El cine exprime la corrupción valenciana
El estreno de ‘El silencio del pantano’ se suma a otras películas que ambientan sus tramas en los escándalos políticos de un territorio estigmatizado por una práctica generalizada
En la superficie, un paisaje paradisíaco: el agua espejea con la luz cambiante del día y las cañas se mecen acariciadas por el viento; en el fondo, todo es fango, metáfora de la degradación moral de la sociedad. Es el humedal de la Albufera de Valencia convertido en escenario de algunas películas que tratan sobre la corrupción política o desarrollan una trama facinerosa y, además, se benefician de su gran atractivo visual. La última en estrenarse ha sido el largometraje El silencio del pantano, dirigido por Marc Vigil, actualmente en cartelera, un thriller que, inscrito en la tradición del cine negro, pone el foco en la corrupción de la clase dirigente y sitúa la acción criminal en una ciudad, cuyo nombre se asocia a numerosos escándalos políticos de su pasado reciente.
Hace dos años se proyectó en los cines El desentierro, de Nacho Ruipérez, en la que la reclasificación de terrenos y las aguas turbias de la Albufera desempeñan un papel importante en su intriga. Fue también el año de El reino, de Rodrigo Sorogoyen, ganadora de siete Goyas, que, a diferencia de los dos títulos anteriores, centra todo su argumento en la corrupción en España. De hecho, es una radiografía a ritmo de thriller de diversos casos (Gürtel, Lezo, Púnica, Bárcenas…) sin mencionar ninguno en concreto. Parte de la acción transcurre en las playas y restaurantes de El Saler, en el parque natural de la laguna valenciana de agua dulce, protagonista de la serie El embarcadero, de Movistar.
Otras películas se han aprovechado del caldo de cultivo de la codicia autóctona para incorporar gotas de corrupción en sus tramas. En 2016, Cien años de perdón, de Daniel Calparsoro, relataba el asalto a la sede central de un banco en Valencia, que también guarda secretos políticos que podrían hacer saltar por los aires a un gobierno. En 2011, el director Max Lemcke presentó Cinco metros cuadrados en la que recreaba un caso de corrupción inmobiliaria en la costa valenciana.
‘Crematorio’, de referente
Precisamente, en un pueblo costero de Alicante tiene lugar la acción de una serie fundacional y referencial en la televisión española, Crematorio, estrenada en Canal+ en 2011. Está considerada como la radiografía más acerada y profunda de los mecanismos de perversión personal que confluyen en la corrupción urbanística y política. Esta serie, precursora de las producciones de calidad actuales, se basa en una novela publicada en 2007 por el escritor valenciano Rafael Chirbes.
“La novela captaba muy bien el estado de las cosas, el materialismo que imperaba antes de la crisis. Ya se veía que venían nubarrones. Y Chirbes lo hace a través de una familia, de una sociedad de corruptores y corruptos, de la relación entre empresarios de la construcción, los bancos, los políticos, y cuando la corrupción no estaba en boca de todos. Cuando la empezamos a rodar [en 2010], pensábamos que para su estreno se nos quedaría vieja por lo que se iba conociendo”, dice Fernando Bovaira, productor de la serie.
“Ahora bien”, añade el también productor de Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, “como valenciano, me molesta el estigma de la corrupción cuando ha sido un fenómeno en todo el Estado. Es verdad que ha habido muchos casos y una mentalidad de nuevo rico, pero también en otros sitios, incluso más, y tal vez los medios no lo han reflejado tanto”.
El director de la Agencia de Prevención y Lucha contra el Fraude y la Corrupción de la Comunidad Valenciana, Joan Llinares, comparte esa opinión: “Como constata Paul Preston en su último libro [Un pueblo traicionado] la corrupción es sistémica en España y recorre todo el Estado. “No hay más que ver los casos de Madrid, Cataluña, Andalucía o el País Vasco, que parece que allí no haya”, apostilla. No obstante, hay razones objetivas, como los numerosos casos abiertos que se juzgan o investigan o las imputaciones en diferentes procesos de tres expresidentes valencianos, Eduardo Zaplana, José Luis Olivas y Francisco Camps, todos ellos del PP, partido que gobernó entre 1995 y 2015. Llinares agrega una explicación más a la mayor proyección de la corrupción autóctona: el carácter “esperpéntico o de sainete” de algunos protagonistas y de algunas situaciones.
Las conversaciones entre El Bigotes, el conseguidor de la Gürtel en Valencia, y Francisco Camps; el excargo que se arrepintió vestido de hippy por haber sido “un yonqui del dinero”; el consejero de Cooperación Rafael Blasco, encarcelado por quedarse dinero de las ayudas; las supuestas mordidas por la visita del Papa Benedicto XVI y la celebración del Gran Premio de Fórmula 1 son algunos ejemplos. La acumulación de casos convirtió en un tópico mencionar la penúltima película de Luis García Berlanga, Todos a la cárcel, de 1993, como visionaria, si bien aludía a otro contexto.
Llinares fue el encargado de recuperar el dinero del expolio del Palau de la Música de Barcelona y, como gerente del IVAM, denunció las prácticas de la exdirectora Consuelo Ciscar, esposa de Blasco, procesada por la compra de obras supuestamente fraudulentas e investigada por ayudar con los medios del museo a lanzar la carrera artística de su joven hijo, Rablaci. La oficina de Llinares ha coproducido una versión corta del documental Corrupción: el organismo nocivo, de Teresa Soler y Albert Sanfeliu, para proyectarla a funcionarios y universitarios.
Casi un sainete
Este documental se presentó en la Filmoteca Valenciana, dependiente del director adjunto de Audiovisuales y Cinematografía, José Luis Moreno. “El cine refleja la realidad y aquí ha habido casos muy llamativos, casi sacados de un sainete, pero también se ha puesto el foco más en la Comunidad Valenciana que en otros sitios”, dice Moreno, que destaca Crematorio como la mejor radiografía de la corrupción. Su departamento concedió ayudas a esta serie y a El desentierro.
Ninguna película está basada fielmente en los hechos o personajes reales. Tampoco El silencio del pantano. El escritor de la novela publicada en 2015 y ahora adaptada al cine, Juanjo Braulio, conoció como periodista diversos casos, pero no ha pretendido hacer un análisis de la corrupción. “En todo caso, es una novela sobre el poder, ambientada en la Albufera y en mi barrio, El Cabanyal. Los corruptos, la delegada de Gobierno y el exconsejero, podrían ser de unos u otros. Quería hacer un homenaje a las novelas valencianas de Blasco Ibáñez La barraca y Cañas y barro, en las que los señoritos van a cazar a la Albufera pero sus riquezas hunden sus raíces en el fango”, concreta.
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