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Maite Alberdi: “Nunca nos preguntan sobre el viejo que queremos ser”

La directora chilena habla sobre su película ‘Agente Topo’, preseleccionada para dos premios Oscar

Camila Osorio
La cineasta chilena Maite Laberdi el pasado 4 de marzo, en Madrid.
La cineasta chilena Maite Laberdi el pasado 4 de marzo, en Madrid.Juan Naharro G./El agente topo (EFE)

Hace unos años, el clasificado más inusual posible apareció en las páginas de empleo del diario chileno El Mercurio: “Se necesita adulto mayor hombre: jubilado entre 80 a 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo de la tecnología”. El mensaje lo escribió un detective privado buscando a un viejo que pudiera infiltrarse como espía en un hogar de ancianos, e investigar allí si el personal abusaba o no de una mujer (cuya hija, o “clienta”, sospechaba que algo extraño estaba sucediendo). “¿Estoy loco o qué diablos?”, pensó Sergio Chamy cuando leyó el anuncio, un anciano viudo que no tenía idea de cómo hacer una videollamada pero que buscaba urgentemente cambiar la rutina de vida. “Tienes que ser muy sutil”, le pide el detective a Chamy. “Sin que nadie se de cuenta, porque si te descubren, hasta ahí nos va a llegar la pega [el trabajo]”.

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Director Maite Alberdi: “My detective film is really an excuse to look at a subject we might never see”

Pero había un elemento más particular aún en este trabajo de espionaje: durante su misión, Chamy sería filmado por un equipo dirigido por la directora chilena de documentales Maite Alberdi (conocida por otros filmes como Los Niños, sobre chicos con síndrome de down, o La Once, sobre un grupo de mujeres mayores que llevaban décadas siendo amigas). Alberdi (Santiago de Chile, 37 años) ya se había infiltrado en este hogar de ancianos, pensando que su nuevo largometraje terminaría en una gran denuncia sobre el maltrato a los viejos. El resultado final fue totalmente lo opuesto: Agente Topo (2020), un documental filmado como cine negro e impregnado de humor y ternura, revela más sobre el abandono a las mujeres del ancianato por sus familias que por el personal del hogar. “La soledad es lo más grave de este lugar”, le dice en un momento Chamy a su jefe.

Agente Topo, que se estrenó a finales del año pasado y puede verse actualmente en Netflix, ha sido un hito en la historia del cine chileno. Está preseleccionado en los premios Oscar en dos categorías –mejor documental y mejor película extranjera–, ganó un premio del público en el festival de cine de San Sebastián, y más recientemente estuvo nominado en los premios Goya. El PAÍS habló con Alberdi sobre la película que ha cautivado a las audiencias internacionales.

Pregunta. ¿Cómo fue el proceso de lograr filmar momentos tan íntimos en este hogar de ancianos? Hay una declaración de amor de una mujer a Sergio, y otra con inicios de alzhéimer que rompe en llanto frente a las cámaras.

Respuesta. El proceso de filmación tomó alrededor de cuatro meses y fue un proceso en el que nos hicimos parte de este lugar, nosotros estamos todo el día allí con la cámara. Entramos a filmar como equipo antes de que llegara Sergio, y en el estar ahí todo el mundo estaba consciente de que lo estábamos grabando. Interactuamos pero de una manera como se ve: estamos acompañando a Sergio en este proceso en el que él logró establecer unos vínculos, que si no lo hubiese tenido a él como personaje probablemente esos vínculos no existirían. Lo que él hace con estas personas, como regalándoles tiempo, creo que es lo mismo que hicimos con la cámara. Es una cámara que está allí, que está ahí con paciencia, que no está dirigiendo escenas. Hubo días que no grabamos nada y que la cámara estaba esperando.

Entonces es esta cámara que espera, y que también acompaña. Hay señoras que están solas, que a veces están todo el día solas, y ahora empezó a estar la cámara ahí. En ese acompañar siento que ellas empezaron a construir una confianza que llega hasta la escena que tú dices: alguien con la confianza para llorar frente a su amigo, y llorar frente a una cámara, muy consciente de que estábamos ahí. Pero no es solo una cámara, es un grupo que la ha acogido, y que la ha escuchado, que le ha hecho compañía por un par de meses. [El documental] está hecho desde un espacio de acogida y de relaciones espontáneas que se dieron, vínculos que se fueron construyendo, y que no se podían dirigir. Pasa desde la espera, la paciencia, y el tiempo.

P. El documental es muy respetuoso con las personas que filma, pero ellas no saben que ustedes eran también un agente topo como Sergio, y confiaron en ustedes para filmar pero luego vieron un resultado muy distinto al que se esperaban. ¿Esto le generó dilemas?

R. Por supuesto que hay un dilema ético grande. Ellos no sabían la historia específica del Agente Topo, en el sentido en que no sabían la sinopsis. Pero el tema que nosotros les presentamos, yo creo, es el tema de la película. Les dijimos que iba a ser un documental de la tercera edad y de todo lo que pasara allí, y que queríamos filmar lo bueno y lo malo, y que les íbamos a filmar todo el día. Claro, ellos no saben que estaba filmando a un espía, y yo siento que entré como sin ser transparente con la historia. Ahí se me planteaba un dilema ético. Pero al mismo tiempo, ellos sentían cuando vieron la película, que la película los representaba súper bien. Eso tiene que ver con que en realidad sí mostramos lo que era ese cotidiano.

