Juan Luis Arsuaga: “Quien diga que tiene un ser humano ideal está tarado, lo metería en la cárcel”
El paleontólogo admite que ser portada de ‘Nature’ en 1993 fue la cima de su carrera y confiesa que, tras cumplir el mandato biológico de perpetuar sus genes, vuelve a sentirse un chaval de 12 años
Llega de Burgos, conduciendo un todoterreno lleno de barro y quejándose de un frío “del carajo” y, a la vez, invita a charlar, al raso, por los escarchados jardines del Instituto Carlos III de Madrid. Una remolonea lo suyo y finalmente hablamos en una caldeada sala forrada de vitrinas desde la que escuchan la charla docenas de calaveras, réplicas de las de Atapuerca. Con su nívea pelambrera y su chaqueta de mezclilla sobre chaleco acolchado, Arsuaga luce cual híbrido de profesor despistado y viejo rockero, y sospecho que lo sabe y que le gusta. Sobre un atril, la portada que le dio Nature en 1993 por un artículo sobre el hallazgo del cráneo número 5, uno de nuestros ancestros más ilustres. La primera pregunta se hace sola.
¿Después de eso, qué?
Nada. Profesionalmente, ser portada de Nature lo es todo. Nunca llegaré más alto en la vida.
¿Por qué se levanta entonces cada día de la cama?
Para aprender. Lo que realmente me gusta y me divierte es aprender. Le pasa a todo el mundo, lo que ocurre es que no lo sabe.
¿Nos mueve la curiosidad?
Sí, siempre estamos deseando que nos cuenten algo que no sabemos. Fíjate en esos grupos que van por la calle con un guía que les cuenta cosas: callan y escuchan. Y, si pasas al lado, pegas la oreja. Esos somos nosotros.
¿Por qué nos interesa tantísimo el otro?
Porque somos la especie cotilla por excelencia. Pero cotillas delirantes, hasta el extremo de que nos interesa la vida de gente que no ha existido. Todo el arte, toda la literatura es puro cotilleo. Tú lees Madame Bovary y quieres saber si se enrolla con ese, si dejará al marido, y sigues leyendo, como si fuera tu vecina. La diferencia entre Bovary y la vieja del visillo es lo bien o lo mal contadas que están.
Me deja más tranquila saber que lo mío es un mal generalizado.
Se usa como insulto, pero somos cotillas por supervivencia. Nos interesa la vida de los otros porque estamos programados para sobrevivir en un medio social, volátil, cambiante. Y tú necesitas saber que ese tío al que creías amigo de repente se junta con esa con la que te llevas fatal y conspiran contra ti. Precisas información actualizada de quién está con quién en cada momento. No te puedes permitir no saberlo. Quien no entienda eso no entiende la evolución humana. La vieja del visillo es la esencia del ser humano.
José Mota, el creador de la vieja del visillo, decía de niño que los huesos sirven para echarlos al cocido. ¿A usted de qué le sirven?
En realidad, no me interesan los huesos. Me interesa la vida, la naturaleza, los ecosistemas. Lo que estudio es el ser humano actual, no el prehistórico. A mis alumnos, les pongo una foto de Uma Thurman de joven, que no saben quién es, porque tienen 20 años, y les digo: vamos a analizar a esta señora. Tiene nariz prominente: somos la única especie que tiene nariz proyectada. Tiene el pelo largo: somos la única especie a la que le crece el pelo hasta el último día y va a la peluquería...
...¿y los perretes?...
Los llevamos nosotros: los hemos domesticado: los lobos no van. Sigo: Uma Thurman no tiene pelos en el cuerpo, es blanca, tiene mentón, ... todo eso solo es humano. La paleontología va del hombre y la mujer actual, aunque para entenderla tengamos que recurrir a esas calaveras antiguas.
Si la foto fuera de Uma Thurman hoy, igual podría explicarles la muy humana cirugía estética.
Esa es una pulsión humana de siempre: la inútil búsqueda de la eterna juventud. Con la pandemia ha parado, pero antes, no había semana que no me invitaran a hablar con gurús de la inmortalidad. Son predicadores. Es pensamiento mágico, como las religiones, que te venden la inmortalidad como premio a hacer lo que yo te diga: todo esto te daré si te postras ante mí y te conviertes en mi esclavo. Los charlatanes de la inmortalidad te quieren vender otras cosas. Si te enseñan toda la cesta, ves que es una estafa.
¿Se vacunará?
De cabeza. Eso es ciencia.
¿El virus nos ha bajado los humos?
Soy un virus-escéptico porque no creo en los buenos propósitos. Con el virus han resucitado los de ‘os lo tenéis merecido’, los que promueven el sentimiento de culpa, los de ‘esto os pasa porque no habéis respetado la naturaleza’. Es lo que yo llamo la bronquita final. Vas al hospital con una enfermedad horrible y te dicen: eso es que fumabas, y, si no fumabas, algún pecado tendrás, algo habrás hecho para que te mueras. Y yo digo, hombre, no, quiero morir tranquilamente, no me echen la bronca.
