Agotamiento por coronavirus

El coronavirus ha provocado en este tiempo de pandemia una de las películas más sugestivas y entretenidas, Host, de Rob Savage, y una de las más plastas, la infame Confinados, de Doug Liman, de estreno en exclusiva en la plataforma HBO. Que las dos sean británicas es simple casualidad; que la primera aprovechara el aislamiento y la estética multiplicadora de la pantalla en las conversaciones digitales para confeccionar un jugoso juego de terror contemporáneo, mientras la segunda malgasta una buena una idea para escapar por la tangente más decepcionante, es cuestión únicamente de ingenio. Y ambas demuestran que en estos tiempos cinematográficos no hay intérprete que levante a muerto cinematográfico alguno: Host estaba copada por magníficas actrices desconocidas; y Confinados la encabezan estrellas de talla mundial que nada pueden hacer con la nada.

Con independencia de que resulte dudoso, comercialmente hablando, que al público le apetezca ver en estos días de miedo, dudas y (casi) encierro una película de dos horas de seres humanos en estricta reclusión durante los días duros de la pandemia, también es bueno que el cine se haga eco de la agitación de nuestro tiempo. Pero no así. Y eso que Confinados parte de una idea de inmensas posibilidades dramáticas y psicológicas: una pareja a punto de la separación tras 10 años de relación se ve obligada a seguir conviviendo en el hogar conjunto durante el encierro.

Sin embargo, el punto de partida del guion del prestigioso Steven Knight (Promesas del Este, Locke) comienza a olvidarse pronto, para acabar narrando una bobada: el robo de un diamante, en los almacenes Harrods, por parte de dos personas convencionales ajenas a la delincuencia, es decir, los protagonistas interpretados por Anne Hathaway y Chiwetel Ejiofor.

Entre todo ello, los diálogos por Zoom entre familiares, amigos y compañeros de trabajo están presididos por una pedante retórica difícil de asimilar, caso de la discusión sobre la diferencia semántica entre “implosionar” y “explosionar”, o esa inolvidable réplica del primer minuto, en la que a la pregunta de su cuñada sobre qué tal está su esposa, el personaje de Ejiofor se cuestiona en voz alta: “¿Mentira conveniente para evitar el examen forense de nuestras circunstancias domésticas, o decir la verdad?”. Diálogos estudiadísimos que quizá podrían encajar en otra película, pero en modo alguno en una rápida conversación por videollamada en tiempos de desastrosa plaga vírica.