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Anna Starobinets: “Hay un intento de gobernar sobre el cuerpo de la mujer”

La reina rusa del terror relata en una obra biográfica la pesadilla que vivió en el sistema sanitario de su país tras recibir el diagnóstico de que el hijo que esperaba padecía una patología mortal

María R. Sahuquillo
La escritora Anna Starobinets, que publica ahora en español su obra 'Tienes que mirar', en una cafetería de Moscú a finales de febrero.
La escritora Anna Starobinets, que publica ahora en español su obra 'Tienes que mirar', en una cafetería de Moscú a finales de febrero.M. R. S

En la pesadilla de Anna Starobinets habitan médicos sin empatía que invitan a una quincena de residentes a presenciar, sin permiso, uno de sus peores momentos vitales; un sistema sanitario —el ruso— deshumanizado y acostumbrado a arrebatar la capacidad de elección a las mujeres; personas superadas ante la densa burocracia de herencia soviética; profesionales que solo medicalizan el duelo de la pérdida de un hijo y tratan de hospitalizar a toda costa a las pacientes. También un esposo que la acompañará, frente a la costumbre que mantiene “esas cosas” como territorio exclusivamente femenino y no de pareja y pese a que en las lúgubres clínicas ginecológicas públicas rusas no se suele admitir la presencia de hombres. “No vaya a ser que nos vean en un mal momento, se asusten y huyan, como suelen repetirnos hasta nuestras madres”, apunta Starobinets (Moscú, 42 años) en una entrevista en una cafetería moscovita.

Pero esta vez, la angustiosa historia que relata la reina rusa del terror en Tienes que mirar (Impedimenta) no está en su cabeza. Es su vida. La descriptiva, conmovedora y angustiosa memoria de una mujer que acude a una ecografía rutinaria y recibe la noticia de que el hijo que espera tiene una anomalía congénita grave. Que no sobrevivirá. El relato de horror de una mujer que choca contra la pared del rígido engranaje de salud ruso y tiene que viajar a Alemania para abortar.

Periodista durante años, es también una de las escritoras más reconocidas de la Rusia moderna. Tienes que mirar, traducido por Viktoria Lefterova y Enrique Maldonado, es el primer texto literario de no ficción de la autora de poderosas obras de terror como Una edad difícil, Refugio 3/9 o El vivo (Nevsky Prospects), comparada habitualmente con Nikolái Gógol, con el Stephen King de los primeros tiempos o con Shirley Jackson.

Su libro biográfico, que rompe el tabú sobre la interrupción del embarazo y pone ante el espejo a una sociedad acostumbrada a enterrar ciertos temas, causó un enorme escándalo en Rusia cuando se publicó, hace cinco años, recuerda la escritora mientras sorbe vino caliente con especias. No tanto por la decisión, sino, sobre todo, por contarla. “Pensé que provocaría cierto debate social, pero no imaginé que fuera tan duro. Supuse que tendría algunos problemas con la comunidad médica debido a que pongo los nombres reales, porque si no, qué sentido de denuncia social tendría el libro”.

“Me acusaron de estar llena de odio hacia Rusia, de insultar a nuestros médicos”
Anna Starobinets

No fueron pocos los colegas que la acusaron de querer “sacar partido” de su dolor, de capitalizarlo. De que Tienes que mirar no era literatura. También recibió comentarios durísimos, impulsados por un patriotismo malentendido, por describir los problemas del sistema sanitario del país en un libro que abordó, por primera vez en ruso, las emergencias obstétricas, la pérdida de un hijo, las consecuencias, la recuperación, los problemas familiares, el debate moral y ético. “Me acusaron de estar llena de odio hacia Rusia, de insultar a nuestros médicos. Aquí hay un dicho que remarca que no se debe airear la basura fuera de casa, y para algunos eso fue lo que hice”.

Trabajadores médicos en el hospital clínico regional de Volgogrado (Rusia) para veteranos de guerra, en febrero.
Trabajadores médicos en el hospital clínico regional de Volgogrado (Rusia) para veteranos de guerra, en febrero.Dmitry Rogulin

Starobinets se vio envuelta en una tormenta mediática. Perdió amistades. “En Rusia hay una idea muy espartana, afianzada desde los tiempos soviéticos, que marca que debes callar ante el dolor, porque solo así, siendo fuerte, sobrevives. Si lloras, si muestras tus sentimientos, significa que no te respetas, que eres débil. Así puede que tengan compasión hacia ti, quizá te ayuden, pero nunca te respetarán”, comenta. Eso se suma a la costumbre de que todo lo que viene de los genitales de la mujer, del parto y de las consecuencias del placer es algo “sucio”, que hay que mantener en secreto. “Cuando se trata de un problema con un oído o del estómago está bien, pero en cuanto es algo ginecológico en muchas ocasiones la mujer pasa a ser un ser humano de segunda clase”, remarca. Se consideran, además, “asuntos aterradores” para sus compañeros hombres.

