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Una película de Netflix, dirigida por Amazon y escrita por HBO

Desde hace décadas, en el cine, sobre todo el europeo, mandan los autores. Ahora, las plataformas, ávidas de atraer suscriptores, priman su marca por encima de los creadores de los productos audiovisuales

El reparto de 'Patria', en septiembre, en el festival de San Sebastián. Detrás, a la derecha, entre dos actores, de perfil, su 'showrunner', Aitor Gabilondo.
El reparto de 'Patria', en septiembre, en el festival de San Sebastián. Detrás, a la derecha, entre dos actores, de perfil, su 'showrunner', Aitor Gabilondo.Javier Hernández

Cualquier cinéfilo sabe quién dirigió Uno de los nuestros. Sin embargo, el espectador primerizo que la busque en Netflix desde su ordenador tardará en descubrirlo. El resumen de la película la cataloga con adjetivos como “descarnada” o “siniestra”. Recuerda que la protagonizan Robert De Niro o Joe Pesci. Hasta informa de que está basada en un libro. Pero nada dice del cineasta. Dependiendo del dispositivo con el que se acceda a la plataforma, la ficha varía: el género o el reparto aparecen como constantes. “Dirigido por Martin Scorsese”, en cambio, no siempre puede leerse.

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En varios tuits este mes, los estrenos de Amadrinadas y Noelle únicamente se anunciaban como filmes “de Disney +”: ni el mensaje ni el tráiler incluían a sus directores (Sharon Maguire y Marc Lawrence). Al igual que varios carteles de la reciente Mulán se limitaban a describirla como obra de Disney. En el pasado festival de San Sebastián, el estreno y la promoción de Patria no contó con los dos responsables de dirigir la serie producida por HBO, Félix Viscarret y Óscar Pedraza. Lo mismo ocurre con el libro sobre la serie. Más de 160 páginas en un gran formato apaisado profusamente ilustrado, con entrevistas a una decena de actores y a cinco responsables de equipos técnicos, empezando por su showrunner, Aitor Gabilondo, pero sin rastro de los realizadores: a Viscarret solo se le ve en una de las docenas y docenas de fotos. Y hace unos días un comunicado avisaba de “la nueva serie Amazon Originals The Wilds”. La identidad de su creadora, Sarah Streicher, figuraba en la última frase de la larga nota.

Los ejemplos son semanales, y en distintas plataformas. El nombre del director desaparece o se esconde, mientras la compañía, además de financiadora, se presenta como la auténtica creadora. Se repite tan a menudo como para generar una duda: ¿casualidad, olvido o estrategia deliberada? ¿Es una ausencia que llama la atención en Europa, cuna del cineasta autor, y no en EE UU, donde se ha defendido una concepción más de equipo en las películas nacidas de las majors, los grandes estudios de Hollywood?

“Tras la televisión de masas, y la de nicho, ahora vivimos la era de la televisión de marca. No creo que las plataformas busquen robar la autoría, sino que intentan establecer una equivalencia entre el producto y el canal en el que lo recibes. Y hay mucho público al que no le preocupa tanto quién es el autor, sino que paga una factura por una suscripción y quiere cierta satisfacción”, analiza Concepción Cascajosa, profesora titular en el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, y colaboradora de EL PAÍS. Basta cualquier charla entre amigos para comprobar que el mensaje está cundiendo: lo que se comenta es la última serie o película “de Amazon Prime Video o HBO”, plataformas que han declinado participar en este reportaje. Salvo excepciones célebres, pocos hablan del hombre o la mujer detrás. Incluso la próxima gran apuesta de Netflix, Mank, se muestra en el apartado “próximamente” de la plataforma sin pistas de su director, David Fincher.

'Uno de los nuestros', en Netflix.
'Uno de los nuestros', en Netflix.

“No nos engañemos”, cuenta Borja Cobeaga, director y guionista, además de presidente de DAMA, entidad de gestión de derechos de autor para el audiovisual. “Cuando estrené Fe de etarras, una de las primeras producciones de Netflix en España, todo parecía hecho por la plataforma. No le di importancia, pero ha seguido igual. Porque cada proyecto sirve para que se publiciten. No es un estudio de Hollywood que quiere que veas una peli, y por tanto pone en valor ese contenido; es una plataforma que desea que te suscribas. Necesitan poner en valor la marca, es cierto que se diluye la autoría”. Cobeaga cree que no es un problema del que hablen los creadores “probablemente porque en la crisis se está más atento a otras prioridades”.

