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Las dos caras de los artistas

La italiana 'Volevo Nascondermi' convence con su retrato del pintor naíf Antonio Ligabue, mientras que Johnny Depp descarrila como el fotógrafo W. Eugene Smith en 'Minamata'. El terror argentino llega a la competición con 'El prófugo'

Gregorio Belinchón
Enviado especial a Berlín -
Johnny Depp posa ante los fotógrafos en Berlín.
Johnny Depp posa ante los fotógrafos en Berlín.Michael Kappeler (Gtres)

No puede haber dos caras más distintas de confrontar la vida de un artista que las que se estrenaron ayer en la 70ª Berlinale. Por un lado, el primer título en competición, Volevo nascondermi, del italiano Giorgio Diritti, que lleva desde inicio de los noventa ahondando a través del cine en temas poco banales, como la inmigración, la infancia o el arte, y que aquí muestra la vida de Antonio Ligabue, grande del arte naíf, que logró la fama en los años cincuenta del siglo pasado. Por el otro, en la sección Special, Minamata, de Andrew Levitas, artista multidisciplinar que ha picoteado de vez en cuando en el cine y que describe el último gran reportaje, en 1971, del mítico fotógrafo W. Eugene Smith, al que da vida Johnny Depp.

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La comparación es pertinente porque donde Diritti usa sutileza, fluidos movimientos de cámara, montaje a favor de la inmersión del espectador en la terrible existencia de Ligabue, se convierte en el biopic de Levitas en cortes con hacha, insólitas -en el peor sentido del adjetivo- posiciones de cámara y en una narración que desvirtúa la dureza de los hechos contados. Pero, sobre todo, cada uno ha dado espacio muy distinto a sus actores protagonistas: Elio Germano (que ganó ex aequo el premio a mejor intérprete en Cannes con Javier Bardem en 2010, hecho que podría repetirse en esta Berlinale), en Volevo nascondermi; Johnny Depp, la estrella del día en este certamen, en Minamata.

Ligabue merecía una película. En los años cincuenta del siglo XX consiguió el éxito gracias a sus pinturas naíf tras décadas de vida turbulenta. Nacido en Suiza, hijo de italianos, dado en adopción de crío, sus problemas mentales le hicieron ingresar en numerosas ocasiones en clínicas de reposo y psiquiátricas. Expulsado de Suiza en 1920, en Italia intentó ganarse la vida sin saber nada del idioma (hablaba alemán). Sus estallidos, su rostro deforme, sus actos de automutilación escondían a un artista prodigioso, que empezó a pintar en 1928 y obtuvo el merecido reconocimiento al acabar la Segunda Guerra Mundial. Germano y Diritti combinan sus energías para retratar todas las luces y las profundas sombras del pintor, y de paso la sociedad que le ahogaba.

En cambio, Johnny Depp, bien por sí mismo, bien con la ayuda del director y coguionista Andrew Levitas, ha convertido a uno de los grandes fotoperiodistas de la historia, W. Eugene Smith, apasionado del blanco y negro, el hombre en el que se basó el prestigio visual de la revista Life, uno de los primeros retratistas que lucharon por participar en la edición -para él, fundamental- de sus fotografías, en una especie de don Pantuflo, el padre de Zipi y Zape. Tal cual. En 1971 Smith realizó su último gran reportaje, sobre la contaminación por mercurio de los habitantes de un pueblo pesquero japonés, Minimata. En aquella población había muchos de niños con parálisis cerebrales y problemas neuronales por culpa de los vertidos de la planta química de la empresa Chisso, que entre 1932 y 1968 arrojaron a la bahía 81 toneladas de mercurio. Las fotos de Smith en Life llamaron la atención del mundo y obligaron a la empresa y al Gobierno a indemnizar y ayudar a las familias, lo que no ocurrió hasta 1996. Todo eso se desperdicia en Minamata. En su rueda de prensa, Depp ha tirado de vena ecologista: "Cuando leí por primera vez lo que había pasado y conocí la intoxicación por mercurio en aquel lugar, me resultó imposible de creer. Aún más me sorprendió el hecho de que las consecuencias continúen hoy en día”. Y por eso, "había que hacer la película con responsabilidad". Ni por esas.

Al menos la competición guardaba otra grata sorpresa, la de la argentina El prófugo, segunda película de Natalia Meta, que protagoniza una dobladora de cine, a la que encarna de forma excepcional Érica Rivas, que tras un episodio traumático durante unas vacaciones con su nueva pareja, comienza a confundir lo real y lo imaginario. Meta ha explicado en Berlín que quería mostrar cómo "la fantasía opera en la realidad" en un filme que su actriz ha definido como "perteneciente a la nueva ola feminista". El prófugo se basa muy libremente en la novela El mar menor, de C. E. Feiling, de la que toma, contó Meta, "la idea de que los sueños tienen el mismo nivel ontológico que la vigilia, y que en el fantástico puede no haber frontera entre el bien y el mal". El prófugo recuerda a Mulholland Drive, al terror estadounidense de los ochenta, a Enemy, a -por el uso del sonido- Berberian Sound Studio, según su directora, que reconoció, sin embargo, no haber visto la referencia más obvia de su película: Arrebato, de Iván Zulueta. Y eso que comparten actriz, Cecilia Roth.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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