Partí desde el prejuicio de que algo malo estaba pasando ahí [en el hogar de ancianos], porque lo estábamos investigando. Eso también, de alguna manera, inconscientemente, como que me habilitaba para hacer esta mentira. Cuando me empecé a dar cuenta de que este lugar es bueno, claramente tuve un dilema de ‘yo no conté que esta era una película de un espía, y no fui transparente, y en realidad entré con otra excusa a este lugar’. Pero desde el momento que ellos la ven, y que les fascina, y que la promueven, y que sienten que los representa, ese dilema también se diluye.

P. ¿Usted también pensaba que iba a ser un documental más de investigación para denunciar maltrato?

R. Totalmente, entré desde el prejuicio para ver una situación de maltrato, y también como que iba a hacer una película de detectives donde el caso era súper importante, y las pruebas, y lo que pasara, y la clienta. Cuando en realidad te das cuenta que lo más importante es la relación y el vínculo que se produce donde hay personas mayores abiertas a la experiencia. Desde ahí, desde el regalar tiempo para que las identidades aparezcan, siento que lo que hace Sergio en la película es que se va a otro lugar y la investigación no importa tanto.

Mi película de detectives en realidad es una excusa para ver un tema que, sin esa excusa, quizá nadie vería. Si invitamos al público a ver un documental sobre cuán solas se sienten las personas mayores, yo no lo voy a ir a ver. Pero acá es al revés. Mi excusa, la película que yo quise hacer al principio, al final termina siendo un gancho que toma la mano del espectador para que enfrente temas que no queremos hablar, que no queremos mirar, y que en general no ponemos sobre la mesa. No hablamos de cómo queremos envejecer. Cuando niños hablamos mucho de cómo queremos crecer. Cuando joven pensamos en el adulto que queremos ser. Pero nunca nos preguntan sobre el viejo que queremos ser.

P. Ese es un tema que se ha tocado más desde el estallido social en Chile, sobre todo el del sistema de pensiones para los mayores. ¿De qué es una metáfora este hogar de ancianos en el contexto actual?

R. Creo que es una película en la que hay varias cosas que dan cuenta del contexto político actual. Una es el mal sistema de pensiones que tienen las personas mayores, y un nuevo envejecimiento donde ha aumentado la expectativa de vida pero no necesariamente las oportunidades y la inserción laboral, social, y las ganas de vivir. Entonces este aumento de la expectativa de vida no ha venido asociada a una nueva vida, o a una nueva etapa que comienza. Sino que la vejez sigue ligada a una etapa del cierre de oportunidades. En este nuevo contexto político, donde se está velando por abrir nuevas oportunidades y nuevos horizontes a las minorías –hay muchos tipos de minorías y una de ellas son las personas mayores–, y donde se ha ejercido una discriminación importante contra las personas mayores, esta película lo que hace es dar cuenta de un grupo mayor que quiere trabajar, que quiere estar activo. La primera secuencia de la película muestra eso, y se plantea la pregunta de cómo queremos envejecer. Es una pregunta sobre el futuro.

En este contexto en que estamos pensando una nueva Constitución, y que estamos pensando en el país que queremos tener, parte de ese futuro es una proyección de cómo queremos crecer, cómo queremos crecer nosotros individualmente, y cómo queremos crecer como comunidad. Es la pregunta política de hoy. ¿En qué condiciones? ¿Cómo soñamos? ¿Con qué vínculos? ¿En qué lugares? ¿Cómo establecemos puentes entre estas personas dependientes y la sociedad? Lo que ha hecho Chile, en general, es que todas las personas que son dependientes por algún motivo, físico o mental, se aíslan. Y se aíslan de tal manera que no se genera ningún tipo de vínculo. Ese aislamiento es el que tenemos que romper. Y eso es parte de las discusiones que hoy día están sobre la mesa también en la creación de la nueva Constitución.

P. ¿Qué ha pasado en este lugar de ancianos con la pandemia?

R. Por supuesto que hubo muchas pérdidas debido a la covid, las personas mayores fueron las más afectadas. Pero lo más fuerte acá para mí es pensar que en este lugar había una pandemia anterior, que era la pandemia de la soledad. Ellos ya estaban aislados socialmente, las puertas de su hogar estaban metafóricamente cerradas antes del confinamiento. Muchos de ellos no tenían visita, hay un personaje que no tiene visita desde hace dos años. O funerales donde no llegaban los familiares. Claro, la pandemia los obligó a confinarse y a cerrar las puertas de manera oficial. Pero acá había un cierre que ya había sucedido simbólicamente. Las personas no estaban entrando y ellos estaban en una burbuja de aislamiento.

Para mí el personaje de la Marta, que está ahí en la reja como ‘quiero salir y quiero ir a otro tiempo’, por mucho que tenga demencia, las está representando a todas. En ella está el confinamiento anterior. Entonces, ¿qué pasó con la pandemia? Nos hizo conscientes a los que estamos fuera y nos empezamos a preguntar “uy, ¿hace cuánto no veo a mi papá o mi abuelo o mi abuela?”. La gente empezó a llamar y empezó a pensar hace cuánto que no los veía. Pero la conciencia fue para los otros, no para los que estaban ahí [en el hogar de ancianos], que ya estaban solos y aislados.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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