco secciones. Comienza con los orígenes de Pardo Bazán, una familia hidalga, “con un padre liberal y una madre culta, que pinta”, apuntó Burdiel en el paseo con la prensa. Hay un retrato que Amalia de la Rúa hizo a su hija adolescente, poco antes de que, en 1868, esta se casara con 16 años con José Quiroga, de quien se separó en 1883. Como ella escribió en sus Apuntes autobiográficos, tres acontecimientos se suceden en poco tiempo: “Me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de 1868″. También está en esa parte una preciosa fotografía de ella con su primer bebé en brazos, Jaime, que 60 años después fue asesinado al comienzo de la Guerra Civil, en una checa en Madrid.
Entre los pecados de juventud de Pardo Bazán estuvo su carlismo. En otra fotografía, posa con dos amigas carlistas, con un ademán que demuestra su carácter. “Lo abandonó porque decía que iba contra la historia y porque vio que la trataban como a un florero, querían que hiciera versos a la causa”, añade Burdiel, que recoge una cita de la escritora sobre aquella decisión: “Hay que ver el mundo desde las dos orillas”.
Era apasionada, pero no soportaba el sentimentalismo facilón. La ambivalencia es una constante en la compleja personalidad de Pardo Bazán. La ardiente relación que mantuvo con Benito Pérez Galdós está tratada en la exposición “sobriamente, sin caer en el morbo”, con unas cartas y los retratos de ambos. “Fue periodista, historiadora de la literatura, dramaturga —el único campo en que no tuvo éxito—, empresaria cultural, con una revista y una editorial, y feminista radical, como ella se definió, porque defendía la igualdad de derechos de hombres y mujeres”. Leer alguna de sus declaraciones es de una modernidad sorprendente: “Gozo, me distraigo y vivo cuando cojo la pluma. Y lo bueno es que no creo hacer nada ni trascendental ni importantísimo”.
Pardo Bazán no solo tuvo amores y amistades literarias, también artísticas, como Joaquín Vaamonde, que la retrató en varias ocasiones —hay un pastel precioso— y a quien ella apadrinó. Incluso lo acogió en las Torres de Meirás (A Coruña), cuando él enfermó de una tuberculosis que acabó con su vida a los 28 años.
A pesar del homenaje que supone esta exposición, que viajará a Galicia en octubre, sus organizadores, además de la BNE, Acción Cultural Española, la Xunta y la Comunidad de Madrid, quieren huir de la hagiografía, subraya Burdiel, por ello se muestra también cómo se mofaban algunos contemporáneos de Pardo Bazán, sobre todo por su físico. “Le gustaba comer, ella no representaba al intelectual doliente. Además, en aquella época empezaba la idea de celebridad, el público no solo se fijaba en la obra de alguien, sino también en el personaje”. Como ejemplos de su repercusión social, las caricaturas que le hizo el dibujante Sileno. En una, con el título de “Todo pa-ella”, aparece recostada mientras come de un caldero con la cuchara; otros dibujos recogen el mote que le puso Zorrilla, “La inevitable”, o el escarnio que hizo de ella la revista La Avispa, que la tildó como “la safo carcunda”.
Ella no rehuyó polémicas, porque “quería influir en la sociedad”, agrega Burdiel. Su libertad y carácter controvertido hacen que “ninguna cultura política pueda apropiársela hoy”. No por nada, ella decía: “Yo no pienso por decreto”. Y sobre su comportamiento y sus compañías masculinas: “Que el bendito público no ha de hallar conforme mi conducta con la ortodoxia social, ya me lo presumía”. También está el lamentable episodio de su fallido intento por entrar en la RAE, que la discriminó por ser mujer. Se reproducen textos a favor y en contra, como el del entonces secretario de la Academia: “Yo jamás votaría esa candidatura, ni creo que haya guapo que la presente”. O el dardo de Clarín: “¡Ser académica! ¿Para qué? Es como si se empeñara en ser guardia civila” (sic).
También están incluidos en el recorrido algunos de los extraordinarios retratos que le hicieron los grandes fotógrafos de la época. Como el del danés Franzen, de 1890, ella de negro y sentada medio de lado, rodeada de lámparas y cortinajes, o el que, a gran tamaño, se exhibe del que le tomó Alfonso, con la mirada firme y la cabeza apoyada en el puño.
Fue objeto de caricaturas en la prensa, como las que le hizo el dibujante Sileno
Casi al final, hay una joya, rescatada de la Filmoteca Española: unos segundos de la filmación de Eduardo Zamacois, de 1920, a pocos meses de fallecer Pardo Bazán. Un testimonio único en el que se la ve dando vueltas a un café al que da un sorbo. A continuación, camina despacio, con abrigo de pieles, coqueta, hasta un banco. Se sienta y acerca a su mirada estrábica un libro. Pasa una página y su rostro parece olvidarse de la cámara para centrarse únicamente en la lectura.
Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad. Del 9 de junio al 26 de septiembre. De lunes a sábado, de 10.00 a 20.00 h. y domingos y festivos de 10.00 a 14.00 h. Entrada gratuita hasta completar aforo. Se recomienda inscripción previa en la web de la BNE.
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