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Crítica | Bliss
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arte, sangre y drogas

Cine independiente vampírico en el submundo de Los Ángeles actual, rodado en localizaciones reales y con sobrado conocimiento del suelo que pisa

Dora Madison, en 'Bliss'. En vídeo, un adelanto de la película.
Elsa Fernández-Santos

Bliss es una salvajada sobre arte, sangre y drogas, una película para los que saben disfrutar del género de terror, un endiablado chute de metal tan veraz que hasta parece que le podría pasar a tu incauta vecina. La actriz Dora Madison (un descubrimiento) es Dezzy, una artista angustiada por la falta de ingresos y porque tiene que entregar un cuadro de gran formato que no logra terminar. En ese estado de precariedad económica y bloqueo creativo entra en una oscura espiral de noche y drogas. Una raya de color negro, según su camello mezcla de DMT (potente alucinógeno) y cocaína, le hará recuperar su energía creativa a costa de un alto precio.

BLISS

Dirección: Joe Begos.

Intérpretes: Dora Madison, Tru Collins, Rhys Wakefield, George Wendt, Abraham Benrubi.

Género: terror. Estados Unidos, 2019.

Duración: 80 minutos.

Bliss es cine independiente vampírico en el submundo de Los Ángeles actual. Rodada en localizaciones reales y con sobrado conocimiento del suelo que pisa, el cineasta Joe Begos retrata la otra cara de la ciudad californiana como pocas veces (cada vez menos) se puede ver en la pantalla. Una pesadilla lisérgica de 80 minutos capaz de reproducir con la mirada de los que han estado ahí la atmósfera claustrofóbica del cuarto de baño de un sucio garito, el estado de indefensión de una bajada de tensión, la arcada sin tregua de un mal viaje o las tétricas fantasías de una artista en trance. Con poquísimos recursos, una cámara guiada por convulsiones febriles y muchas dosis de ingenio y autenticidad, Begos tira de las texturas del género en los setenta y ochenta (de Carpenter a Kevin Connor) para crear una fantasía que dispara la adrenalina. Un banquete de gelatina roja con lucha libre femenina incluida y litros y litros de sangre. Una película macarra, retrato indirecto de una ciudad tan famosa y explotada como oculta y secreta, y con una actriz poseída por un personaje devorado por un cuadro.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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