Carlos Saura: “He vivido la guerra y me da terror que haya otra en España”
El cineasta rueda un documental sobre los orígenes del arte, tiene en marcha una obra de teatro y una serie, así como dos cortos sobre la Guerra Civil y otro sobre los ‘Fusilamientos del 3 de mayo’ de Goya
El mundo de Carlos Saura (Huesca, 89 años) está concentrado en este cuarto lleno de máquinas de retratar, gran parte de ellas fabricadas por él, donde trabaja, piensa y sueña; fuera de ahí hay otros mundos que rodean su casa de Collado Mediano (Madrid): mesas, paseos, otras casas adyacentes… En esos sitios están también sus estudios ambulantes. No hay un lugar, ninguno, en el que no se haya sentado a dibujar, a escribir, y ha escrito a lo largo del tiempo guiones de películas, teatro, novelas, ha pintado lo que le ha dado la gana, y siempre se ha levantado feliz o temprano, como si fuera un muchacho asombrado que tiene un encargo que hacerse. Ahora, por ejemplo, se plantea qué hacer con su entusiasmo por Lorca, rueda un documental sobre los orígenes del arte, tiene en marcha una obra de teatro y una serie, así como dos cortos sobre la Guerra Civil y otro sobre los Fusilamientos del 3 de mayo de Goya… Al autor de Deprisa, deprisa, este hombre feliz y libre, lo entrevistamos en su casa, que es su universo.
Pregunta. Nunca se despega de su ilusión por trabajar.
Respuesta. Tengo una profesión muy extraña: hacer lo que me da la gana. Aparte de algunos años en los que las circunstancias me hicieron cumplir con tareas que me dieran para vivir, para cuidar a los hijos. Pero me gustan demasiadas cosas. Me hubiera gustado, por ejemplo, tocar un instrumento musical. No fue posible. Mi madre era pianista. Me gusta el chelo. He intentado aprender solfeo y me he echado para atrás. Considero que el solfeo es el único lenguaje universal que hay. Es como el esperanto. ¡Los músicos pueden entender lo que ha escrito otro músico de otro país! Debería ser el solfeo obligatorio para todos los niños.
P. ¿Con qué ha disfrutado más?
R. Con cada momento. A veces me apetece contar una historia con más o menos imaginación y otras narrar cosas más a pie de tierra, como fueron Los golfos o Deprisa, deprisa… Pero el baile me ha dado una dimensión diferente. La primera película en ese aspecto fue Sevillanas… Elías Querejeta, el productor, me dijo: “Te has equivocado brutalmente. Ten cuidado con lo que haces”. Un francés me dijo: “Vaya, Saura, ¿vas a hacer ahora una españolada? Estás perdido…”. El baile, sobre todo el flamenco, tiene algo mágico. Ningún baile del mundo es tan claro y evidente, sobre todo en la mujer: levanta las manos y ahí está, en sus dedos, el propio cielo, el aleteo de las palomas. De cintura para abajo es la tierra, patapán, patapán… He estudiado eso con los gitanos por el mundo entero, de Rajastán a la India… Han ido por todas partes y han adaptado las músicas que había por ahí.
P. Ha retratado la violencia. En una entrevista en la que habló del clima prebélico que a veces se respira en este país, la historiadora del arte Manuela Mena dijo que a veces parece que solo falta que se dispare un tiro… ¿Cómo ve este tiempo?
En cuanto la derecha y la izquierda empiezan a moverse, o lo hacen la Iglesia y el Ejército, me produce terror lo que pueda pasar
R. Es una de mis grandes preocupaciones. He vivido la Guerra Civil tanto en Madrid como en Valencia y Barcelona, porque mi padre era secretario del ministro de Finanzas de la República. Hemos viajado con el Gobierno republicano, he visto los bombardeos y las casas rotas, la gente colgando… He visto la muerte en la guerra, excepto en Valencia, donde hubo un remanso de paz. He vivido la guerra y me da terror y me da miedo la posibilidad de que haya otra guerra civil en España. Se está fraguando, en eso estoy de acuerdo con Manuela Mena. Se está fraguando un poquito. Hay que tener mucho cuidado, hay que paralizar eso. En cuanto la derecha y la izquierda empiezan a moverse, o lo hacen la Iglesia y el Ejército, me produce terror lo que pueda pasar. Confío en que las gentes inteligentes de este país se pongan de acuerdo para que esto no suceda. Ya pasó y fue la guerra española una brutal contienda entre hermanos.
