Lola Flores cobra vida en una fotografía de Carlos Saura

La falda de Lola Flores parece estar en constante movimiento y el golpe de los tacones sobre el suelo se puede casi escuchar en la foto que tomó el director de cine Carlos Saura -aunque ante todo fotógrafo- durante el rodaje de su película Sevillanas. A lo largo de los años se volvió icónica, siendo portada del libro Flamenco en 2003. Figuró también en la exposición del mismo nombre que inauguró el centro cultural La Malagueta, en enero del 2020 en Málaga. En aquel momento se presentó una amplia selección de fotografías de todas las películas y espectáculos de flamenco que Saura realizó entre 1981 y 2010, poniendo el acento en las grandes mujeres que la representan.

Ahora, en el tercer piso del Círculo de Bellas Artes en Madrid, Carlos Saura (Huesca, 89 años) se acerca lentamente para posar junto a esa misma fotografía, que ha sido reimpresa ahora en una edición especial. Va, como siempre, con su cámara colgada al cuello y no duda en usarla, aunque en ese momento él sea el foco de más de una docena de cámaras. “¡Qué exageración de fotógrafos!”, dice; pero añade, “¡Sonrían!”, mientras dispara de vuelta. Para él la estrella de la mañana es su amiga, La Faraona, que se luce en las 70 reproducciones seriadas y 15 fotosaurios -impresiones de la foto intervenidas por él- que se podrán comprar a través de la página web de RoutArt desde el próximo 18 de junio a 1.600 y 4.500 euros, respectivamente.

Carlos Saura: un coreógrafo detrás de la cámara

Fue a raíz de la muestra en Málaga que la plataforma cultural RoutArt, dedicada a acercar al público al mercado artístico y fomentar el coleccionismo de arte, se alió con el artista Javier Calleja para producir una serie de ediciones especiales. Era una oportunidad para reivindicar el papel de Saura en la fotografía contemporánea española, aunque sea más conocido por sus películas. La foto específica de Lola Flores la eligieron por su poderío, por representar a una de las artistas españolas más reconocidas en el mundo, y como un tributo a ella y a la fuerza de las mujeres españolas.

Las reproducciones, hechas por LaChrome, empresa especializada en impresión artística de todo tipo, se digitalizaron a partir de un negativo de 35mm y posteriormente fueron impresas sobre papel algodón en su centro de producción en Madrid. Para Calleja ese es el elemento diferenciador. “Les da las a las fotografías una cualidad plástica, cercana a la pintura. Parece que se puede palpar el aire dentro de las fotos, como en un cuadro de Velázquez”, señala el malagueño.

Esta característica es llevada a un extremo en los 15 fotosaurios, que son las mismas fotos pero intervenidas directamente por Saura con pinturas. La técnica la ha practicado el veterano, pero siempre activo, cineasta aragonés desde hace años. “Siempre he hecho ampliaciones de las fotos que me gustan, pero a veces las fotos salían defectuosas y en lugar de romperlas una noche pensé que podía dibujar o pintar encima para hacerlas especiales. A partir de entonces, y hasta ahora, sigo practicando esa fórmula”, cuenta el director. En esta ocasión, sin embargo, fue un reto particularmente estimulante intervenir las 15 piezas, consciente de que no debía repetirse demasiado. “Para mí ha sido una enorme diversión. Nunca había hecho fotosaurios tan grandes, pero he cogido maña y voy a hacer cosas más grandes ahora”, adelanta Saura, que actualmente tiene una exposición que repasa su intensa relación con la danza en el Teatro Fernán Gómez.

El instante congelado de Lola Flores en pleno baile, que ahora se puede comprar en esta edición limitada, pertenece precisamente a una de las primeras obras en las que Saura se adentró en la música y la danza de lleno, sin ninguna narrativa adicional. Sevillanas fue concebida como una mezcla entre documental y musical en un intento de captar la atmósfera y dinámica del día a día entre los bastidores de las mayores estrellas del flamenco. Participaron Rocío Jurado, Camarón de la Isla y Paco de Lucía, pero el magnetismo de Lola Flores era inigualable, señala Saura tras recordar cómo la convenció a participar. “Cuando llegó al rodaje nadie sabía lo que iba a hacer. Su baile fue improvisado y yo hice las fotos también sobre la marcha”, añade.

La foto es entonces, para él, un homenaje a una mujer fantástica con una fuerza especial, que hizo escuela y marcó el flamenco para siempre. “Estoy contento con el resultado porque por lo menos mis fotografías de flamenco sirven para algo y no están guardadas en un trastero. Nunca pensé exhibirlas, pero ya llevo realizadas varias exposiciones y es un gusto enorme”, anota. Ahora, cuando ver sus fotos colgadas en la pared de un museo o galería es un lujo, esta edición es una oportunidad irrepetible para que los coleccionistas -o simplemente algún entusiasta- adquieran una de las obras del artista.

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