Retrato de una desdicha colectiva
La cámara de Hernán Zin en el documental ‘2020′ muestra algunas de las horrendas cosas que acontecieron en la Comunidad de Madrid durante la primera ola de la peste
El cine y la literatura de ciencia ficción no se pusieron de acuerdo con la realidad a la hora de establecer fechas para lo que estaban describiendo. Nadie relacionará el año 2001 con la odisea definitiva del espacio. Ni tampoco identificará 1984 con el imperio tenebroso del Gran Hermano. Kubrick, Arthur C. Clarke y George Orwell no fueron precisos sobre el tiempo en el que ocurrirían sus profecías. Sin embargo, dudo que en el futuro ninguna persona ignore, incluidos los que ahora son niños, lo que ocurrió en la vida de todo cristo a lo largo del maldito 2020.
Esa fecha es el título del documental que ha realizado el director argentino Hernán Zin. Esta aciaga desgracia se ha cebado con todo el universo, pero la cámara de Zin retrata algunas de las horrendas cosas que acontecieron en la Comunidad de Madrid durante la primera ola de la peste. Y casi todos pensábamos ilusoriamente que el monstruo se largaría después del confinamiento, pero aquí sigue el muy cabrón. 2020 se centra en los meses de marzo, abril y mayo, en el apogeo del depredador.
Ofrece imágenes grabadas en una temible UCI, en las residencias de ancianos, en los cementerios, en los hospitales, en esas calles vacías que poseen el tono fantasmagórico de las pesadillas. Oímos testimonios conmovedores de algún superviviente, de alguien al que se le paró el tiempo durante una convalecencia atroz. Igualmente hablan médicos y sanitarios extenuados, luchando por las vidas ajenas cuando todo era temblor y muerte, arriesgando las suyas en nombre de la profesionalidad. También encariñándose con algunos de los sufrientes, intentando no solo detener su mal, sino que además les otorgaban ánimos y les escuchaban. O sea, ciencia más humanidad.
Hay directores convencidos de que el sentimiento de los espectadores se potencia mediante la utilización de la música o que la ralentización de las imágenes aumenta la lírica. No siento simpatía hacia esos abusos. En algunos momentos este documental desgarrador incurre en ello. Pero también consigue en varias secuencias que perciba la cercanía de mis lágrimas. Tampoco me desentiendo nunca de lo que veo y escucho. Me enamora la credibilidad que desprende un médico de Torrejón cuando habla de su miedo, no ya a ser contagiado, sino pensando en que podría trasmitírselo a sus niñas. Pilló el coronavirus. Se curó. Y abarrotado de terror retornó a la necesaria batalla, a hacer lo que debía. El sentido del deber puede ir unido a la heroicidad. Hay muchos médicos y sanitarios admirables en esta tragedia. Pero imagino, supongo también, que en nombre del comprensible miedo o del egoísmo, habrá existido cuantioso personal sanitario que pidieron y consiguieron la baja laboral en el momento que comenzó el mortífero jaleo. Aquí no aparece la presencia ni la justificación de ninguno de ellos. No resulta ejemplarizante destapar miserias.
Lo paso mal ante el relato sobre una anciana que vivía sola con sus perros. Le queda memoria al ser internada en el hospital antes de su agonía para pedirle a sus cuidadores que alguien se ocupe de sus animales, que les den de comer, que les ofrezcan un poco de refugio. Y comprendes el ahogo y la angustia de los sepultureros. Y el doloroso estupor de familiares que buscan noticias infructuosamente de sus mayores en las puertas de las residencias. Las sensaciones que te invaden viendo este documental son muy duras. Aunque sientes ternura ante la generosidad que apareció en medio de aquel infierno que sigue empeñado en perpetuarse. Las vacunas tal vez acaben con él, pero su recuerdo seguirá haciéndonos daño. De una forma u otra, todos estamos averiados.
2020
Dirección: Hernán Zin.
Género: documental. España, 2020.
Duración: 94 minutos.
Babelia
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