“No cuesta nada darle a la gente el lugar que tiene. Ahora se ha creado esa figura del showrunner, que es el intermediario de toda la vida, ni dirige, ni escribe. Tiene una idea, a veces de lo más banal, y de golpe parece que concentra el poder. Querría preguntarle: ‘Perdón, ¿usted qué es lo que hace?”, asegura Isabel Coixet. La cineasta aclara, a la vez, que su experiencia con HBO para la serie Foodie Love y con Netflix para el filme Elisa y Marcela fue “muy positiva”. La promoción, además, aprovechó su nombre en ambos casos como un activo. El problema parece afectar más a los menos conocidos. “Si fuera un director que empieza, me pondría más nerviosa”, afirma la cineasta. Para Juan Vicente Córdoba, presidente de Acción, la asociación que agrupa a los directores de cine, esto viene de largo: “Fíjese en cómo se cortan los títulos de crédito en muchas plataformas y canales televisivos. Como cineasta piensas en pantalla grande, y no reflexionas sobre cómo te censurarán en las televisiones. El descuido es mayor en las series”. En la batalla por ese respeto han entrado en Twitter hasta Rian Johnson y Edgar Wright, lamentándose de esos cortes en Netflix.

Razones para preocuparse hay, según Cascajosa: “Como creador, asociar tu nombre a una serie de éxito puede darte más oportunidades y un valor económico. Al revés, ser invisibilizado perjudica profesionalmente”. Pero la profesora, a la vez, va más allá de las plataformas. Cita Marvel o Star Wars como ejemplos de un fenómeno parecido. Recuerda el rol dominante de Metro Goldwyn Mayer hace décadas y que “determinadas productoras también quitan protagonismo a los creadores”. Y apunta a otros olvidos: “¿Cuánto se habla del guionista? ¿Reivindicar el director no puede acabar escondiendo a su vez un entorno más colaborativo?”.

“Depende del proyecto”, responde Aitor Gabilondo, impulsor de la serie Patria. Él compró los derechos del libro de Fernando Aramburu, y montó la producción. Sobre la promoción de Patria y la ausencia de los realizadores en el libro, Gabilondo lo deriva a decisiones de HBO. “En el acto de creación me he sentido libre, consensuado con quien paga, y en la promoción se han centrado en las dos actrices y en mí”, explica. “Hay series de director, series de creador... Cada trabajo es distinto. Lo que es cierto que las plataformas lo que buscan son las suscripciones”. “No quiero ser un peón contratado para dirigir algo con solvencia. Como autora, no tiene ninguna gracia si todo está preparado”, subraya Isabel Coixet. Y añade: “A lo mejor el concepto genérico de ‘una película de Netflix’ también puede ir en su contra”.

Poder para el consumidor

Desde Netflix, una portavoz apunta: “En nuestra forma de trabajar, la visión del creador está siempre en el centro dándole total libertad creativa. Nuestro trabajo es apoyar su ambición de hacer realidad sus proyectos y llevar el mejor entretenimiento a los hogares”. E insiste: “La forma de consumo ha evolucionado muchísimo en los últimos años y nos guiamos por el poder de dar [al consumidor] el control sobre el entretenimiento que le gusta”. Por su parte, en Disney + responden por correo electrónico: “Somos una compañía conocida por crear algunas de las mejores historias del mundo, de marcas tan reconocibles como Pixar, Marvel SW y Nat Geo. Como empresa, combinamos la fuerza de estas marcas con algunos de los guionistas, productores y directores más relevantes”.

La inmensa capacidad productiva de las plataformas tiene otras consecuencias agridulces. Por un lado, Cascajosa subraya las apuestas firmes por crear, como el contrato de Netflix con Scorsese. Y Coixet reconoce que, sin el dinero del gigante online, Elisa y Marcela no habría salido adelante. Ni le habrían escrito espectadoras libanesas que descubrieron con su largo “que les gustan las chicas”. “Las plataformas han abierto el panorama. Y creado más oportunidades”, añade la profesora. Aunque matiza: “Hasta ahora en España no he percibido que hayan hecho nada especialmente radical o vanguardista”. “Hay mucho corporativismo y homogeneización”, defiende Coixet.

Puede que las plataformas hayan heredado las peores maneras de las cadenas de televisión. Javier Olivares, creador de series como Isabel o El ministerio del tiempo, lo desglosa: “Las series eran obra primero de sus creadores; tiempo después de sus productoras, como Globomedia, Bambú o Boca a boca, y ahora ya directamente se escucha ‘una serie de Atresmedia’. Nacen de las cadenas. Las plataformas continúan con el hábito, no es justo centrarse solo en ellas”. A cambio, otras plataformas, como Filmin o Movistar, sí apuestan por publicitar e incentivar a los autores. Y Olivares subraya: “En el Reino Unido, un guionista es como el dramaturgo que no dirige la obra, pero que la lee con el reparto y está reconocido como autor. En España, los creadores no importamos, y de ahí llega la consecuencia: no aparecemos”.

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