Benamor, la dura ley del espectáculo
El teatro de la Zarzuela culmina su actualización del trío de operetas de Pablo Luna con marco oriental
Con Benamor, el teatro de la Zarzuela culmina su actualización del trío de zarzuelas de Pablo Luna con marco oriental. Las anteriores, El asombro de Damasco y El niño judío, habían preparado el camino. Es una grata aportación, ya que Luna es uno de los grandes de esas dos décadas anteriores a la guerra en el ámbito del teatro musical concebido como gran espectáculo. Luna, de hecho, había definido este Benamor como opereta y la compañía que lo produjo y estrenó, la de la soprano mexicana Esperanza Iris, se promocionaba como compañía de opereta vienesa.
Para esta producción, Luna derramó una enorme inspiración, música bien concebida, trabajo orquestal y lírico abundante y de alta calidad y, especialmente, mucha ambición. No es de extrañar que esta pieza, estrenada en este mismo Teatro de la Zarzuela en 1923, alcanzara fama y excelente acogida, por más que el libreto se viera como inferior al notable logro del compositor aragonés.
Se pregunta el actual equipo de la Zarzuela por qué Luna no tiene hoy el reconocimiento debido. Lo merece, desde luego, pero hay algo que entra en esta consideración, se trata de un periodo de nuestro teatro lírico centrado en el espectáculo, y esto es lo que peor viaja en el tiempo. La diversión, el asombro ante la magnificencia de la escena, los decorados y las grandes compañías con coros, orquesta nutrida y bien preparada, cuerpos de baile y un elenco suficiente, no admiten la comparación con fórmulas más económicas para el espectador, como el cine, por no hablar de las tragedias históricas que queman el enlace generacional.
Frente a esta realidad, un equipo capitaneado por el tenor Enrique Viana y el responsable escénico y actual director del teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco, han recogido el desafío y se han lanzado a la recuperación del gran espectáculo. Viana, además, se ha volcado y se convierte en un deus ex machina, dirige, interpreta tres papeles, inventa monólogos cómicos y hasta pide en ellos que la zarzuela se convierta en patrimonio de la humanidad. La buena intención está servida, pero la lucha contra el tiempo es cruel. Aunque, eso sí, el público, al menos el del estreno, se lo pasa muy bien, se ríe y disfruta de un espectáculo “de los de antes”.
La parte artística es todo lo solvente que acostumbra este teatro, y mas en el periodo Bianco. Las sopranos Vanessa Goikoetxea y Carol García cantan con suficiente entidad sus dos papeles travestis, a lo que se suma, una teatralidad especial en Goikoetxea, que dice su papel protagonista con hechura y gracia. El resto del equipo luce profesionalidad y garbo; es el caso de Irene Palazón, que canta bien y baila de maravilla su paso del camello. Algo más envarado el galán por excelencia, el barítono Damián del Castillo. Y, por supuesto, Enrique Viana, más medido de lo habitual y gracioso en sus monólogos, aparte de su brillante concepto escénico que firma con facilidad.
La orquesta, bien llevada por Pérez-Sierra, el coro y el grupo de baile, funcionan muy bien, pese a no ser tarea fácil, y la orquesta y selecto cuerpo de baile se lucen en la pieza más célebre de la obra, la Danza del fuego, no confundir con la de Falla, pero deliciosa como pieza gozne de esta fantasía orientalizante.
FICHA TÉCNICA
Benamor, opereta en tres actos. Música, Pablo Luna. Libreto, Antonio Paso y Ricardo González del Toro. Versión, Enrique Viana. Dirección musical, José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena, Enrique Viana. Escenografía, Daniel Bianco. Reparto: Vanessa Goikoetxea / Miren Urbieta-Vega, Carol García / Cristina Faus, Irene Palazón, Amelia Font, Enrique Viana, Damián del Castillo / César San Martín, Gerardo Bullón, Gerardo López, Francisco J. Sánchez, Emilio Sánchez, Esther Ruiz. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Del 14 al 25 de abril. Teatro de la Zarzuela.
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