“Si eres una embarazada con un bebé sano entonces depende de cuánto dinero tengas, puedes elegir la clínica y la actitud hacia ti. Si hay algún problema obstétrico entonces todas las opciones desaparecen de repente, la capacidad de la mujer de decidir sobre su maternidad casi se esfuma”. Explica que, como le sucedió a ella, el sistema de salud ruso prácticamente no concibe otra opción que la de interrumpir un embarazo en caso de anomalías fetales graves y, pese a eso, impone todo un peregrinaje de trabas a las mujeres. “Es como en todos los países: un intento de gobernar sobre el cuerpo de la mujer. En algunos países tratan de arrancarle el derecho a decidir obligándola a seguir. En Rusia, donde el del aborto no es un tema de debate tan denso como en otros lugares, la presión es para que lo interrumpa si el hijo que espera tiene problemas”, asegura.

Starobinets terminó pidiendo dinero a familiares y amigos y viajó a Berlín para interrumpir el embarazo. Allí recibió una atención humanizada y un comienzo de asesoramiento para el duelo. Algo, señala, inconcebible en su país. La escritora tampoco halló un solo libro en lengua rusa para ayudarla a navegar por las etapas que afrontaba. Por eso, cuando todo pasó y se había asentado, decidió contar su propia historia para ayudar a cambiar las cosas. “Pensé que ya que tenía las herramientas, la métrica para hacerlo, quizá era mi deber social escribir lo que me había pasado. También que eso le daría algún sentido a la muerte de mi hijo…”.

“Pensé que escribir sobre lo que me había pasado era mi deber social”
Anna Starobinets

Un par de años después de publicar Tienes que mirar, Starobinets entrevistó a varios sanitarios especializados –alemanes, ningún ruso accedió a hablar con ella— y a mujeres que habían pasado por lo mismo que ella para un epílogo que añadió a la edición rusa. De nuevo, historias de terror, como la de aquella mujer de provincias muy religiosa, embarazada de gemelos con anomalías graves y problemas médicos que amenazaban su vida, que huyó del hospital para no someterse a una interrupción del embarazo porque quería bautizar a las criaturas. Mujeres a las que nadie les había preguntado nunca por lo que habían pasado ni cómo se sentían.

Con su prosa, impregnada de cierto humor negro, Starobinets también logró ciertos cambios en Rusia. Su libro, que agotó la primera edición en un mes, terminó abriendo un importante melón en la comunidad médica, una de las clínicas que menciona impuso una formación específica a sus profesionales sanitarios, se habló del duelo, de la empatía, de los grupos de apoyo, de la opción de la mujer para interrumpir el embarazo o para continuarlo, de la elección y de la necesidad de respaldo en cualquier paso del camino.

Starobinets trabaja ahora en su serie de crónicas detectivescas para niños, que tienen como protagonistas a animales y que se están adaptando a la televisión. También ultima una extensa novela ambientada en la frontera entre la URSS y China en 1945 con zorros que se convierten en mujeres. Reconoce que, como todo escritor —”somos en cierta manera ladrones que nos llevamos cosas de la vida real a la ficción”—, utiliza sus experiencias en sus libros de terror. Pero espera no tener que ser, de nuevo, invitada en un género, el biográfico, que prefiere no explorar: “No me gustan mucho los libros basados en la realidad. Me gusta inventar mundos; ser demiurgo”.

Tienes que mirar, Anna Starobinets. Impedimenta, 2021. 192 páginas. 17,95 euros.

Entre Stephen King y Gógol

A Anna Starobinets se la considera a la vez hija de Stephen King y Philip K. Dick, cuando quizá lo sea más de Liudmila Petrushévskaia y su adorado Nikólai Gógol, pues todo lo que toca, incluidas sus historias para niños, es una feroz crítica al comunismo. De ahí que esos libros infantiles hayan tenido problemas para publicarse en Rusia.

Son habituales en sus historias las hormigas –el cuento que da nombre a su primera colección, Una edad difícil, es ya un clásico del terror mundial–, y cualquier otro tipo de animal cuyo cerebro forme parte de una inteligencia colectiva. Su distopía 'El vivo', imagina un mundo en el que los seres humanos son las células de un solo cuerpo, el de una Humanidad cruel y maldita. Ambas fueron publicadas en España por la desaparecida Nevsky Prospects, así como 'Refugio 3/9' y 'La glándula de Ícaro'.

Starobinets, que cobró 50 dólares por su primera colección de relatos –que dio la vuelta al mundo en 2005, cuando ella tenía tan solo 27 años, y no llegó a nuestro país hasta 2012 –, vivió alejada de los clásicos contemporáneos durante su adolescencia – el Telón de Acero solo lo cruzaban, en sus palabras, “autores muertos”, como Edgar Allan Poe o H. G. Wells –, pero sin embargo construyó una ficción que nada tenía que envidiarles.

 

Es raro pensar que se la comparaba con Stephen King antes de que hubiese leído a Stephen King, pero así fue. Hoy, la que fue también la primera guionista rusa de Disney, es un referente mundial del fantástico que lo único que hace, dice, es exactamente lo que hizo Gógol: mezclar el lado más oscuro del folclore y el cuento de hadas con “el horror de estar ahí dentro”, siendo ese dentro la, al parecer, interminable, muerta en vida, Unión Soviética.


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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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