P. Usted ha abordado metáforas de ese drama, como La caza…
P. Puede ser… Algunos dicen que es mi mejor película. Está bien, pero no lo creo. A veces siento la necesidad de que la violencia salga en mis películas, depende de mi momento anímico. Es verdad que La caza puede considerarse una metáfora de la Guerra Civil. Pero la que más corresponde a ese episodio es Ay, Carmela… Es la única que está dentro de la misma contienda. Y no he podido hacer un guion que aun tengo en forma de novela, Esa luz… Ningún productor se ha atrevido a hacerla. Ahí está todo lo que he vivido o lo que he pensado sobre la Guerra Civil. Está un poco basada en la vida de Ramón J. Sender.
P. Usted parece un extranjero español, alguien que mira de fuera este carácter nacional…
R. La familia española es la base de todo. Es una especie de tribu. Y la mediterránea es como el nacimiento de todas las mafias. Te doy un favor, tú me das un favor. Es una corruptela que anida dentro del espíritu familiar. He trabajado sobre la familia española porque me interesa sobre todo la relación de la mujer que ahí se establece, siempre un poco apartada. Me han interesado más las mujeres que los hombres, aunque en mis películas no lo parezca.
P. Este país discute mucho, y ahora lo ha hecho por la pandemia…
R. Hubo unas medidas tremendas para limitar la vida de los ciudadanos y las derechas dijeron que era una barbaridad, y ahora que las quitan también se manifiestan porque no las haya. Los partidos no se han puesto de acuerdo ante un problema tan grave, y esa es una expresión de bajo nivel de sensatez.
P. No hay un instante de sosiego en su vida. ¿Cómo está de energía?
R. Cuando uno para, está muerto. Hace años que no voy de vacaciones. Tengo una casa estupenda, en un clima muy agradable. Cuando no escribo me pongo a dibujar, o escucho música. Hay dos cosas que ha de tener una persona en la cabeza: el pensamiento continuo y trabajar en lo que más le gusta. Y, sobre todo, manejar las manos. Veo pintores que viven muchos años en general, porque manejan las manos. Me dedico a cambiar objetivos, a desmontarlos. Y si no hago fotografías, dibujo. ¡Y tengo siete hijos! Y aquí está Ana, mi última hija, que ahora me ha dado otro nieto. ¡Una maravilla!
P. Un hombre feliz.
R. No me gusta la palabra feliz. Soy un hombre equilibrado, más o menos. Con ciertos desequilibrios, sobre todo cuando preparo una película… La dirección de cine o la escritura de un guion me parecen un trabajo tan hermoso, tan imaginativo… Tienes que inventar cada día cosas, has de trabajar con la cabeza. Es una maravilla. Es una profesión ideal para mí porque reúne todos los elementos que me gustan: la música, la fotografía, el teatro, el guion, los actores, que son quizá lo más importante… El cine es un invento genial.
P. Es todo lo que quiso ser, menos músico. ¿Algún desfallecimiento?
R. Hace cuatro o cinco años tuve una neumonía. Estuve encerrado en un hospital y en la UCI vi cómo la gente se moría. Eso me afectó muchísimo. Pensaba que me iba a morir. Miro la muerte con cierta naturalidad, aunque no quiero morirme. Tengo 89 años. Me parece un milagro haber llegado hasta aquí. Cuando era niño pensaba que mi padre era un viejo, y él tenía 40 años. Fíjate lo que pensará un hijo sobre mí, que soy un viejo, ¡y además un viejo verde, que es lo peor que se puede ser, ja ja ja!
P. Y ahora va a rescatar la figura de Lorca. ¿Qué ha descubierto en él?
R. Que es un humanista fantástico. Me gusta mucho su especie de alma infantil, deslumbrado por las cosas que están pasando. Es muy interesante esa relación homosexual que tiene con diversas personas que le aportan muchísimo. Me da igual que se haya enamorado de una mujer o de un hombre. Pero ese sentimiento de estar ligado siempre a un amor, a una pasión…, eso me gusta de Lorca. Y, luego, su compromiso con la izquierda y con la vida españolas, siendo además un hombre religioso… Pero lo fusilaron, y ya está, lo mataron… A los 38 años. La guerra española es de una crueldad enorme. Por los dos lados, aunque evidentemente más por el lado fascista… Aquel asesinato de Lorca me parece imperdonable.
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