El flamenco, entre las palmas y la agonía
Algunos teatros han reactivado los espectáculos, mientras que los tablaos como el Corral de la Morería o Cardamomo resisten para no desaparecer
El flamenco se empieza a vivir y a sentir en Madrid tras 14 meses de penurias debido a la pandemia. El zapateo, el punteo de la guitarra, el cante y las palmas ya se vuelven a escuchar en muchos teatros. Por el contrario, el destino de los tablaos todavía se vislumbra negro a falta del público internacional y las fuertes medidas en espacios cerrados que limitan el aforo. Estos 93 espacios repartidos por toda España, proporcionaban una cierta estabilidad al 95% de los artistas del género, según datos de la Asociación de Tablaos Flamencos de España (Antfes).
María Juncal (Las Palmas, 38 años) estreno el pasado viernes su nueva obra La vida es un romance que estará en el Teatro Cofidís hasta el 4 de julio. Es un espectáculo donde la música y la danza son los protagonistas donde ha querido transmitir el encanto de vivir: “Hay momentos más amargos, más complejos, despedidas, bienvenidas… A pesar de estar en situaciones complejas como las que pasamos, nos han brindado el don de la vida y lo transmito con el baile”.
La canaria, que lleva la sangre flamenca de la familia Borrull, explica que estos espectáculos siempre han estado en los teatros, pero la falta de viajes ha hecho que los artistas se concentren en Madrid y haya más oferta, por ejemplo el Teatro Real programó el ciclo Flamenco Real. “Estamos intentando salir adelante en esta profesión que necesita espacios escénicos. Hemos sido más activos los artistas que los propios espacios”, indica la artista que desde que vino a Madrid ha crecido en la escuela Amor de Dios donde ahora es también profesora.
Ganadora del Premio Nacional de Danza Antonio Gades y el Premio Excelencias del Arte, defiende que el flamenco aporta una experiencia y enriquecimiento espiritual: “A nuestra sociedad le enaltece porque es un género amado en el mundo entero. Aunque lo puede hacer una persona de cualquier mundo, no es como el de aquí” Por eso siente tristeza por los tablaos que han cerrado, pero apuesta a que abrirán nuevos porque la necesidad del flamenco no se ha ido con la pandemia. Mientras tanto, ella no descansa y prepara el siguiente proyecto que estará relacionado con el libro ‘La reina descalza’ de Ildefonso Falcones.
Sin embargo, la mayoría de los artistas subsisten en la ciudad gracias a los 22 tablaos que había en Madrid, de los que seis han cerrado definitivamente como el Casa Patas o el Café de Chinitas. Según las estimaciones de Antfes, los tablaos flamencos atraen a España a 6,8 millones de visitantes internacionales al año, que generan un gasto de 7.384 millones de euros cada año en hoteles, restaurantes, comercios y transporte.
Uno de los tablaos que resisten es el Corral de la Morería que decidió reabrir el pasado jueves para celebrar su 65 aniversario con el atractivo de ver a Eduardo Guerrero, uno de los grandes artistas vanguardistas del momento y su obra Guerrero. El propietario del local, Juan Manuel del Rey, informa que se representará cada sábado intercalándose con otros artistas como Belén López, premio nacional de Flamenco. Aun así, no es una victoria, sino como reivindicación a la situación que tienen y necesidad de ayudas por parte de las administraciones que considera como insuficientes para el sector.
“Somos un patrimonio cultural único en el mundo. Sin apoyos, a 2022 van a llegar pocos tablaos y no lo podemos permitir porque es una pérdida de la identidad cultural del país”, indica del Rey. Además, señala la importancia que tiene que estos templos desaparezcan: “Los personajes que han pasado por el Corral han escrito la historia los últimos 65 años. Contando la historia de este tablao cuentas la historia del flamenco, de Madrid y del mundo porque aquí han pasado desde presidentes hasta grandes estrellas del Rock”.
El problema que tiene este tablao no es la falta del público internacional: “Los madrileños sí acuden a estos espectáculos y hay varios días que estamos llenos”. La complicación es por los aforos que permiten las medidas de seguridad. Este tablao suele tener entre 80-100 personas de media, pero al dejar el metro y medio de distancia, baja a 40 el número de asistentes. “El personal de camareros, limpieza, cocina, casi son más que el público que entra y así es insostenible”, señala del Rey.
Ivana Portoles es dueña de Cardamomo, otro de los grandes templos del flamenco. Llevan abiertos desde noviembre con representaciones seis días a la semana, pero también con pérdidas y recuerda lo bien que les iba en 2019 cuando cerraron el año con 90.000 asistentes. “Hemos abierto por salud mental y por dar trabajo a los artistas que no pueden más. No es momento de trabajar por dinero, sino hacerlo por amor al arte”, dice Portoles que piensa que es mejor mantener la materia en movimiento. Ella ha decidido apostar por los grandes artistas como El Yiyo o Farruquito que se han mostrado solidarios, y se suman a los profesionales como Laura Badía, David Jiménez que han mantenido la programación estos meses.
Su objetivo es incentivar al público madrileño para que entienda que todos los espectáculos que ofrecen son de primera calidad: “Algunos vienen con un prejuicio malo y piensan que le vamos a timar, pero aquí solo tenemos a profesionales. Debería haber un sello igual que hay con el jamón porque en algunos sitios los espectáculos son de menor calidad y así se podría diferenciar”. Mientras, a falta de grandes ayudas por parte de las administraciones, para evitar el cierre, ha obtenido los mismos recursos que el resto de empresas, principalmente prestamos ICO. “Nos hemos endeudado para los restos, pero prefiero vender mi casa y todo lo que tengo que cerrar este local”.
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