¿Por qué los humanos nos creemos los reyes de la biosfera?
Hombre, es cierto, pero la verdad es que no estamos nada mal.
¿Comparado con qué o quién?
Comparado con que venimos de los peces. Esto es como todo en la vida. En la Revolución Francesa, en la Asamblea, un representante del pueblo le dijo a un marqués: ‘usted desciende de un marqués y yo asciendo de un tonelero’. Sabiendo que ascendemos de los peces, hemos ido a más.
¿La ‘raza’ mejora de hijos a padres, que dicen las madres?
Socialmente, puede, pero es que no hay un ideal de ser humano. Yo no tengo ningún ideal de hijo. A ti te dan a elegir un hijo a la carta, y cómo lo quieres: ¿rubio, moreno, alto, bajo... ?
Sano.
Eso es otra cosa. No lo discuto. Hablo de establecer el ser humano ideal. Quien diga que tiene un ideal de ser humano está tarado, yo lo metería en la cárcel.
¿Por supremacista?
Porque no está bien de la cabeza, porque es imbécil. Cuando dicen eso de ‘vamos a modificar al ser humano’, me pregunto, ¿usted tiene hijos? ¿cuál cree que le ha salido mejor? Esas anormalidades deberían ser delito.
¿En la especie humana existe el hombre o la mujer alfa?
Una cosa es copular y sembrar el semen, y otra ser padre. Un día, me invitaron a un programa con Nacho Vidal, que me parece una persona muy agradable, y me dijo que él hubiera sido un gran semental en la Prehistoria. Y le dije que no había entendido. En la biología evolutiva, lo que importa no es el número de hijos, sino el de nietos, porque si no cuidas a tus hijos y no se reproducen, ahí se acaba tu estirpe y desaparecen tus genes. En la Prehistoria, el más exitoso no sería tener muchos hijos, sino ser buen padre y buena madre y llegar a abuelos. Y no puedes ser un buen padre de cientos de hijos. Los genes de Nacho, se perderían. Y los míos, que he tenido tres, se reproducirán y los genes Arsuaga, sobrevivirán.
¿Y ya es usted superabuelo?
No.
Vaya, hombre.
Aún no, pero mis hijos han llegado a la edad reproductiva, y ahí acaba mi responsabilidad.
Si ya ha cumplido como padre y aún no es abuelo, ¿qué pinta ahora?
He vuelto a la adolescencia. No, a la preadolescencia. Tengo 12 años, esa es mi edad mental. Me gustaría hacer surf y cosas de esas. ¿A ti no te gustaría aprender algo que no aprendiste a esa edad?
Sí, a patinar. Me da envidia.
Mola. ¿Y no te animas? Venga, vamos a quedar. He visto que van a poner una pista de hielo en Madrid y voy a ir con mi familia estas fiestas.
¿Pero usted sabe patinar?
Ni puta idea, pero lo voy a intentar, con dos cojones. Voy a aprender este año, Dios mediante.
Uy, Arsuaga ha dicho ‘Dios mediante’.
Sí, es castellano de toda la vida. Y soy muy de ‘si Dios quiere’, qué tendrá que ver eso con lo otro.
¿Qué le ha pedido a los Reyes?
Tengo un problema, y es que lo tengo todo. Bueno, va: aprender italiano: soy un italiano secuestrado en un cuerpo español. Eso, y patinar, no se te olvide.
El titular de una entrevista suya: “la vida es más que trabajar e ir al supermercado” es lo más visto en EL PAÍS siempre ¿Por qué nos atrae tanto?
Porque sabemos que eso no es vivir, pero nos engañamos. En el fondo, todos queremos aprender a patinar. Piénsalo. ¿Te vas a morir sin patinar en Central Park una vez en la vida?
SEÑOR ATAPUERCA
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, uno de los 'padres' del tesoro prehistórico de Atapuerca, descubrió su vena divulgativa de estudiante universitario. Un profesor le sacó al estrado, empezó a hablar de Leibniz y de los mundos posibles e imposibles y se vino arriba: “Nunca había hablado en público, pero vi que la clase me atendía, se quedaba con lo que estaba escuchando y sentí una especie de energía que me impulsaba a seguir, una especie de subidón, sí. Ahí descubrí que, si aprendo algo, tengo pulsión por contarlo". Desde entonces no ha parado de hacerlo, incluida esta entrevista. Más que hablar, hipnotiza, y resulta tan difícil acabar la conversación con él como que él la dé por acabada. Director del Museo de la Evolución Humana de Burgos y catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid, en su último libro 'La vida contada por un sapiens a un neandertal' conversa de lo humano y lo humano con Juan José Millás.
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